Raúl Montero: "Los arquitectos somos de los que damos liebre por gato"

Un estudio de nombre RUE en la calle Barquilleros. Sí. Cuando pensamos en abrir aquí el estudio mucha gente nos decía, “¿ahí os vais a poner?”. Y ahora, diez años después, la frase habitual es, “qué sitio tan privilegiado”. La verdad es que ahora sí, pero cuando llegamos parecía un sitio más bien hostil. Con la apertura del hotel cambió mucho. ¿Se tiene que reinventar a menudo como arquitecto? Más que reinventarte, tienes que ponerte al día. Lo que nos pasa a los arquitectos es que muchas veces vamos un poco por detrás de los acontecimientos. ¿En serio? Ocurren las cosas, surgen las necesidades, y nosotros vamos adaptándonos o pensando cómo responder a ello. Y creo que los arquitectos deberíamos ir por delante. Básicamente por la formación que tenemos, que es muy completa, técnica, humanística... Pero al final tenemos adaptarnos a los cambios normativos, a las necesidades que surgen... Muchas veces con la lengua fuera. Pues la visión que se tiene desde fuera es que los arquitectos se mueven en la vanguardia... Lo intentamos. Pero es mentira. No creo que estemos en la vanguardia ni mucho menos. Creo que hay otras disciplinas que están mucho más en la vanguardia. En general hacemos lo que podemos, a veces mejor y a veces, peor. Creo que deberíamos ser más ambiciosos. Después del modelo de los arquitectos estrella, ¿en qué momento está ahora la arquitectura? ¿Hay un cambio de paradigma? Efectivamente. Desde la caída de estas grandes obras faraónicas, de la pérdida de dinero, tiempo y recursos... ¿También de prestigio? En los círculos más arquitectónicos, sin duda. Desde la caída de ese modelo y con la crisis de 2008, se pusieron en valor intervenciones más modestas, más baratas... Ahora, creo que vuelven a resurgir esas grandes obras a escala, pero estamos en el momento de la rehabilitación. De hecho, lo vemos todos los días en nuestras calles. Y en la calle Compañía 3, un edificio rehabilitado que salió de RUE... Sí. Es un ejemplo de lo que digo. Fue una obra problemática. Energéticamente es muy eficiente, con el certificado passivhaus. Es una iniciativa de Nasuvinsa y se trata de alquiler social con solo cuatro viviendas, modestas en su superficie. Para nosotros es un orgullo esta obra. Una directora de Nasuvinsa nos decía que cuando quería fotos de inquilinos felices siempre pedía del edificio de la calle Compañía. Quiero ir un día para ver cómo la están habitando. El caso es que estamos en los tiempos de la rehabilitación. Sí. Y nosotros, por ideología, preferimos reutilizar lo existente antes que tirar algo y hacerlo nuevo. La mayor parte de nuestro trabajo va en esa línea, aunque también hacemos obra nueva. Pero sí. Con la crisis energética hay una necesidad clara que va a ir a más. Además, están los procesos de descarbonización que también tienen que ir de la mano en la construcción y en la vivienda. ¿Ese horizonte de 2050 con edificios de consumo energético cero es una utopía? Yo creo que es posible. O debería serlo. Pero exige mucha voluntad por parte de todos. ¿Y existe el temor a que las ciudades parezcan iguales con las envolventes térmicas? Nosotros hablamos del alicatado de la ciudad. Bajas a Orvina y esos bloques en H, tan propios de su momento, te los encuentras con fachadas ventiladas, muy parecidas entre sí. Parece que los hemos azulejado, cuando no es la imagen de esos edificios. Pero hay mucho dinero en juego. Y ahí es donde la administración tiene que proteger un poco. Porque es normal que las comunidades vayan a opciones baratas que se las firma un técnico. Y aunque la fachada es de una comunidad, la ciudad es de todos. Los arquitectos tenemos que estar ahí. ¿Qué le parece Lezkairu? Para mí es un barrio anodino. Los hay peores, pero a mí no me seduce. Es que llega un momento en el que si te sueltan en Nuevo Artica o en Lezkairu, por citar dos, no sabes si estás en Pamplona, en Vitoria, en Zaragoza... El trazado y las edificaciones son muy similares. A mí me toca mucho las narices que a los arquitectos nos consideren solo técnicos. ¿Es decir? Soy técnico. Pero soy arquitecto. Al final, el técnico es sinónimo de un señor que te estampa una firma. Pero es que nosotros y nuestro colectivo damos más. Dicen que los arquitectos son de los pocos profesionales que damos liebre por gato. Yo creo que hacemos los mejores proyectos, cuando ni siquiera lo quiere el cliente. Nosotros siempre les decimos, “cuéntame tu vida y te digo cómo es tu casa”. ¿Son como psicólogos espaciales? (se ríe) Bueno, nuestro estudio se llama RUE Soluciones Espaciales. Nuestro trabajo es imaginarnos lo que el cliente no es capaz. Y esa parte de nuestro trabajo nos gusta mucho. Ir de la mano de alguien e ir ideando su casa. Hace poco he recibido un mensaje de una clienta que estaba disfrutando del sol encantada de la vida. Es una rehabilitación de una borda en el Pirineo. Ellos querían hacer una vivienda de VPO. Nosotros le hicimos un vaciado espacial.

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