El abuelo de Asun Larreta existió

Existen solo tres fotos de su abuelo paterno, Juan Larreta Larrea. Por eso a ella, Asun Larreta Ayesa, le resulta sencillo colocarlas mentalmente en las páginas del libro que acaba de publicar: “La foto de la portada, con sus alumnos de Isaba; la que se hizo en Treviana con su mujer y sus hijos -el que tiene en las rodillas es mi padre-, y la que encontramos en el periódico La Rioja de la Fiesta del Árbol en Treviana en abril de 1936, donde aparece con más maestros y maestras, el alcalde, otras autoridades...”. Y ya. Y es casi anecdótico porque, durante décadas, su lucha y la de su familia ha sido demostrar que Juan Larreta existió: maestro pamplonés asesinado tras el golpe de 1936 en La Rioja, donde estaba trabajando, sus hijos padecieron el ocultamiento del cadáver, la depuración de Larreta como maestro, el desahucio y expolio de la casa, el encarcelamiento y tortura del hijo mayor (16 años) y el ingreso en el orfanato de los tres más pequeños (de 9, 12 y 14 años). “Una historia familiar con silencio y olvido impuesto durante décadas y con la memoria y la identidad del maestro hecha desaparecer. Nos ha costado muchísimo recuperarla”, narraba este miércoles Asun Larreta (Pamplona, 1959) en la presentación de 'Juan Larreta Larrea. El compromiso personal y familiar de un maestro represaliado (1881-1936-2023)'. “Un libro imprescindible”, continuó el historiador y antropólogo Roldán Jimeno Aranguren, “para un aspecto muy importante: la represión de los golpistas del 36 en torno a los maestros y maestras, un colectivo comprometido con la Segunda República, objetivo directo por ese motivo”. Autor de uno de los dos prólogos del libro -el otro lo firma el investigador riojano y “referente fundamental de la memoria histórica Jesús Vicente Aguirre González”-, Jimeno señaló que el libro, editado por Pamiela y con la colaboración de la dirección general de Paz y Convivencia del Gobierno de Navarra, “no es solo una historia familiar”. “Es también una investigación de militancia desde la memoria histórica: se hace justicia a un maestro y con él, a toda esa generación de maestros republicanos que creyeron en un modelo educativo y lo llevaron a la práctica de una manera muy consciente de lo que su teoría iba a suponer en el futuro de la construcción de una sociedad mejor”. Porque, añadió, la obra de Asun Larreta “no es una hagiografía de su abuelo: ha utilizado investigación de archivo, bibliografía exhaustiva y una historia oral impecable para escribir una obra muy difícil de escribir por la escasez de fuentes documentales y para lograr la verdad histórica y, así, la justicia y la reparación”. Asun Larreta, que colabora desde hace dos décadas en diversas asociaciones de memoria histórica, contó este miércoles que han sido muchos años “sin conseguir nada de información”, cuando saber qué ocurrió “era necesario para restituir, honrar y poner una placa donde poder llevar unas flores” a su abuelo. “Una manera de conocer quiénes somos y por qué actuamos de una forma o de otra”, añadió esta maestra jubilada de infantil y primaria en el modelo D, primero en Zangotzako Ikastola de Sangüesa y después en la ikastola Hegoalde de Pamplona. MAESTRO VOCACIONAL Juan Larreta, maestro vocacional, empezó a ejercer en 1904 y logró plaza fija en Isaba en 1909. Casado con Rafaela Garde, la pareja, con tres hijos (Ángel, Teresa y Pepe), conoció allí a Asun Elizalde, que les ayudó como niñera hasta 1921, ante “el traslado forzoso” del maestro y su familia a La Rioja. “Mi abuelo formaba parte de las asociaciones progresistas de Isaba, donde se vio la gran confrontación entre el tradicionalismo del poder oligarca caciquil y los sectores progresistas que llevó a una caza de brujas y a una situación insostenible por la que pidió el traslado”. Por eso la familia terminó en Treviana. A los seis años murió Rafaela. Para entonces la pareja había tenido otros tres hijos: Julián (padre de Asun Larreta), Eulalio y Rafael. Fue un movimiento de intelectuales, maestros y trabajadores de la enseñanza quienes elaboraron el proyecto que el Gobierno republicano progresista haría suyo: la escuela laica “sería garante de hacer llegar la educación y la cultura a todos los niños y niñas de cualquier lugar para conseguir una sociedad más igualitaria”. Pero “el golpe de Estado, el franquismo y la dictadura reprimieron y vulneraron cruelmente todos los derechos adquiridos, implantando el nacionalcatolicismo y, a nivel de la enseñanza, aniquilando a todo docente que hubiera intentado promover este cambio”. Uno de ellos, Juan Larreta. Mientras los hijos pequeños eran ingresados en el orfanato, el mayor, Pepe, consiguió salvarse cuando era trasladado a otra prisión. Volvería a aparecer en su vida, y en la de sus hermanos, la que había sido su niñera, Asun Elizalde, que con la marcha de los Larreta Garde a La Rioja se había trasladado a Pamplona, donde se había casado con José Ayesa y había sido madre de Marisa (madre de Asun Larreta) y José Mari: los Ayesa Elizalde acogieron en su casa a Pepe, facilitándole el paso al exilio, y a la hija mayor del maestro, Teresa, que, represaliada tras el asesinato del progenitor, acabó suicidándose. Con el tiempo, los Ayesa Elizalde sacaron del orfanato riojano a los tres hijos menores del maestro, acogiéndolos en casa. “Pero dentro de esta miseria y tragedia, la vida cotidiana continua y surge el amor, y una pareja de enamorados une más a las dos familias”, relató ayer la autora. Hablaba de su madre y de su padre. Los hermanos Larreta Garde se reencontraron en 1956, vieron la necesidad de conocer qué había pasado con el padre y regresaron a Treviana, donde consiguieron testimonios y se reencontraron con represaliados. “Mi padre pasó muchos años de constante búsqueda y en 1979 logró saber que habían llevado a mi abuelo a La Guardia, subido a un camión, donde le dispararon”, recordó la autora. Los hijos del maestro pudieron tener acceso allí al certificado de defunción de un desconocido que incluía la autopsia del cadáver. “Por la exhaustiva descripción física del cuerpo y de las ropas que llevaba supieron que era él. Pero fue todo lo que consiguieron”. Hasta 2011, cuando en el Archivo Histórico Provincial de La Rioja se halló un legajo depositado por un particular con los expedientes de media docena de personas, entre ellos el profesional de Juan Larreta. “Fue el punto de inflexión para encontrar un tesoro de información: con esa documentación ya podíamos validar que mi abuelo existió”. Este miércoles la autora afirmó que “la dignidad de estas personas está restituida”. “Y aunque tarde, recuperamos su memoria”. Con ese “tarde” se refería a que su tío Pepe fue el único hijo vivo cuando se celebró el homenaje en La Guardia al abuelo Juan en 2012. “Los demás hijos no han logrado siquiera el nombre de su padre en el certificado de defunción”, concluyó Larreta, para quien “es tiempo de que estas personas dejen de ser víctimas que reivindicar y pasen a ser referentes para el futuro”.

El abuelo de Asun Larreta existió

La familia de Juan Larreta Larrea, maestro pamplonés asesinado en julio de 1936, ha empleado décadas en dar con documentación que les contara qué ocurrió. Su nieta ha recogido en un libro el compromiso personal y familiar del maestro.

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