El derecho a la despedida
La pandemia que estamos sufriendo genera importantes dificultades en la atención a pacientes y sus familiares. Los problemas de la enfermedad, la ansiedad asociada a la incertidumbre, el aislamiento del enfermo de sus seres queridos es una combinación que genera un gran impacto en los enfermos, familiares y profesionales sanitarios.
Cuando una persona está en el final de su vida es fundamental el acompañamiento en sus últimos días. La despedida de un ser querido es algo tan importante, íntimo, delicado y lleno de amor que cuando falta, genera un dolor incalculable. Es doloroso para paciente, familia y también para los profesionales. Las emociones que estamos sintiendo los sanitarios van desde la rabia al miedo, pasando permanentemente por la tristeza. En muchos testimonios se señala que lo más duro es ver a los pacientes morir solos recogiendo mensajes de despedida a sus parejas, hijos, nietos. En el Hospital San Juan de Dios, siguiendo la normativa por motivos de salud pública, debemos aplicar las fuertes restricciones de visitas para los familiares, y a la vez, intentamos mantener la atención lo más humanizada posible. Por ese motivo hemos reforzado la atención psicológica cuidando y orientando también a los profesionales. En este aspecto, estamos haciendo especial hincapié en el contacto entre el enfermo y su familia. Buscamos alternativas a la presencia y cuidamos especialmente la posible situación de despedida en el final de vida.
Debemos mantener el derecho a despedirnos en circunstancias duras: sólo una persona de la familia y en un momento determinado. En este tiempo en el que nos vamos adaptando y aprendiendo día a día, podemos ofrecer unas sugerencias para la despedida. Primero revisar el momento apropiado. Posteriormente decidir en familia quién va a realizarla. Es el último momento para estar con su ser querido. Se debe preparar bien, trabajar la conciencia y la presencia de ese momento. En algunos casos puede que parezca que el enfermo no nos escucha pero su presencia está y va a sentir la nuestra. Cuando entre en la habitación, que le hable con suavidad, que puede estar tranquilo, decirle que toda la familia le quiere… Se debe hacer consciente a la persona que se despide, de la fuerza familiar que representa: “yo soy la familia”, recoge en él a todos. Los mensajes de despedida pueden ser explícitos o simbólicos, mensajes de amor. No necesariamente tiene que ser una despedida literal. Que le diga al paciente que imagine, que sienta que están a su lado su nieta, su hijo, que todos le quieren, le sonríen y le mandan besos. Puede cantar una canción preferida, una nana. Dar permiso para “marchar” y mensajes de tranquilidad. También el silencio, desde la presencia, acompaña. En pacientes creyentes se puede rezar una oración junto a él. Uno de los aspectos más duros es no poder tocar, besar, abrazar. Se puede conectar desde la mirada y sintiendo, trasmitiendo amor.
Para el resto de familiares que no pueden despedirse presencialmente, podrían, en el mismo momento, realizar un pequeño ritual permitiéndoles sentirse conectados. Elegir un lugar de la casa donde estar tranquilos, visualizar o mirar tras la ventana un sitio especial. Y en la espera hasta el final, seguir sintiendo a su madre, marido… y resignificar el acompañamiento desde la distancia del ser querido que va a morir.
Habrá que estudiar las secuelas que deja esta pandemia. Las económicas serán, con toda seguridad, importantes, pero las emocionales son incalculables. Todo lo que podamos hacer para prevenir daños psicológicos será de ayuda. También reconocer la fuerza de la naturaleza humana, el dolor de los familiares pero también su comprensión y agradecimiento es sobrecogedor.
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