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Salud

50.000 personas tienen diabetes en Navarra, pero 10.000 no lo saben

La Unidad Multidisciplinar de Adultos y el personal de enfermería en los centros escolares, reivindicaciones de la asociación ANADI en su 40 aniversario

Ampliar Juantxo Remón, presidente de ANADI, y Mirentxu Oyarzábal, este viernes en el Colegio de Médicos
Juantxo Remón, presidente de ANADI, y Mirentxu Oyarzábal, este viernes en el Colegio de MédicosJesús Caso
Publicado el 06/05/2023 a las 06:00
Según los últimos datos, Navarra registra unas 40.000 personas diagnosticados de diabetes. De ellas, unas 2.000 tienen diabetes tipo 1 (el páncreas no genera insulina) y las 38.000 restantes tienen diabetes tipo 2, ligada principalmente a la obesidad y a hábitos poco saludables. Sin embargo, se calcula que podría haber otras 10.000 que la sufren pero desconocen el diagnóstico.
En este contexto, la asociación ANADI conmemoró ayer sus 40 años de andadura con un acto en el Colegio de Médicos reivindicando “una mejor atención” para todas estas personas. Esto podría materializarse, entre otras cuestiones, en la puesta en marcha de una Unidad Multidisciplinar de Adultos (como sí existe en el caso de los niños), o en la implantación en todos los centros escolares de personal de enfermería que pueda prestar una atención especializada al alumnado con patologías crónicas, ya sea diabetes u otras. Así lo explica el presidente de la entidad, Juantxo Remón. “¿Quién le pone la insulina al niño a la niña en horario escolar? O los padres salen del trabajo, o depende de la buena voluntad del profesorado, pero no es su función. Luego está también la cantidad de chavales diabéticos que se quedan sin ir a la semana de la nieve o a la de l inglés por este tema. Es una discriminación”, lamenta.
LOS ORÍGENES
En 1983, un grupo de padres y madres de menores con diabetes se reunían para poner en común sus inquietudes y buscar la forma de apoyar a los menores afectados, impulsados por la doctora Mirentxu Oyarzábal y su equipo de la Unidad de Endocrinología Pediátrica del Hospital Virgen del Camino. Así nacía la Asociación de Padres de Diabéticos Infanto-Juveniles de Navarra, la semilla de la actual Asociación Navarra de Diabetes (ANADI) y que, cuatro décadas después, se ha convertido en una referencia para las personas afectadas.
Con sede en la calle Curia, la entidad cuenta con más de 650 personas asociadas y cuenta con distintos recursos: enfermería, trabajo social, psicología, formación en diabetes, programa de menores debutantes, campamentos o programa deportivo, entre otros. Todo, con el objetivo de “mejorar la calidad de vida” de las personas diagnosticadas, de modo que puedan llevar un día a día “normalizado””. “Les ofrecemos una perspectiva diferente, una forma de vivir la enfermedad que no le frene”, explican.

Mirentxu Oyarzábal, endocrinóloga pediátrica: "La tecnología ha avanzado muchísimo, pero la esencia del tratamiento sigue siendo la misma"

