Pamplona
Los transeúntes, a cubierto gracias a la DYA y el albergue Jesús y María
El Ayuntamiento, a contrarreloj, convirtió el alojamiento en refugio invernal de 24 horas

Actualizado el 12/01/2021 a las 06:00
El coronavirus ha transformado la vida urbana con distancias sociales, mascarillas e hidrogeles. Pero, además, algunos lugares como el albergue Jesús y María de la calle Compañía también ha metamorfoseado su función: de alojamiento de peregrinos a refugio para personas de alta exclusión social que viven en la calle y no quieren acudir al servicio que para transeúntes ofrece el Ayuntamiento en Trinitarios. Con la llegada del temporal, desde el sábado, esta prestación ha pasado de un servicio vespertino-nocturno de 12 horas a ser todo el día con 40 plazas.
Sus usuarios son gente con adicciones fuertes o graves problemas mentales a los que ya se les acomodó en este lugar cuando en marzo se confinó a toda la población en sus casas. Entonces el Ayuntamiento tuvo que buscar un emplazamiento para que estas personas pudieran vivir cerrados y cumplir así con las exigencias del estado de alarma. Y, tras el verano cuando se recuperó de nuevo su uso como alojamiento para peregrinos, en octubre regresó a su función de refugio de transeúntes. En este caso, de 20.30 a 8.30 horas de la mañana para facilitar que ellos también cumplieran el toque de queda de las 11 horas.
Desde el área municipal de Servicios Sociales que preside María Caballero (Navarra Suma) se llegó a un acuerdo con la empresa Xilema, la encargada de la gestión del albergue de Trinitarios, para atender a los usuarios. “Pero la mañana del sábado ya vimos que la situación se iba a complicar mucho y que no daba tiempo a poner en marcha el protocolo invernal que establece la acogida en Trinitarios cuando las temperaturas tienen valores negativos. Y no podíamos sacar a la calle a las 8.30 horas a los que habían pasado la noche en Jesús y María”.
A contrarreloj hubo que poner en marcha otro refugio de urgencia de 24 horas y para las ocho de la tarde se contaba ya con la solución: las 36 personas que habían acudido a las instalaciones fueron atendidas por voluntarios de la DYA, tres por la mañana y otros tantos por la tarde, mientas que de la franja nocturna, como ocurría desde octubre, se encargaron los empleados de Xilema. La comida se pidió a un hotel.
PROTOCOLO DE FUNCIONAMIENTO
Tras esta carrera contra la nieve, el lunes era el momento de sentarse con calma y establecer un mínimo protocolo de funcionamiento del albergue. “Y se ha acordado que tendremos 20 voluntarios de la DYA para cubrir el servicio de mañana y de tarde con dos personas en cada uno, acompañadas por un educador de calle mientas que por las noches seguiremos con Xilema. En cuanto la comida, se encargará a la misma empresa que sirve al albergue de Trinitarios”, desvela María Caballero. “A finales de enero nos volveremos a reunir para ver cómo funciona y mi intención es prolongarlo como mínimo hasta mediados de febrero. Y ojalá se pueda hasta el 15 de marzo”.
El lunes, 35 personas se acogieron a esta prestación y 15 de ellos decidieron quedarse en Jesús y María, aunque se esperaba que por la noche regresara la mayoría. Una cifra muy superior a los entre 12 y 20 que han acudido al edificio de la calle compañía desde octubre. Entonces se les ofrecía, además de cama, cena, desayuno y servicio de lavandería, un servicio del que también dispondrán ahora.
“NECESITAN COMPAÑÍA”
Una de las voluntarios de DYA que participa en este programa es Alba Sanz Erro, de 18 años y estudiante de Sociología en la Universidad Pública de Navarra. “Desde los 16 he estado involucrada en temas sociales y pertenecí a la Asociación Síndrome de Down de Navarra”. Una tía suya, voluntaria de la DYA, le invitó a sumarse a la organización. “Y me apunté porque me parece que ofrece muchos servicios de ayuda a la gente”.
Durante la pandemia ha estado atendiendo las necesidades de personas mayores o con dificultades de desplazamiento, como llevarles la compra, además de colaborar con el Banco de Alimentos o en el túnel de desinfección para vehículos sanitarios que se instaló en el Complejo Hospitalario de Navarra. “Aquí he venido con una amiga porque me parece una labor muy importante ayudar a la gente que está en la calle en medio de esta ola de frío. Y se les ayuda muchas veces haciéndoles compañía porque se sienten muy solos”.
Y así lo pudo comprobar el lunes, el primer día de servicio. “Te encuentras a gente totalmente hermética, que no quiere contar nada de su vida y, por el contrario, a otra que tiene la necesidad de desahogarse. Y las vivencias que te narran son durísimas”, comentaba Alba.
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