Obituario
Luis Antón Aparicio, médico oncólogo

- Salvador Martín Algarra
El cielo gris y lluvioso del miércoles de la semana pasada no tuvo nada de especial en Pamplona, pero estoy seguro que fuimos muchos los que al amanecer de ese día nos sentimos sacudidos por la sorpresa y la nostalgia.
En mi caso fue por un tuit inesperado. En la foto estaba el escorzo señero del profesor Luis Miguel Antón Aparicio en una sala del hospital de día de Oncología del CHUAC, el flamante y prestigioso Hospital Universitario da Coruña. De las inesperadas palabras que acompañaban a la imagen solo acerté a leer dos, que me sobrecogieron: sentido pésame.
Luis Antón Aparicio ha sido un prestigioso y muy querido oncólogo médico. Fue también uno de los primeros oncólogos médicos que trabajó en Navarra. Se incorporó a la Universidad de Navarra en el curso 1981-1982, al que entonces se denominaba Servicio de Quimioterapia, y estuvo con nosotros hasta finales de la década de 1980, cuando se trasladó al Hospital Juan Canalejo como primer jefe de Oncología Médica, donde ha permanecido hasta su reciente jubilación.
La aportación de Luis en las primeras andaduras de la oncología en la Clínica Universidad de Navarra fue extraordinaria y, a pesar de los años, su huella perdura. Trabajó codo con codo con el Dr. Antonio Brugarolas en la atención diaria a pacientes -que en aquellos años no tenía horario ni fines de semana-, y en los programas de investigación en el Laboratorio de Oncología, del que fue responsable y principal motor. Desde el laboratorio su labor fue incansable, tanto en la puesta en marcha de las líneas de investigación con cultivos celulares obtenidos de biopsias de los propios pacientes, (los “oncogramas” con los que se intentaba identificar la sensibilidad de las células tumorales a los quimioterápicos) y con el establecimiento de líneas celulares que permitieran entender los mecanismos de resistencia a los tratamientos. También dedicó considerable esfuerzo al estudio de la actividad antitumoral de los linfocitos, trabajó incansablemente con el servicio de Farmacia para la puesta en marcha de estudios de cinética de quimioterápicos y en la identificación de actividad antitumoral de nuevos compuestos, con el laboratorio precursor del Centro de Investigación de Farmacobiología Aplicada (CIFA).
Junto a su actividad asistencial e investigadora Luis supo ser un grandísimo mentor para los que nos incorporamos en aquellos años al Departamento de Oncología. Así lo recuerdan el Dr. Carlos Dy, del St. Luke’s Cancer Center de Manila (Filipinas), y el Dr. Arturo Gil, del Hospital Piñero de Buenos Aires (Argentina), primeros residentes en completar la especialidad en nuestro departamento, que me han transmitido como muchos otros profesionales, su enorme afecto y deuda de gratitud por su dedicación y ayuda.
Luis además fue un artista generoso, polifacético y genial en el sentido literal de la palabra. Pintaba con maestría y decoraba con elegancia. Su alegría y dinamismo nos arrastraba a todos en los momentos entrañables de Navidad o del chupinazo. Recuerdo especialmente el impacto que tuvo el primer belén de Oncologia, que él visualizó y construyó con originalidad y habilidad soberbias. Milagros Arrieta, enfermera supervisora del departamento en aquellos años, conservaba con cariño unas preciosas fotos del belén y un delicioso poema del Dr. Felipe Calvo -hoy director científico de la Unidad de Protonterapia- que lo describía como “Belén de plata y cristal…”.
El inexorable paso del tiempo hace olvidar, desenfocar o desconocer a personas y paisajes que acrisolaron las instituciones en las que trabajamos. El doctor Luis Antón fue un colaborador clave para la puesta en marcha del Departamento de Oncología de la Universidad de Navarra. Vivió con intensidad y maestría. Hizo familia de sangre y discípulos de alma. Fue un amigo y compañero inolvidable, que tuvo siempre a gala su tiempo entre nosotros y su raíz navarra. Descanse en paz.
Salvador Martín Algarra, Departamento de Oncología, Clínica Universidad de Navarra
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