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Historia y Patrimonio

Cosas de romanos: ser nombrado dictador para, literalmente, "clavar un clavo"

Ampliar Cincinato
'Cincinato abandona el arado para dictar leyes a Roma', de Juan Antonio Ribera. Cincinato fue dictador romano y en su honor se nombró la ciudad estadounidense de CincinnatiWIKIPEDIA
Actualizado el 31/01/2023 a las 22:39
Uno de los filósofos de Occidente más leídos, el repartidor de menhires Obélix, ya lo avisaba con su preclara (y sencilla) inteligencia: "¡Están locos estos romanos!", decía. Y con tanto éxito repetía esta frase que terminó por convertirse en un axioma, literario al menos. Curiosamente, a pesar de las grandes conquistas y avances que lograron los romanos, no siempre es fácil quitarle la razón al fornido galo (perdón, galo de pecho bajo): por ejemplo, cuando nos topamos con el hecho de que en la Antigua Roma eran capaces de nombrar a un hombre con el cargo político de dictador, la magistratura más excepcional de todas, con la misión concreta y clara de... ¿clavar un clavo?
Por extraño que nos parezca, así era. Y los romanos no lo escondían. Cada vez que, excepcionalmente, un senador que hubiera desempeñado con anterioridad el cargo de cónsul (consular) era designado para ser dictador, se añadía una coletilla con la misión que debía desempeñar para que, en cuanto la completara, renunciase de inmediato el cargo. No había gran variedad en estas misiones. La más común era "rei gerundae causa"; es decir, "encargarse de la situación", que significaba que el dictador había sido agraciado con la misión de ponerse al frente de los ejércitos y resolver el lío de turno en el que se hubiera metido Roma. Otra que se repitió en varios ocasiones fue la de presidir las elecciones al final del año consular ("comitiorum habendorum causa") y también se dio en alguna ocasión que un dictador tuviera que presidir el Festival Latino ("feriarum constituendarum causa"), que nada que tenía que ver con los reguetoneros, sino que era una festividad de carácter religioso. Pero, en un número significativo de veces, el motivo del nombramiento era que había que "clavar un clavo" (clavi figendi causa).
Literalmente, el dictador de turno debía clavar  un clavo en una pared, pero la acción, mundana como pocas, tenía mucho de simbólico. No en vano, formaba parte de un ritual expiatorio destinado a aplacar a los dioses y que se llevaba a cabo en el muro del templo de Júpiter Capitolino. El historiador Tito Livio cuenta que los ancianos de Roma recordaban que en cierta ocasión la práctica de aquel ritual por parte de un dictador (quizá Cayo Emilio Mamerco) había acabado con la peste. Por eso, el Senado retomó la idea después de unas inundaciones que habían afectado a la ciudad y encargó la tarea a Lucio Manlio Capitolino Imperioso. Después, Gneo Quincio Capitolino, Gneo Fulvio Máximo Centumalo y Gayo Petelio Libón Visolo también fueron dictadores para dar ese martillazo redentor.
La dictadura vivió sus años de gloria durante la Segunda Guerra Púnica, como solución de emergencia para enfrentar al gran Aníbal púnico, pero justo después cayó en desgracia (por exceso de uso). Mucho más tarde, ya en el siglo I a.C., Sila reflotó el cargo, terminando por desprestigiarlo del todo, de modo que solo Cayo Julio César fue el último que se atrevió a asumir la dictadura, pagando su osadía con 23 puñaladas en el Foro. 
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