La belleza de sentirse a gusto envuelve 'Mostaza', la última novela del autor pamplonés Mikel Alvira

"De 'Mostaza' también se sale. No caigáis en bucle”. El escritor pamplonés Mikel Alvira Palacios divierte con el comentario al saber que varias personas de las alrededor de veinticinco que se han reunido en la librería Abarzuza han leído dos veces su última novela. No porque no la entendieran con solo una lectura, sino por reencontrarse con los personajes, que en ese segundo momento han adquirido, si cabe, más fuerza. A Alvira se le nota contento: le fascina el proceso de escritura, sin duda, pero también el de compartir con las lectores y lectores su trabajo. Porque le trasladan sus impresiones, porque le hacen preguntas, porque quieren saber. Como este martes en torno a 'Mostaza', con la que Alvira se ha adentrado en una novela íntima, la historia de Valerio, un hombre en su madurez personal y profesional -diseñador de éxito, es viudo y tiene una hija con una carrera profesional lejos de casa-, que decide retirarse a pensar qué hacer con su vida y cómo encajar una serie de acontecimientos dramáticos que se le vienen encima. Una “historia cruda, que no dura”, con “un toque de humor, de levedad” que descubre en Valerio el toc del orden que “a veces lo convierte en entrañable y otras en cansino”. Ilusionado con regresar “siempre” a esta librería -lo hace desde que en 2010 presentó 'Cuarenta días de mayo', motivo por el que ha llamado a uno de sus personajes de 'Mostaza' como la librera, Marcela-, su última novela “es el nuevo Mikel”. “Es la muestra de lo que soy o de cómo escribo ahora. Se me ve más en este tipo de literatura que en las grandes épicas que he escrito hasta ahora -'Yo fui Gilles Nabarre', 'El color de las mareas', 'El silencio de las hayas', 'Llegará la lluvia'...-, más largas en el tiempo, en páginas, con más personajes, con situaciones inusuales. Pero ahora me planteo una novela más contenida, para la que he buscado personajes absolutamente cotidianos y una historia que puede suceder a cualquiera”, subraya el escritor y docente, de 54 años cumplidos hace un mes y que reside en Bilbao. Tras el bofetón que la vida da a Valerio, “su amiga del alma”, Rosa, le ofrece retirarse “a su finca de mostaza”, y allí se encuentra con una serie de personajes que le hacen plantearse qué es la vida. Son Tino y Marcela, los guardeses de ese campo, él “personaje exagerado per se, desbordante” y ella, “rotunda, demoledora a veces, que habla muy poco y muy lacónicamente, una mujer casi sin filtro, espontánea”. Dos personajes “aparentemente secundarios”, pero para Alvira con el mismo peso que Valerio, si bien el de la historia lo sustentan “Rosa, Marcela, la hija ausente y esa socia que se nombra y no aparece en la novela”, en definitiva una novela “asentada en personajes femeninos”, marca Alvira. Unos personajes revestidos de emociones en las que indaga el autor para que los lectores empaticen con ellos y que han nacido por su pasión por la condición humana, confiesa quien asegura aprender mucho de la gente. Y estos personajes se envuelven en una historia “absolutamente cotidiana”. “Lo que le pasa a Valerio nos pasa a cualquiera porque estamos hablamos de ausencias, del sentido de la vida, de reflexiones. Porque en algún momento hemos tomado decisiones y notado ausencias, nos hemos preguntado hacia dónde vamos, las grandes preguntas que resolvemos con la acción, con la reflexión. Y Valerio se hace preguntas pero no tiene mecanismos para contestarse”. De ahí “la gran metáfora” de esta novela: “¿Cuántas veces nos hemos enfrentado a nuestras preguntas, dudas, dilemas existenciales y morales y nos hemos quedado paralizados? Pues Valerio, gracias a esos personajes, es capaz de seguir en la acción y que la novela continúe”, hasta “un final veraz, ni épico ni dramático, el que merece Valerio” y que resume “la idea troncal de la historia”: la búsqueda de la belleza. Pero no la estética, la artística. “Me refiero a la belleza entendida como ese lugar irreal en el cual nos sentimos a gusto con nosotros mismos”, desliza el autor. “La máxima expresión de belleza para mí es la serenidad de uno, sentirse a gusto con uno mismo, con su entorno, con los que tiene alrededor. Creo que no puede haber nada más bello que encontrarse o reencontrarse con personas a las que uno quiere; sentirse a gusto con las decisiones que uno toma, aun a riesgo de que no sean las mejores. Porque no hay decisiones buenas o malas: hay decisiones propias, y luego cada uno será consecuente con ellas. De la no consecuencia, de la no honestidad consigo mismo, es cuando viene la fealdad en nuestra vida. Hablo de lo que nos hace sentir bien, que creo que es la máxima expresión de belleza”. Alvira dice vivir sereno. “Vivir serenamente significa que en nuestra vida también existe lo feo pero que sabemos gestionarlo. Cuando uno vive honesto con uno mismo, leal con quienes le rodean, quizá las decisiones no sean tan importantes y sepamos colocar las ausencias que existen. Es decir, todo en orden, como diría Valerio”.

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