Disturbios y violencia en Sudáfrica

A mediados de julio, se ha producido en este país de África austral el estallido de violencia más grave desde la llegada de la democracia, cuando acabaron las leyes del apartheid en 1994. En una situación de descalabro económico, las algaradas han provocado 75 muertos; pillajes en decenas de comercios; el despliegue de 2.500 soldados; cerca de 2.000 detenidos y millones de euros en pérdidas. Las provincias más afectadas: KwaZulu-Natal y Gauteng, el centro político y económico, con la capital, Pretoria, y Johannesburgo. El detonante han sido las protestas de los partidarios del anterior presidente Jacob Zuma, encarcelado para cumplir una sentencia de 15 meses acusado de corrupción y desacato a la justicia. El Gobierno implica a milicias y miembros de los servicios de inteligencia de la facción #FreeZuma, de implantación zulú en el CNA, partido gubernamental, junto a grupos mafiosos. Zuma se considera perseguido por su antiguo partido, el CNA. Pero los desórdenes han derivado también en revueltas de la población negra más empobrecida, descontenta ante la imposibilidad de adquirir bienes de primera necesidad. Sudáfrica, el país con la economía más poderosa de África, al lado de Nigeria, padece una de las desigualdades económicas y sociales más profundas del mundo. La pobreza llega 50 % de sus 56 millones de habitantes: el 10% más rico cuenta con casi el 70% de los ingresos, mientras que el 60 % con menos recursos (el 85%, población negra) dispone del 7 %. El apartheid económico, que favorece a las élites blancas (el 95% del patrimonio, el 67% de las tierras, salarios 3,5 veces superiores a la población negra) ha permanecido desde el final de la discriminación política. A ellas se han sumado un centenar de millonarios negros, enriquecidos a la sombra del partido hegemónico. La corrupción se extiende a todo el aparato público y el país ocupa el puesto 113 de 189 países en el Índice de Desarrollo Humano. La crisis económica y social más reciente - a consecuencia del grave impacto (el peor de África: 2,3 millones infectados y 66.859 muertos el 19 de julio) de las sucesivas variantes de la covid-19 - suma el aumento de la inflación; la subida de los precios de los alimentos (un 6,7%, una canasta básica de 241 euros, sueldo medio de la población negra, 404 euros); la reducción de ingresos y un desempleo en ascenso (42,6 % real). Con una vacunación muy retrasada por la deficiente planificación, el gobierno ha ordenado nuevas restricciones. Asimismo, la crisis de Sudáfrica es un reflejo del despotismo de la alianza que gobierna el país desde hace 27 años: el CNA apoyado por el Partido Comunista y el sindicato oficial COSATU. De la legitimidad obtenida como movimiento de liberación contra el régimen impuesto por la minoría blanca (tres siglos), el CNA se ha convertido en un partido-Estado, que domina las instituciones. Clientelista, está sometido a múltiples luchas intestinas en su dirección. En el tejido social, pretende dominar en exclusiva frente a un asociacionismo diverso, comprometido y crítico con el poder. Durante la “Zumacracia” (presidencia de Jacob Zuma entre 2009 y 2018), se “perdieron” 6.000 millones de euros a manos del presidente y sus amistades, especialmente la familia Gupta. Megalómano, con una retórica populista y, al mismo tiempo, implicado en pagos ilegales para comprar armas e intereses con las grandes empresas mineras - en detrimento de las energías verdes - Zuma fue depuesto por el CNA para que el partido no fuera el blanco de las movilizaciones sociales. Fue sustituido por el vicepresidente Cyril Ramaphosa, empresario multimillonario, antiguo activista del sindicato minero y enfrentado con Zuma. En las elecciones de 2019, Ramaphosa revalidó el triunfo del CNA en la presidencia, con el 57,50 % de los votos. La población negra todavía mantiene la lealtad al CNA, amparado en haber logrado el cambio democrático y los derechos civiles, pero sus electores han descendido el 12,3%, en provecho de una escisión más a la izquierda, los Luchadores por la Libertad Económica (EFF), a mucha distancia: el 10,79 %. Es difícil que el CNA solucione los problemas de Sudáfrica. Se trata de una estructura demasiado anquilosada y con intereses rentistas que le relacionan con los conglomerados económicos y financieros. Sin embargo, Sudáfrica tiene una sociedad dinámica, joven, diversa y potente en expresiones artísticas y reivindicativas. Algunos ejemplos son los grupos que intentan frenar los proyectos extractivos por su contaminación ambiental; sindicatos mineros y municipales independientes, para mejorar las condiciones laborales; las mujeres campesinas de Sikhula Sonke (Crecer juntas) contra los malos tratos; y los estudiantes, que exigen más residencias y menos costosas; disminución de las tasas de las matrículas y programas que tengan más en cuenta la africanidad. No obstante, su denominador común es la protesta frente a dos de los principales injusticias de Sudáfrica: la corrupción y la desigualdad. Javier Aisa Gómez de Segura, periodista especializado en actualidad internacional. Co-fundador de Espacio REDO

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