Mañeru, bendita natalidad

Los viernes en Mañeru hay chuchepote: “Los niños comen chuches y los padres toman pote”. Julio Iriarte Asiáin habla del nudo de relación que refuerza la etapa de crianza, ya sea entre quienes asumen la responsabilidad en el cuidado como los que se abren a la vida bajo su mirada. En ambas direcciones tira la cuerda de la socialización. Sabe que “bajar a los columpios” es sinónimo de encuentro con iguales. Salir a 'La pista', como en Mañeru se conoce a la cancha de futbito con un parque infantil adherido en un extremo dentro de un conjunto paralelo a la calle de El Sol, es un ejercicio de satisfacción y oportunidad de estrechar vínculos ante el espejo de la propia realidad. Julio está casado con Adela Ochoa Nuin, quien reconoce no haber encontrado oportunidad para hacerse una casa en su localidad de origen, Abárzuza. Sus hijas, Irantzu y Oneka, figuran en una relación de los 51 nacidos en la última década en un término de 436 habitantes, que, como dice su alcaldesa, Nuria García Aróstegui, “crece poco a poco”. “No es que haya un crecimiento exagerado ni hay un proyecto de construcción de viviendas”, reconoce quien apura sus últimas semanas al frente de un equipo regidor de Mañeruko Aukera. Dentro de las poblaciones navarras de menos de 500 habitantes, la suya puede presumir de tener un resultado positivo en el equilibrio de nacimientos y defunciones, que es más que prometedor en un futuro no tan lejano. La balanza se inclina a favor de la vida con un balance positivo de 16 vecinos. En el progreso adecuado del latido de la demografía, sin atisbo que invite a un crecimiento desbocado, prevalece en jóvenes parejas la opción de regar sus propias raíces. “Me quedo en el pueblo” es el lema que, dicho por la alcaldesa, resume el sentir de la mayoría en edad de procrear. “¿Que qué ofrecemos en el pueblo?”, refuerza la pregunta con una sonrisa. “¿Acaso tranquilidad?”, recibe por sugerencia en un intervalo de reflexión. “Eso. Tranquilidad. Para la crianza es un pueblo que está muy bien. Lo digo por experiencia. Yo soy de San Sebastián. Para mí fue un lujazo poder criar a mis dos hijas”, que hoy superan la veintena de años de edad. La sensación es compartida y apreciada como virtud por cuantos hoy siguen su estela como padres con niños pequeños. Desde crío, Pedro Núñez Etxarren, de 51 años de edad, siempre que tenía oportunidad regresaba al pueblo de sus padres desde el barrio pamplonés de la Rotxa. Cuando cumplió los 16, mudó de estancia para fiar su porvenir y el de sus dos hijos al lugar que le da media vida. Su familia vive enfrente del epicentro de las relaciones infantiles, La Pista, reconvertida, por cercanía, en una prolongación de su vivienda. “Esto es el patio de mi casa”, apunta con cierta gracia. LA TRANQUILIDAD DE UN PUEBLO “Mañeru es calidad”, proclama con orgullo Lucía Jimeno Córdoba. Como Pedro, que a la vista del apego a Mañeru y el vínculo sentimental con el recinto de juegos pudiera decirse que anda por su casa, incorpora el factor de la seguridad y de la ventaja de vivir al lado de un eje de comunicación de primer orden. “En el pueblo -dice- nos conocemos todos. Apenas hay tráfico dentro del casco urbano y eso nos da mucha tranquilidad a los padres. Pero es que estamos al lado de la autovía, a mitad de camino de Pamplona y Estella”. Pedro trabaja en la capital navarra y “en quince minutos” está de regreso en su hogar al concluir su jornada laboral. Si es por servicios, Mañeru dispone de los justos y necesarios con tienda de alimentación, farmacia y dos bares, uno de ellos en el albergue de peregrinos abierto el lunes al albur del movimiento que comienza en esta época a fluir en el Camino. La ubicación, al margen de la autovía que lleva el mismo nombre, es clave para proveer las despensas con un desplazamiento en coche a Pamplona, Estella y la cercana Puente la Reina. Amén del espacio de juego al aire libre, las posibilidades de infraestructuras de ocio se complementan con la ludoteca y la biblioteca en el edificio del Ayuntamiento. Cuando aprieta el rigor invernal, son lugares frecuentados por padres e hijos en días y horas que no coincidan con las extraescolares en el colegio de Puente la Reina. Síntoma del desarrollo demográfico sosegado es la disponibilidad de un autobús que parte a diario desde Mañeru a Puente la Reina. Antes, un mismo transporte hacía la ruta compartida con Cirauqui. El empujón de la natalidad en ambos términos obligó necesariamente a diversificar la oferta con sendas rutas. Nuria García aporta otra pincelada al mapa de la demografía infantil. Según dice, cuando llegan las fiestas, el Día del Niño se llena de rostros. “Igual coinciden 100, entre los que son del pueblo y los que mantienen algún vínculo”, aprecia. El decorado se ilumina con el brillo de los ojos alegres de los pequeños en un tiempo especial como son las fiestas de guardar en un pueblo. El futuro es presente en Mañeru con una buena remesa de nacidos que son, para sus padres y sus vecinos, toda una bendición.

Mañeru, bendita natalidad

Con un censo de 436 habitantes, una nómina de 51 nacidos en la última década es aval de futuro en una localidad asentada a la vera de la Autovía del Camino y donde parejas jóvenes hallan un remanso de paz en la etapa de crianza de sus hijos

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