Aplazar lo urgente
El victorioso Pablo Casado tendrá que agacharse algo para tocar el suelo electoral. Habíamos convenido en que ganar no es nada, hasta que lleguen unas elecciones generales. Lo importante es sobreponerse, pero ahí tenemos al ex presidente de la Generalitat, el invicto derrotado Carles Puigdemont, que controlará el PDeCAT con menos de 1.500 votos. Ha sido el ganador de la asamblea celebrada en Barcelona porque su independentismo no deja lugar a dudas. Le ha bastado un tercio de críticos y el 84% de abstención. Quienes pedían instaurar la ‘república catalana’ de manera inmediata tendrán que esperar. Se les ha asegurado que será “lo antes posible”, pero ese día no tiene fecha en los calendarios. Puigdemont, huido de la justicia española a Alemania, no parece tener mucha prisa. Sabe que caerá como fruta madura, pero ignora quién se la comerá.
La herencia de Pablo Casado no es que sea indeseable para todos, sino que sus herederos hubieran deseado que fuese menos enrevesada. Los jóvenes, alejados por la corrupción del PP, serán determinantes. Pablo Casado es tan reciente como su equipo y por lo tanto se ha equivocado menos discutiendo con los entrenadores la táctica que debería seguir. ¿Cómo se edifica una mayoría social utilizando materiales de derribo? El asunto de los impuestos es fundamental porque la parte más sensible del organismo humano es el bolsillo. Casi una zona erógena. Quizá las primarias hayan puesto de relieve la irrelevancia del PP. El llamado ‘marianismo’ ha sido una máquina defectuosa, pero ha servido para ganar tiempo. ¿Cómo se le gana tiempo al tiempo? Nuestros relojes parados marcan la hora exacta dos veces al día.