Maria Elorza, directora de cine: "Mucha gente venía a casa a hablar de libros"

Tonina, Loreto, Wal y Viki son cuatro mujeres, de entre 68 y los 85 años, con los libros muy presentes en sus vidas. Una guarda flores secas entre las páginas, otra transportaba en el maletero de su coche la biblioteca ambulante del Partido del Trabajo, una más habla de Goethe como de un pariente, con sus cosas, y Tonina, que es la madre de la directora de la película, relata cómo un día la literatura entró en su hogar como una yegua -su hija lo ilustra con imágenes del caballo de Troya- y poco a poco la casa fue tomada por libros y por figuritas de Dante. Maria Elorza (Vitoria, 1988) cuenta a través de ellas las distintas maneras de relacionarse con los libros, y también de vivir, en 'A los libros y a las mujeres canto', que llega este viernes a los cines. El jueves por la noche, la cineasta asistió al preestreno en los cines Golem Yamaguchi de Pamplona. ¿Es esto una réplica a Virgilio cuando escribió “a las armas y a los hombres canto”? Puede ser una réplica, puede ser un pequeño homenaje también. No a Virgilio específicamente, pero sí que hay mucha referencia a los clásicos, y al deseo de mantenerlos vivos. Es un guiño a Virgilio, también con un tono humorístico. ¿Las mujeres se relacionan de forma especial con los libros? Es una pregunta muy difícil para la que no tengo respuesta. No lo sé, pero estas protagonistas sí que se relacionan con los libros con una sensibilidad especial. Justamente por eso están en la película. El hecho de que sean mujeres tiene que ver con que conocí a estas mujeres concretas que quería retratar; y porque en mi casa somos tres mujeres, he crecido en un ambiente muy femenino y siempre hay muchas mujeres en mis películas. Una de ellas es su madre, ¿las demás también han estado presentes en su vida? Sí. Son amigas de mi madre, las conozco desde la infancia. Con Loreto, que tiene una vena muy teatral, siempre hemos bromeado con la idea de hacer algo porque ella también se presta mucho a la actuación y a la performance. No es tanto que voy en busca de la película, sino que casi la película viene a buscarme a mí. Muchas de las decisiones que tomo siguen más una casualidad que obedecen a un plan. Todo empezó, de hecho, a raíz de que se le cayó a su madre una estantería llena de libros y se le quedó un dedo torcido. Sí, a raíz del incidente empiezo a trabajar sobre el tema de literatura y vida, y pienso en ellas y me entran ganas de indagar en sus casas y ver qué me quieren cantar. ¿Fue de niña ratona de biblioteca? No especialmente. Siempre me ha gustado mucho el estudio, y leer, pero mi aproximación a la literatura es la de la aficionada que disfruta leyendo y que entiende la literatura como una de las ciencias más importantes de conocimiento y de crecimiento intelectual. Dicho esto, es verdad que mi madre ha sido profesora de literatura muchos años, en casa hemos tenido muchos libros y mucha gente que venía a hablar de libros a casa. ¿Son los libros revolucionarios? Por supuesto. Los libros también son armas, y pueden ser armas buenas o libros que son propaganda y que pueden ser mortíferos también. El libro como objeto no tiene sentido, es nuestra relación con el libro, y el saber escoger, e interpretarlos, en ese dialogar con ellos es donde está la importancia de la literatura. Incluso plantea cuántos libros merecerían ser quemados, un anatema para amantes de libros. [Risas] Por supuesto. He procurado afrontar la película sin prejuicios y de manera heterodoxa, no es purista. Bebe de distintas fuentes y procura presentar las cosas en su complejidad. Me gustaba lanzar esa provocación. La imagen de un libro ardiendo nos parece algo que asociamos con el totalitarismo, pero por otra parte me encanta la imagen de los niños quemando libros de texto al final de curso en la hoguera de San Juan, porque también es un ejercicio de rebelión contra la autoridad. Cada una de las protagonistas tiene relaciones especiales con ciertos autores. ¿Usted? En la película incluyo algunos de mis queridos. El paralelismo en mi caso no es tanto con la literatura sino con el cine. Igual que a ellas les acompañan estos autores a mí me acompañan las imágenes cinematográficas. Es verdad que, como antes se hacía con la Biblia, siempre tengo en la mesilla algunos libros para que me asistan en momentos de dificultad. Libros que me consuelan pueden ser los 'Pensamientos para mí mismo' de Marco Aurelio o 'Carta a un joven poeta' de Rilke, que cuando tengo mis crisis creativas me la vuelvo a leer y me infunde valor. Esa relación con el cine se ve a través de imágenes que salen de la literatura pero son ya cine, el material de archivo que usa aquí. Sí. Para mí uno de los desafíos era tratar de pensar cómo convertir en sustancia cinematográfica algo ajeno al cine como es la literatura. La clave era cómo esas imágenes literaria que ellas citan podían echar a andar, ponerlas en movimiento y darles vuelo. Entre las localizaciones hay dos de Navarra, Turrillas y Esparza, ¿qué ha buscado allí? La película es un collage que se va tejiendo con muchos elementos diferentes y una de estas imágenes son las abejas, como metáfora del trabajo pero también retomando la cita de Rilke de que recogen la miel de lo visible para depositarlo en lo invisible. Estas abejas que me servían para hablar metafóricamente de la poesía las filmé en Navarra porque el hermano de la productora, Marian Fernández Pascal, tiene abejas. Y después estuvimos en Alzate, grabando una imprenta, que es un material que al final tuvimos que descartarlo con mucha pena. La película se estrenó en el Festival de San Sebastián y desde entonces ha hecho en gran tour por festivales, ¿la ha acompañado? En la medida que he podido porque fui madre justo hace ahora un año. He procurado ir a los festivales españoles porque por cercanía podía organizarme para ir, y después me hacía muchísima ilusión poder ir a Rotterdam, porque es uno de estos festivales que una sigue durante muchos años y nunca piensa que puede llegar a estar. También porque tenía curiosidad por ver cómo se entendía la película en el extranjero. Fue una sorpresa ver que el público holandés se reía mucho. Al que sí pudo venir recientemente fue al Punto de Vista de Pamplona con 'Al borde del agua'. Sí. Está basado en una grabaciones que había hecho Iñigo Salaberria en Super 8 en los años 80. Tenía esas bobinas que había utilizado como material de prueba y no había utilizado. Él estaba ya muy enfermo y me propuso trabajar sobre ese material. Él era un gran, gran asiduo del Punto de Vista -yo también lo he sido- y era una de sus ilusiones poder mostrarlo. Para mí fue muy especial presentar allí esta película sin Iñigo, desgraciadamente. Es un festival con el que me siento identificada, es una forma de entender el cine muy abierta y muy atenta a los nuevos lenguajes.

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