Gorka Beunza, fotógrafo y músico: "En Orbara estoy tranquilo, sin las interferencias de la ciudad"

Bodegones y flores es el título de la exposición que ahora presenta en Âme & art (c/Tejería, 19). La mayoría son bodegones y hay un par de fotos de flores y otra planta, el eléboro, que crece en la montaña. Tiene un olor peculiar. ¿Bodegones que pueden conectar con la pintura flamenca? Sí. Tienen un rollo como barroco. Y luego, el papel de impresión es como de dibujo, tan mate que parece pintura. Tienen un tono aterciopelado porque el papel chupa mucha pintura. ¿Y por qué de repente plantas y bodegones? Pues los bodegones empezaron en casa de mi abuela, en Orbaizeta. Antes del confinamiento fuimos a esa casa con varios amigos para habitarla y hacer cosas allí artísticas. Entre que cambié de rutinas y que ya no fotografiaba tanto a gente, empezamos a dejar espontáneamente en una ventana fruta y verdura. A base de estar en la casa y de quedarme solo, fui observando y empecé a ver un bodegón. A partir de ahí, vinieron los demás. ¿Así que la ausencia de gente le lleva a fijarse en aspectos estáticos? Sí. Otras veces he hecho paisajes. Para mí es parecido: algo inanimado que tiene connotaciones emocionales dependiendo de cómo lo fotografíes. Es parecido. ¿Y qué emociones le despiertan los bodegones y las plantas? Depende de cada momento. Igual me engancho a un bodegón y estoy media hora haciendo fotos hasta que llego a la que quiero. Depende del momento. Es una forma de trabajar completamente diferente. Con el objeto inanimado puedes pasar mucho tiempo con él, moverlo. Sería la forma opuesta de trabajo que con personas. ¿Qué autor o autora le empujó a dedicarse a la fotografía? Yo creo que la que más me ha marcado es Nan Goldin, una fotógrafa estadounidense. Empezó fotografiando su entorno, la vida nocturna. Hacía fotos con flash, muy descaradas, muy crudas... Al principio las veían como fotografías de baja calidad. Y está reconocida mundialmente. Ahora han hecho un documental sobre ella porque está metiendo mucha caña sobre los opiáceos y las farmacéuticas en Estados Unidos. ¿Le interesa el fotoperiodismo? Sí. Aunque no he trabajado para periódicos. Sí para revistas. De lo primero que hice fue cubrir el festival de Benicassim. Lo hacía con diapositiva y negativos. No hacía digital. Y de hecho, ahora las miro y no sé cómo hacía para acertar. Es otra forma de pensar. Llevaba cinco carretes y siempre había fotos buenas. Su familia es originaria de Orbara, en el valle de Aezkoa. ¿Qué importancia tiene este lugar en su obra? Casi todo lo que hago tiene que ver mucho con esta zona. Las fotografías y también la música. ¿De qué manera influye en su música? Bueno, he compuesto mucho allí. Supongo que estoy más tranquilo, sin las interferencias de la ciudad. ¿Y más allá del medio hay relación narrativa entre sus fotos y sus canciones? Hice el fotolibro Brecha, con una beca del centro Huarte. No me gusta poner texto a las imágenes, me da un poco de grima, pero planteé como un ejercicio el hecho de coger las canciones que tenían que ver con fotografías de relaciones y de 10 años de mi vida, y ponerlas en relación. En verdad, la fotografía está hecha al momento, pero las letras siempre son posteriores. Analizo lo que me ha pasado o las emociones que me surgen, pero siempre tiempo después. Están conectados pero no en el tiempo. Hablan de dos tiempos diferentes de la misma situación. Estamos en precampaña y parece que se sigue manteniendo las fotografías que idealizan al político, algo que seguro que acrecienta la brecha entre la sociedad y los políticos. Si le diesen libertad absoluta ¿cómo plantearía las fotos de una campaña? Pues sería un conflicto importante. Yo haría un retrato psicológico de las personas. Supongo que mostraría cosas que al político no le interesan. Pero creo que es bueno humanizar a los políticos. Ahora parecen carteles de películas. Y yo haría como los retrato de Goya. Serían un poco cabrones para los políticos. Pues usted tiene experiencia, al menos en micropolítica, como alcalde que fue de Orbara. Es un pueblo muy pequeño con una asamblea participativa. Cuando me presenté fue porque nadie quería ser alcalde. Fue por suplir la carencia. El alcalde gestiona y plantea, pero todo se somete a votación en las asambleas. Es una democracia directa. ¿Así que entró más por su relación emocional con el pueblo que por vocación? No tenían ninguna vocación. Yo tenía 30 años cuando me presenté. Me lo planteé como una experiencia para aprender y ver lo que había en el pueblo. A lo tonto, estuve 12 años. Aprendí mucho y vi cómo funcionan los políticos. Recuerdo reuniones con políticos del Gobierno de Navarra. Solo querían marearnos y aburrirnos para que nos fuésemos. Y es cierto que algún gobierno hizo cosas, como lograr que no se fuese la luz en invierno en el pueblo. Pero cuando lo demandamos, casi nos decían que éramos afortunados por vivir en la montaña. ¿Cómo llega a la fotografía? Primero estudié en la Escuela de Arte de Pamplona. Y allí teníamos una asignatura de fotografía. A mí me gustaba más pintar y por entonces, no había tocado la fotografía. Pero empecé con ella, se me dio bien y me fui a estudiar a Madrid a otra escuela de arte, por cambiar de ciudad. Allí hice el grado superior y después he seguido formándome con talleres. En realidad, llegué de forma accidental. No lo tenía muy pensado, la verdad. ¿Así que inicialmente iba para pintor? Yo no sabía que existía el bachillerato artístico. Empecé con letras puras y cuando estaba dibujando en el pupitre y me llevaban al jefe de estudios, una profesora me sugirió el bachillerato artístico. Hasta entonces nadie me lo había mencionado. Me gustaba dibujar y pintar, pero tampoco lo había desarrollado mucho. ¿Qué le proporciona la fotografía frente a la pintura? He hecho muchos reportajes de fotografía de mi entorno social: imágenes costumbristas, captar las expresiones de forma tan espontánea... No sé. Como decía el fotógrafo J.H.Engström, la fotografía es el arte de los vagos. Tienes que apretar un botón y ya está. Pero también decía que precisamente por eso, hay que trabajar mucho más otras cosas: la ideas, la observación... Y más ahora que ya no hay que revelar en laboratorio y sacar casi a ciegas... Claro. Antes era un proceso muy lento. Ahora es tan rápido y, a veces, tan cardiaco, que muchas veces, es mejor, parar y coger distancia. Es como el dibujo, que tienes que separarte y alejarte. Pues igual. Si no, es saturante sacar tantas fotos y tener que verlas luego en casa.

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