Elvira Roca lleva a Zugarramurdi su novela sobre el inquisidor Salazar

La Cueva y el Museo de las Brujas de Zugarramurdi sirvieron este martes de escenario para la presentación de la novela histórica Las brujas y el inquisidor, con la que la autora malagueña Elvira Roca Barea se propone “romper con los estereotipos de la Inquisición y la brujería”. La obra, de 576 páginas, ha sido la ganadora del premio Primavera de Novela 2023, dotado con 100.000 euros y convocado por la editorial Espasa y Ámbito Cultural de El Corte Inglés. Coincidiendo con el arranque de la primavera, que se estrenó con un día soleado, la autora del exitoso ensayo Imperiofobia y leyenda negra -ha alcanzado las 40 ediciones-, regresó a Zugarramurdi una década después de su primera visita al ‘pueblo de las brujas’, cuando ya estaba investigando sobre el tema. “Cuando vine aquí por primera vez, hace unos ocho o diez años, fue porque me interesaba el caso de Zugarramurdi. Entonces no tenía en mente escribir un novela”, comentó Elvira Roca a este periódico. Su interés por el famoso episodio de Zugarramurdi se acentuó al descubrir la figura del inquisidor Alonso de Salazar (1564-1636), a quien considera “un hombre extraordinario y un personaje fascinante”. Analítico, empático y racional, Salazar disintió con la manera en que se llevó el proceso de Logroño de 1610, que se saldó con once condenados a la hoguera: seis en persona y otros cinco, en efigie, ya que la mayoría fallecieron en la cárcel. Todos ellos, vecinos de Zugarramurdi. En su novela, Elvira Roca contrapone dos maneras opuestas de afrontar los casos de brujería: la racionalidad de Alonso de Salazar frente al fanatismo de Pierre de Lancre, destinado por el rey Enrique IV de Francia como juez instructor para reprimir la brujería en la provincia vasco-francesa de Labort. “Quería contraponer esas dos actitudes. Mientras Alonso de Salazar duda de todo lo que le cuentan porque nadie se lo ha podido mostrar, Lancre se lo cree”. Un patrón que se repite En todas las epidemias de brujería, desde Zugarramurdi a Salem (Massachusetts), hay una patrón que se repite a lo largo del tiempo: “Siempre hablamos de comunidades muy pequeñas, y donde hay un componente importante de juventud e infancia. Hay casos que arrancan con testimonios de niños de nueve o diez años. Empieza un proceso de acusaciones en cadena donde afloran todas las malquerencias, las rivalidades vecinales, los enconos por las lindes, los novios despechados... Son comunidades con vínculos muy estrechos de afecto y también de odio. Ese es el prototipo de un caso de brujería, aquí, en Suecia y en Massachussetts”, explicó Elvira Roca durante la rueda de prensa que ofreció en el Auditorio del Museo de las Brujas, donde desgranó las claves de su novela. En Las brujas y el inquisidor, Roca plantea la brujería como un espejo que refleja conflictos e intereses variados. Las guerras de religión, los conflictos políticos y otras circunstancias provocaron una masiva caza de brujas en Europa. En el caso de Zugarramurdi también influyó la rivalidad entre Francia y España por el control de Navarra. Maratón de entrevistas Una veintena de periodistas llegados desde diferentes puntos (Madrid, Bilbao y Pamplona) se congregaron a las diez y media de la mañana en el Museo de las Brujas de Zugarramurdi para asistir a la presentación de la novela, en un evento organizado por la editorial Espasa. Durante toda la jornada, Elvira Roca realizó una maratón de entrevistas. Comenzó a las siete y media de la mañana, en el mismo autobús que compartió con los periodistas que viajaron desde Bilbao. Tras ofrecer una rueda de prensa en el Museo de las Brujas y asistir a una visita guiada por este espacio, la escritora visitó la Cueva de Zugarramurdi, donde encadenó media docena de entrevistas hasta las dos de la tarde. El investigador danés Gustav Henningsen, considerado uno de los mayores expertos internacionales en el estudio de la brujería, definió al inquisidor Alonso de Salazar como “el abogado de las brujas”. “No hubo brujos ni embrujados en el lugar hasta que se comenzó a tratar y a escribir sobre ellos”. Este fue el argumento principal de Salazar a la hora de encarar el fenómeno de la brujería. “Él comprendió que la brujería era un mundo de relatos, palabras y ensoñaciones. Cuanto más se hablaba de ello, más histeria colectiva había”, destacó Elvira Roca. En su lucha por detener la caza de brujas, Salazar contó con el apoyo del obispo de Pamplona, Antonio de Venegas, y el inquisidor general, Bernardo de Sandoval. “Para Alonso de Salazar, lo fácil hubiera sido plegarse a la opinión generalizada. Fue un hombre extraordinario porque no se dejó arrastrar por las creencias de su entorno. Él luchó a contracorriente dentro del Tribunal de Logroño. Le tocó vivir una situación enormemente difícil y peligrosa, pero no flaqueó en ningún momento”. El inquisidor Salazar transformó el episodio de Zugarramurdi en un “caso jurídico”, que a su vez provocó la modificación de la legislación inquisitorial. “Para Alonso de Salazar, la brujería no existía porque no se podía demostrar. Por tanto, no podía ser juzgada ni castigada”. Mientras España cambiaba su visión sobre la brujería, en el resto de Europa se siguió quemando a brujos y a brujas durante cien años más. “No podemos saber a cuánta gente le salvó la vida Alonso de Salazar, y a cuánta gente le salvó de su propio fanatismo o del de sus vecinos”. Roca recordó que la brujería también fue un problema de orden público: “Hubo casos de linchamiento. Cuando la gente denunciaba episodios de brujería y no les hacían caso, se tomaban la justicia por su mano”. El arquetipo de inquisidor La ópera Don Carlos de Schiller, estrenada en 1787, forjó el arquetipo de inquisidor. “Y una vez que tú creas el arquetipo, en cuanto lo llevas a la literatura, eso funciona a toda bomba y es inmortal, como pasó con nuestro Don Juan”, asegura Elvira Roca, para quien la figura de Alonso de Salazar no responde en absoluto a ese prototipo: “Alonso de Salazar es un hombre lleno de humanidad, racionalista, que ante todo quiere saber la verdad”.

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