Por qué sacamos a nuestros hijos de Skolae

Cuando tocan las lecciones de ideología de género del programa Skolae, sacamos a nuestros hijos del colegio, les invitamos a desayunar durante esa hora y comentamos el tema previsto, añadiendo matices e incidiendo en la complejidad de tal o cual asunto. No hemos tenido alternativa, pues no queremos que -desde presupuestos poco rigurosos y muy sesgados- eduquen a nuestras hijas como víctimas en la muy próspera España de 2022 y a ellos como privilegiados por haber nacido hombres. ¡Será que no influyen muchísimos otros elementos para erigir calificaciones tan sumarias! Porque en el victimismo y el privilegio intervienen también aspectos tan relevantes como la clase social, el origen geográfico, la red familiar, la sensibilidad de los padres, la implicación de estos en la educación, las capacidades e incapacidades, el talento innato… y tantos otros factores. Como pasa con toda ideología, lo peor es el simplismo intelectual del que se parte, expuesto con nitidez en las páginas 19-20 del documento (web de Educación/Skolae Profesorado). Ahí se exhiben afirmaciones de brocha gorda como que “la estructura social actual niega a las mujeres la ciudadanía plena” y que los hombres “han manifestado una evolución muy limitada hacia un compromiso real con la igualdad”. Como si una niña de renta alta, con padres atentos a los deberes y multitud de extraescolares de pago anduviera más oprimida que un varón inmigrante cuya madre soltera apenas llega a fin de mes. Asimismo, desde la superficialidad y el activismo, la Orden Foral del 30 de septiembre aspira a que los alumnos identifiquen y analicen “las desigualdades de género desde el pensamiento y la reflexión crítica”. Nanay. Asoman solo las desigualdades que interesan al poder, por lo que las estadísticas que perjudican a los varones no existen. Un ejemplo: desde marzo los colegios navarros se han llenado de refugiados, una labor encomiable. ¿No encajaría, ante este trágico contexto, una sesión “coeducadora” para explicar por qué vienen acompañados solo de madres y abuelas (por ley, ningún hombre de entre 18 y 60 años puede abandonar Ucrania)? Se antoja también una desigualdad pertinente para identificar y reflexionar aquí y ahora. Pero no. Otra: ¿alguien conoce algún material skolástico sobre la brecha de comprensión lectora? Según el último informe PISA existe una distancia de ¡26 puntos! en detrimento de los varones. Curioso predicar sobre las desigualdades en un plan supuestamente tan completo y olvidar este dato académico tan diferencial. Las otras dos disciplinas que mide PISA ofrecen discrepancias mucho menores: 5 puntos por encima los chicos en matemáticas y solo un punto en ciencias. Y, sin embargo, el énfasis en las posibles ingenieras supera, con creces, el interés institucional por esos pobres zagales que leen con tantísima dificultad. Por consiguiente, el problema de esta Ley de Coeducación es que no pretende desarrollar sentido crítico, sino imponer una determinada forma de ver el mundo. Las desigualdades que rebasan su reducido enfoque son invisibles. Así, la noble tarea de educar desemboca en adoctrinamiento. Porque la educación —sobre todo cuando la atraviesan cuestiones morales y políticas— ha de exhibir pros y contras, sin renunciar a la complejidad ni marcar previamente las conclusiones. Hay decenas de temas donde una sociedad democrática alberga opiniones diferentes, incluso encontradas; enseñar esa diversidad ideológica es bueno. Si no, al hablar de transexualidad, por ejemplo, ¿qué prevalecerá oficialmente en las escuelas, la doctrina queer de Podemos o ese feminismo clásico que se alza contra “el borrado de las mujeres”? Fijémonos en Lia Thomas, una nadadora que, tras transicionar de hombre a mujer, ha pulverizado récords en los campeonatos universitarios femeninos. ¿Cómo se enseñarán casos parecidos en el aula? Muchos alumnos considerarán que Thomas ostenta una ventaja física que penaliza, precisamente, a las mujeres biológicas contra las que compite. ¿Será esa disensión tildada de transfobia? ¿Cuando se explique la autodeterminación de género –tan en boga estos días por la denominada “ley Trans”– se contará también el célebre caso de Keira Bell? Son solo algunos ejemplos, entre muchos posibles, de áreas controvertidas donde la palabra igualdad no admite una respuesta simplista y unívoca como la que promueve la Consejería de Educación. Por eso, como desconfiamos de la visión que el gobierno quiere imponer, sacamos a nuestros hijos de esas clases, precisamente para animarles a la reflexión crítica y al pensamiento independiente. Y nos funciona. Como saben, Skolae también pretende modificar artificialmente algo tan básico y cotidiano como el habla. Pues bien, cada vez que le entregan un ejercicio escrito en lenguaje inclusivo, mi hija de 8 años tacha las cansinas redundancias. ¡Ahí va una niña libre y “empoderada”! Je, quién nos iba a decir que la rebeldía y la contracultura, en estos tiempos alocados e intransigentes, sería adherirse escrupulosamente a la corrección gramatical de toda la vida. Alberto Nahum García Profesor Titular de Comunicación

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