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"La escalada de Rusia y la guerra larga"

Avatar del Javier Aisa Javier Aisa28/10/2022
Las Fuerzas Armadas rusas no han logrado sus objetivos: que Ucrania se alineara con el Kremlin, en vez de con Occidente; desmantelar el Estado, sustituyendo su gobierno por otro partidario de Moscú y eliminar el proceso democrático que Ucrania había comenzado.
Ante la sorpresa general, excepto los servicios de inteligencia de Estados Unidos y de Gran Bretaña y de los estrategas de Kiev, Rusia ha mostrado sus debilidades y ha actuado más como un ejército de ocupación y no de liberación. Es decir, ha invadido un país soberano; bombardeado a civiles e infraestructuras y cometido desmanes, comprobados en fosas comunes. Sus autores deberán ser juzgados.
Rusia no advirtió la voluntad y el esfuerzo de los ucranianos por defender su tierra. Ni la preparación de los soldados regulares y milicias, curtidas desde 2014 y asesoradas por occidentales. Tampoco la firmeza occidental en el masivo envío de armamento y en el incremento de las sanciones económicas.
Ocho meses después del comienzo, el ejército ucraniano ha resistido; las fuerzas rusas abandonaron los territorios ocupados, excepto en el este, y Ucrania ha iniciado la contraofensiva. Con avances y retrocesos de ambos contendientes en Donbás y Jersón; asistimos a una contienda de desgaste.
La operación se ha convertido en una guerra cada vez más dura y amplia en otros frentes (económico, suministros, inteligencia, político) en los que se han implicado Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Europea. Los ataques contra Ucrania y las amenazas de Putin y su camarilla, pero al mismo tiempo por las estrategias geopolíticas occidentales, han derivado en una confrontación en la que las fuerzas occidentales consideran imprescindible derrotar totalmente al Estado ruso.
Sin embargo, insistir en la fragilidad de Rusia nos puede confundir. La cúpula de Moscú planifica y ejecuta sus acciones con más precisión que la que parece, aunque modificando sus tácticas según las circunstancias de cada momento.
Las prioridades militares rusas son frenar la ofensiva ucraniana; fijar posiciones y no perder sus conquistas; recomponer sus fuerzas, cambiar los generales y movilizar más tropas (un 1% de sus reservistas). Han aumentado las protestas y miles de personas se han marchado, pero la resistencia es minoritaria y el régimen la controla, aunque el reclutamiento forzoso ha metido la guerra en casa y puede quebrar la fiabilidad en el Estado.
La llegada del invierno favorece a Rusia, congelándose las líneas del frente, mientras espera acumular más fuerzas. No obstante, ha extendido los bombardeos con misiles y drones de mayor alcance, suyos o de países aliados como Irán y Corea del Norte. Los blancos son especialmente instalaciones estratégicas – ahora las redes eléctricas – pero también viviendas, convoyes y calles, en las que mueren civiles. El propósito es provocar el miedo e impedir el funcionamiento de Ucrania.
Asimismo, Moscú aplica una “guerra híbrida”: suspensión en los suministros de energía; bloqueos cibernéticos; declaraciones propagandísticas y amenazadoras sobre el uso de las armas nucleares. Pretende tensar la cuerda con las fuerzas occidentales, dividirlas y cansar a sus opiniones públicas.
Paralelamente a las operaciones bélicas, el Kremlin fortalece su dimensión política. “Dios, nación y lengua” es la tríada del nacionalismo ruso, acompañada del rechazo a las democracias occidentales y su “decadencia”, como subrayó Putin en su discurso del 30 de septiembre. Además, las instituciones han legalizado la anexión de Donetsk, Luhansk, Zaporiyia y Jersón, aunque sin fronteras definitivas porque el ejército ucraniano ha reconquistado parte de estos territorios. Desde ahora, Moscú señala que es legítimo defenderse con todos sus medios, porque la tierra rusa está siendo agredida. Ha declarado la ley marcial, en los recursos y la movilidad de la población están bajo el control de la administración militar.
Putin intensifica sus alianzas internacionales. La diplomacia rusa participa al menos en tres reuniones internacionales para demostrar que Rusia no está aislada y reafirmar un sistema mundial multipolar, alternativo a Occidente.
El presidente Putin permanece como líder fuerte de la Nueva Rusia, sin apariencia de decaimiento, al margen de las diferencias entre sus oligarcas; aparatos de seguridad y burócratas.
¿Qué país gana o pierde? La guerra se estanca y su futuro será largo y doloroso. Ucrania se encuentra en una posición más frágil como Estado soberano y Rusia mantiene la ventaja de que nunca renunciará a sus conquistas en el Este de Ucrania, integrante de la Madre Rusia, en su discurso patriótica. La partición de Ucrania es irreversible y su independencia queda inutilizada.
No obstante, el gobierno de Kiev quiere recuperar todo el país, incluso Crimea. Para conseguirlo, reclama más armas de defensa antiaérea y misiles que lleguen a 300 kilómetros. En la reunión del G-7, se ha decidido incrementar las entregas de armamento. Los países occidentales enviarán armas de largo alcance, para doblegar a Rusia o disuadirle de ataques más destructivos. Es la baza de Kiev, pero también muy arriesgada.
Javier Aisa Gómez de Segura. Periodista especializado en actualidad internacional. Co-fundador de Espacio REDO.
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