Jordi Larroch: “La fotografía es calma, ante todo”

¿Qué tal lleva el encierro con dos niños de 4 y 8 años? Bien. No paramos de hacer e inventar cosas. Siempre tenemos cosas que hacer. ¿Cómo es su viaje de Barcelona a Pamplona y cómo llega a la fotografía? Vine a Pamplona porque conocí a una chica. Lo dejé todo y me vine. Yo estudié música en Barcelona en el Taller de Musics. Hacía bolos y me tocó la época de Operación Triunfo. Hice muchos playbacks y programas de televisión. ¿Sí? ¿Fue músico de banda acompañante de los primeros triunfitos? Sí, sí. Me tocó de figurante y me lo comí todo. Es penoso, pero estaba muy bien pagado. Y con esto de la música, te tienes que ganar el pan sea como sea. ¿Y qué tocaba? La batería. Cuando vine aquí me traje la batería, pero nacieron los niños, así que la vendí a un amigo que tenía un estudio de grabación. Yo quería que siguiese latiendo, pero que la tocase alguien de confianza. Me quedé con un teclado, un cajón flamenco y cuatro cosas más. ¿Y en qué año llegó a Pamplona? Con los años soy muy malo. El otro día tuve que hacer cuentas para saber cuántos años tenía. No sé, hace 16 o 17 años. ¿Así que cuando habla de Operación Triunfo se refiere a la época del boom? Sí, sí. La primera. El caso es que cuando vine aquí, los amigos me pedían fotos. Fue cuando empezó Instagram. Al principio hice un blog que se llamó para4gatos. Eran fotos para amigos de lo que iba haciendo. Les ponía un título gracioso y lo acompañaba con música de fondo. ¿Y tenía formación con la fotografía? No. Nada. Autodidacta. Siempre me había interesado la fotografía, la imagen, los conceptos publicitarios, la creatividad en general. Desde pequeño dibujaba muchísimo; después empecé a escribir; después, la música... Voy como por fases... DE DIGITAL A ANALÓGICO ¿Fotografía digital o analógica? Antes trabajaba con digital. Y contento. Pero la fotografía es calma ante todo. Si haces fotos por la calle, igual no miras tanto el detalle. Pero con objetos, no tienes excusa. Si no haces lo que tenías en la cabeza, tienes todo el tiempo del mundo para trabajarlo. Y en su caso, la preparación del set fotográfico es básica. Claro, claro. Opté por el papel. Son doce fotos. Pueden ser más, pero el revelado es caro. No puedes estar perdiendo dinero y tiempo. De manera que procuras ir al detalle. Intentar no retocar nada, que ¡pam!, sea directamente la foto. Ya sé que parece un paso atrás, pero para mí, no. Es un paso adelante. Aunque empecé en 2018, las primeras imágenes analógicas se podrán ver en la exposición que preparo para octubre de este año en Ormolú. ¿En qué momento da un salto desde las redes hacia algo más poético y personal, muy en la línea de Chema Madoz? Hacía fotos a objetos en la calle, pero a veces también hacía a personas en según qué actitudes. ¿Qué paso? Si veía comentarios que podían ser ofensivos para la persona a la que había hecho la foto, me hacía sentir muy mal. Así que empecé a hacer cosas en casa. Y lo primero que hice fue coger un bote de yodo, le puse una bolsa de plástico, lo tiré al aire e hice la foto. La titulé Paracaídas. Recordé que a los 17 años fui a ver una exposición en la plaza Universidad de Barcelona de Madoz y de Brossa. Iba con un amigo y le decía: “Yo sé hacer esto. Yo hablo así”. Andreu Buenafuente dijo de usted que es “brillante, diferente, sensible, delicado, directo a veces, poético otras…”. Vaya subidón, ¿no? Cuando empecé con las redes sociales empezó a seguirme gente conocida. Eso también te va motivando. Muy majo Buenafuente. Mantengo cierto contacto. Nos mandamos fotos y nos recomendamos otros artistas que vamos descubriendo. A mí me hacía un encargo y yo le respondía al email casi ya con la imagen. Y con los encargos me gusta saber la historia que hay detrás. Y tiene que ser algo que me llame. Y esto ocurre con todas sus imágenes. Siempre. Todas tienen una historia personal detrás. O mía o de alguien cercano a mí. ¿Y eso por qué es? Porque creo que las imágenes tienen que hablar de ti, de tu historia. Yo siempre voy a tener la sombra de Chema Madoz detrás. Y más si utilizas el blanco y negro. Chema es maravilloso, Premio Nacional de Fotografía. Y sé que esa sombra va a estar detrás. Quizás comparten una gran virtud: que ambos son poéticos pero no cursis. La fotos de Chema son tan icónicas que, por ejemplo, parece que no se puede hacer nada con una cerilla. Así que yo he optado por hablar de mi vida. De las personas que tenga cerca. Porque eso no lo habrá hecho Chema ni nadie. Los objetos son limitados y es fácil coincidir a la hora de unir dos conceptos. Pero si hablas de tus experiencias personales, esa foto se vuelve única. Tomarla me puede llevar el tiempo que haga falta. Pero es un medio de expresión. Lo que tengo claro es que ya no me interesa el chiste fácil. DNI Nacido en Barcelona en 1978, Jordi Larroch lleva más de 15 años afincado en Pamplona. Estudió batería en el Taller de Musics de Barcelona. Fotógrafo autodidacta, en Pamplona trabaja con la galería Ormolú, donde expondrá en octubre de este año.

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