El negocio de la felicidad

El  barrio ya no es el que fue. Una revolución se ha llevado los comercios de toda la vida. Los ha sustituido por ‘negocios de la felicidad’. Así los llamó una mujer en la cafetería mientras mojaba con cara precisamente de felicidad un enorme cruasán en el café. Una foto de hace veinte años de la zona donde vivo podría demostrar el cambio de fisonomía. También en otros lugares. Han desaparecido oficinas de bancos y cajas de ahorros reducidas a la mínima expresión. Han cerrado agencias de viaje, pescaderías, librerías, mercerías, droguerías, seguros y establecimientos de operadoras telefónicas... Hoy los únicos que crecen a sus anchas son los “locales de la felicidad”. Peluquerías de todo tipo, hombre, mujer y mixtas, “low cost” y convencionales, comercios de fitnes, de belleza, centros de dietética y nutrición, de manicura y pedicura cuya actividad echa humo desde que amanece hasta la noche. En mi casa es salir por puerta y toparse como guinda con un centro de fisioterapia y otro de osteopatía. La economía del bienestar envuelve en su nube al barrio.

Pero entre sin miedo que aquí le ponemos guapo parecen decir los reclamos colgados en el escaparate. Cortar el pelo 10 euros, lavar y peinar 15 y si se tiñe 30 en la peluquería. Uñas de gel por poco dinero en la manicura. ¿Problemas musculares? A la vuelta de la esquina te recuperan los aductores, te proponen deporte razonable y enfrente en cinco sesiones prometen quitarte las rojeces de la nariz. Con alguna más podrás incluso reducir los michelines. Apúntate a sesiones de yoga semanales. Merece la pena. La máquina de la felicidad genera nuevos negocios. Cierra puertas a los de toda la vida en un tiempo en el que se han modificado los hábitos de compra. La transformación tiene que ver con esa persecución del sentirse bien. Negocios de la felicidad que precisan del contacto directo. Un reclamo que entronca con una sociedad optimista. Nadie que no tenga una mirada positiva se gastaría 20 euros en un arreglo de uñas o 50 euros al mes en pilates. Porque eso es lo que cuesta. Queremos vernos guapos, sin arrugas, con las uñas radiantes, sin dolores musculares y atléticos. Detrás de esta revolución hay una sociedad optimista. Nada empuja más este tipo de inversión que la esperanza.

 Oiga, hay futuro parecen pensar cada uno de los clientes de estos comercios. “Córteme poco, media melena y con la raya a un lado” . Un guiño de apuesta por lo positivo así le pese a Putin o caiga en picado el IBEX 35 . La esperanza es la mejor vacuna, la inmunización psicológica que necesitamos.