La Asociación de Padres de Diabéticos Infanto-Juveniles de Navarra, la semilla de la actual Asociación Navarra de Diabetes (ANADI), se fundó con la endocrinóloga pediátrica Mirentxu Oyarzábal como cabeza visible, pero a ella le gusta enfatizar “el trabajo de equipo”. “Participaron también dos enfermeras, que han sido claves en todo este desarrollo, así como los que eran mis residentes y cuatro familias. La ilusión era compartida. Ahí es cuando comenzó a cambiar la diabetes en Navarra”, recuerda.
¿Se celebran estos 40 años con un puntito de orgullo?
Con muchísimo. Fue la primera asociación en Navarra de niños con patologías crónicas. Inicialmente fue sólo una asociación pediátrica. Después se unieron los adultos, los de la diabetes tipo 2, porque así la fuerza y el conocimiento son mayores. La asociación ha jugado un papel clave, y espero que así siga siendo.
¿Es muy distinto tener diabetes ahora que hace 40 años?
La diabetes es una enfermedad para toda la vida, al menos de momento. El diagnóstico es muy duro y conlleva una educación estricta y un soporte emocional. La familia se lleva la enfermedad a casa, y eso no ha cambiado. Lo que sí ha avanzado muchísimo es la tecnología.
¿Cómo?
Por aquel entonces les decíamos a los niños con esperanza: “Llegará el día en que os olvidaréis de tener que pincharos 8 veces al día porque la tecnología nos ayudará a crear circuitos de administración de insulina”. Y así ha sido. Ahora ya no se pinchan, llevan su sensor de glucosa con su bomba de insulina. La tecnología es espectacular, pero la esencia del tratamiento es la misma: educación diabetológica y soporte emocional, especialmente en momentos duros como la adolescencia y la pubertad. Yo siempre solía decir que el verdadero tratamiento de la diabetes son la educación y la motivación.
¿Ha crecido la incidencia de la enfermedad en este tiempo?
La del tipo 2, sí, que va asociada a la obesidad y los hábitos de vida. La diabetes tipo 1 aumentó mucho en los años 80 y 90 pero, según los últimos datos que yo he leído de la incidencia en Navarra, se ha estabilizado o incluso está disminuyendo. Es para alegrarse, porque en la infancia y la adolescencia la diabetes es mucho más difícil de manejar.
¿La curación sigue siendo una esperanza en el horizonte?
Pues sí, pero también lo era en su día este sistema tecnológico que tienen ahora. Nosotros tuvimos la buena suerte de participar en una investigación muy puntera para aquellos tiempos. El objetivo era crear una vacuna que evitara el daño inicial en fases muy tempranas, puesto que nunca se sabe qué niño va a desarrollar diabetes. No dio finalmente el resultado que exigen los ensayos clínicos, que son muy exigentes, pero sigo convencida de que hubo un porcentaje que sí se benefició. Otra expectativa, no solo para la diabetes sino para muchas enfermedades, es conseguir producir células beta en el laboratorio. Cuando se tiene diabetes, esta célula no se identifica y el organismo va contra ella. Se trata de obtener células beta saludables, sin esa carga genética, para poder reproducir nidos celulares que fabriquen insulina.
ANADI alerta del infradiagnóstico de la diabetes tipo 2.
Va muy asociada al envejecimiento, a los hábitos de vida. En los niños, el debut es fulminante: empiezan a orinar mucho, a beber mucho, se deshidratan... pero en los adultos puede haber muchas personas sin síntomas o con poco síntomas, por eso es un gran reto. Es una enfermedad silente, que no duele, de modo que el daño que se va dando en el ojo, en el riñón, en el corazón, va progresando sin un tratamiento diagnóstico. No hay que olvidar que está detrás de muchos infartos.
¿Qué reivindicaciones podrían hacerse en el ámbito de los niños con diabetes?
Pienso que las mismas que se hacen sobre la sanidad globalmente. Creo que en Navarra estamos bien en cuanto al suministro tecnológico, pero eso, sin una educación, una motivación y un seguimiento, no es suficiente. Recuerdo que nuestros niños y niñas tenían nuestros números de teléfono y, si había un problema, sobre todo enfermería daba un soporte fundamental. Sin enfermeras especializadas, nada de esto habría sido posible, por eso los equipos especializados estables son clave. Con toda la patología crónica lo es.
¿En esto igual hemos empeorado en estos 40 años?
Yo ahora no podría decirlo. En aquel tiempo teníamos una ilusión desfogada. Las familias estaban tan motivadas... Y teníamos muchas ayudas. No quiero que se me olvide mencionar a algunas voluntarias, como la doctora Natividad Zubieta, que da el nombre al centro infanto-juvenil de psiquiatría. Nati era amiga, así que le pedimos que nos echara una mano, porque había familias que pasaban muy malas temporadas. Fue un soporte fundamental, todo de una forma generosa, claro. 
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