El chirrido histórico de la presidenta

Es curioso que el verbo chirriar nace del vascuence “cherria” (marrano, cerdo), cuyo gruñido desprende un sonido desagradable. De esta forma la palabra se castellanizó para expresar: la emisión de un rugido agudo y estridente. A Miren Uxue Barcos (ese es su nombre oficial según el Real Decreto de nombramiento como presidenta, firmado por el rey Felipe VI, al que ahora ella quiere vetar en Navarra) le molesta que el premio Príncipe de Viana se celebre en Leire, porque escuchar la Marcha Real en el citado lugar le produce un “chirrido histórico”. ¡Cuán atrevida es la ignorancia! Su exabrupto carece de argumentos. Leire fue un monasterio propio de la familia real hasta 1083, donde los monarcas pasaban temporadas, como ocurría en otros monasterios de los reinos españoles y europeos, en los que los reyes tenían una zona de residencia o, como sucede en Poblet, todo un palacio real. La vinculación entre Leire y los reyes de Pamplona, desde el siglo IX, explica que Fortún Garcés, último representante de la dinastía Iñiga, se retirara a Leire en el año 905 y muriera en el monasterio. Esas buenas amistades de la mayoría de los monarcas medievales se plasmaron en las importantes donaciones que hicieron a lo largo de la historia, que dotaron a Leire de un gran dominio. Además, Leire fue escogido como soporte para la restauración de la diócesis de Pamplona en el siglo XI. Por voluntad de Sancho III el Mayor, los abades de Leire se convirtieron en obispos de Pamplona entre 1022 y 1083. Sancho III llama al obispo-abad “domino et magistro meo” (1022), lo cual indica una estrecha relación, incluso educativa. Leire fue panteón de los primeros reyes de Pamplona. Aunque sólo tenemos certeza del enterramiento del citado Fortún Garcés y, en el 981, del infante Ramiro, denominado “rey de Viguera”, parece probable que también fueran sepultados en el monasterio Íñigo Arista (851), García Íñiguez (882), Sancho Garcés II (994), García Sánchez II (1000) y Sancho IV el de Peñalén (1076). También los reyes Juan III y Catalina enterraron en Leire a dos hijos muertos en su niñez, el príncipe y presunto heredero Andrés (1503) y su hermano Martín (1506). Además Sancho Garcés III apoyó la construcción de la actual cabecera románica y su hijo Sancho el de Peñalén asistió a su consagración en 1057. Pedro I colaboró en la consagración del resto del templo (1098). Por tanto, Leire significa la relación directa entre la Navarra medieval y la actual, entre el reino soberano y la actual Comunidad Foral. Y es ahí donde no se puede retorcer la historia según los intereses de los separatistas vascos. La presidenta de Navarra tiene que saber que el descendiente por línea directa de Juan III y Catalina de Albret (y por lo tanto de todos los anteriores reyes de Navarra, desde Iñigo Arista y Sancho Garcés I) es nada más y nada menos que Felipe VI de Borbón. Le guste o no le guste, es así. Y no cabe mentir ni esconder la realidad con una frase campanuda y demagógica como las que acostumbra a fabricar la señora Barcos. Y menos cabe aún calificar de “chirrido histórico” la presencia de Felipe VI en Leire. El primer trono que ocupó la familia Borbón fue el de la Navarra de Ultrapuertos, cuando Antonio de Borbón se convirtió en rey por su matrimonio con Juana III de Navarra (1555-1572), nieta de Juan III y Catalina; luego vinieron los tronos de Francia (1589) y España (1700), hasta nuestro actual rey. Por tanto es evidente que Leire es un símbolo muy importante en la génesis y afianzamiento del reino de Pamplona, luego de Navarra, y no chirría en absoluto la entrega del Premio y que lo haga Felipe VI de Borbón, el descendiente por línea directa de nuestros reyes. Sin hacer de menos a Olite, puede decirse que el cambio de emplazamiento desde Leire al palacio real de Olite (construido, dicho sea de paso, por Carlos III el Noble, otro antepasado de Felipe VI de Borbón) ha sido por otros motivos. A la presidenta le chirría entregar premios en recintos sagrados, le chirría entrar en la iglesia y escuchar los bellas melodías de los monjes, le chirría el incienso y las flores que bendicen el sepulcro real y le chirría la presencia de los Reyes. A Miren Uxue Barcos solo le interesa la ikurriña, el vascuence y vender Navarra a los vascongados. Quiere hacer del Príncipe de Viana “una fiesta popular”, de manera que se parezca más a una charlotada con albarkas, txapelas, txokos, kalimotxos y txistularis que a un acto institucional con el Himno de Navarra. Una vez más somos portada de periódicos e informativos por ocurrencias, lindezas y despropósitos de este cuatripartito, que sonroja y desprestigia a la mayoría de los navarros.

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