La guerra de Putin

No es una “operación militar especial” sino una guerra de agresión realizada contra un país soberano y reconocido internacionalmente. Ha habido conflictos bélicos provocados por otras potencias, pero ahora la víctima es Ucrania y el atacante, Rusia. No vale buscar equilibrios ni justificaciones. Los argumentos de Vladimir Putin quedan anulados porque el presidente ruso considera que la guerra es una fórmula natural para su estrategia política, como en Chechenia, Georgia y Siria. Putin lidera un Estado autoritario, herencia del imperio zarista y de la nomenklatura soviética, que persigue a las personas y asociaciones disidentes; recientemente el disidente Navalny y la organización de derechos civiles Memorial. Moscú pretende recuperar su influencia en las antiguas repúblicas soviéticas - “zonas de intereses vitales y exclusivos” - con pactos políticos, económicos y militares. De entrada, Putin quiere desquitarse de la desaparición de la URSS y restablecer el protagonismo como gran potencia mundial: posee territorio, recursos naturales y Fuerzas Armadas poderosas con todo su arsenal nuclear, que ha puesto en alerta. En una visión unitarista, anclada en el pasado, sin contar con las opiniones de la mayoría de la población ucraniana, Putin ha declarado que Ucrania es un país artificial y no debe abandonar el orden de las “tres Rusias” (Bielorrusia, Ucrania, Rusia), una tríada dominada siempre por el Kremlin. No reconoce la libertad de Ucrania para independizarse de Moscú y emprender un camino democrático, intentando salvar la corrupción y extremismos internos. Descalifica al presidente Zelenski, sin importarle que obtuviera el 73% de los votos en las elecciones de 2019 y su partido 254 escaños frente al 12 % del político Yuiry Boyko y los 43 diputados de su partido pro-ruso. Con la invasión, Rusia ha borrado todas las conversaciones anteriores. Ahora domina el tablero. Sus intenciones inmediatas son eliminar la operatividad de las fuerzas armadas y milicias de Ucrania y derrocar al Gobierno actual, sustituyéndolo por una camarilla partidaria del Kremlin. Pero ha subestimado la voluntad de resistencia de los ucranianos. Iniciada la vía militar, empleará todos los medios para doblegar a Ucrania e imponerle unas negociaciones -equivalentes a una rendición- en una posición de fuerza. Con la presencia de su ejército ratificará la independencia del Donbás y su previsible anexión a Rusia. Quiere que Ucrania dependa de Moscú, a la manera de Bielorrusia, y garantías de que nunca se incorporará a Occidente, ni dispondrá de libertades políticas. Si no puede conseguirlo, la ocupación será un hecho, con un coste elevado porque provocará insurgencia; desobediencia civil y represalias. Putin ha escogido la fuerza porque puede actuar impunemente. Ha aprovechado los problemas de la Unión Europa: consecuencias del Brexit; salida de la pandemia; diferencias internas y ausencia de una disuasión anticipada y más poderosa. También ha advertido las dificultades de Estados Unidos, con escasa credibilidad después de su marcha atropellada de Afganistán; un mayor interés en Extremo Oriente y las tensiones con Donald Trump y sus partidarios. El presidente ruso sabe que los países occidentales no van a intervenir militarmente en Ucrania, ya que no pertenece a la OTAN y menos se van a arriesgar a un choque bélico con una potencia nuclear. No obstante, si Putin ha intentado contrarrestar a una OTAN en horas bajas, se ha equivocado: Suecia y Finlandia se plantean su adhesión al tratado y algunos países europeos anuncian mayores gastos de defensa. Para presionar a Rusia quedan las sanciones, que dañarán su desarrollo económico. Habrá que comprobar su alcance, si se cumple el cierre del sistema de transacciones internacionales para algunos bancos, el bloqueo de los haberes del Banco Central de Rusia en el extranjero y concierne a todos los sectores, incluso a las fortunas de los oligarcas del Kremlin en la City de Londres. Preventivamente, Moscú ha incrementado el comercio y las operaciones financieras con China. Asimismo, almacena reservas de oro y agrícolas y ha acumulado 631.000 millones de dólares en divisas, la mitad incontrolables por las penalizaciones. Podría resistir más mientras el petróleo se mantenga en 100 dólares y no descienda de 60. Deberemos asumir que todas estas medidas y una respuesta similar de Rusia repercutirán negativamente en nuestras economías, especialmente si afectan a las relaciones comerciales: energía, agricultura, minería, productos industriales y hasta turismo. Los bancos occidentales y las empresas europeas tienen cerca de 90.000 millones de dólares en firmas rusas. La soledad de Ucrania es lamentable. La UE debería conceder el derecho de asilo a los refugiados que lleguen como primer medio para de superarla. ¿Por qué todavía escasea la solidaridad con las asociaciones ucranianas de los movimientos contra las guerras donde el agresor es Estados Unidos? Sin embargo, nos dan lecciones quienes protestan en Rusia: 3.000 detenidos, mayoría jóvenes; las críticas en el periódico Nóvaya Gazeta; el centenar de periodistas especializados en política exterior y la carta de 200 científicos rusos. Javier Aisa Gómez de Segura. Periodista especializado en actualidad internacional. Co-fundador de Espacio REDO.

La guerra de Putin

"Iniciada la vía militar, empleará todos los medios para doblegar a Ucrania e imponerle unas negociaciones en una posición de fuerza"

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