El adiós de las fundadoras de Ormolú

Si les invade la nostalgia y recuerdan el 20 de mayo de 1999, las propietarias de Ormolú esbozan una sonrisa y reconocen que fueron unas mujeres valientes al emprender un camino profesional en el que tuvieron que sortear ciertas dificultades. Ahora, con la misma sonrisa y muchos sentimientos encontrados, despiden toda una vida juntas y afrontan los últimos días al frente de la galería de arte que cambiará de manos el próximo 9 de enero. A partir de ese día, Pedro Azcona y Margarita Urdánoz, que regentaban el taller de restauración de muebles y antigüedades Iroko, tomarán el relevo de un establecimiento que, además de la galería de arte, también se dedica a la enmarcación de cuadros. Maite Díaz González y Maite Cengotitabengoa Ugalde, conocidas como “las Maites”, afrontan estos días con emociones intensas, pues son conscientes de que termina un proyecto que iniciaron y consolidaron juntas. Pero también tienen claro que el traspaso era la mejor solución ante la jubilación de Maite Díaz. Su compañera, Maite Cengotitabengoa, continuará vinculada a Ormolú ya que durante dos años se encargará de gestionar la sala de exposiciones. “Hemos hablado mucho, no queremos que Ormolú se hunda, eso nos da mucha pena, pero el trabajo no lo podía llevar una persona sola. El relevo es ilusionante y queremos que el espíritu de Ormolú se mantenga”. LA PRIMERA EXPOSICIÓN Las fundadoras de Ormolú se conocieron en un curso de restauración que impartía Maite Cengotitabengoa. Pronto se hicieron amigas y abrieron un pequeño taller de restauración en los bajos de la Torre Basoko. “Tenía 12 metros, era tan pequeño que cuando teníamos que restaurar un mueble teníamos que salir a la calle”, recuerda Maite Díaz, que recuerda que trabajaron después en un taller compartido con otros profesionales en la calle Descalzos hasta que abrieron su propio local en la calle San Francisco. No tenían ninguna intención de cambiar de trabajo, pero la sorpresa llegó cuando un amigo les propuso adentrarse en el mundo de la enmarcación. “Nos pareció una buena idea, no nos paramos a pensar si iba a ser complicado o no”, explican las fundadoras de Ormolú, que encontraron en el local de la calle Paulino Caballero el lugar perfecto para su nuevo negocio. “Además de la enmarcación, queríamos hacer algo relacionado con el arte y decidimos menter pintura en la sala”. INICIOS COMPLICADOS Aunque no les faltó ilusión, los inicios fueron complicados, tanto por el desconocimiento del trabajo como por ser desconocidas en el mercado del arte. Las primeras obras que colgaron en la galería fueron pinturas que les dejaron varios artistas. “La gente entraba, preguntaba si se podía pasar, no sabían si era una tienda o una galería”, indica Maite Díaz, que recuerda que la primera exposición de Ormolú la protagonizó Teresa Izu, pintora ya fallecida. “Vinieron cuatro personas a la inauguración, solo cuatro, pero nosotras estábamos encantadas. Nos parecía la bomba”. Maite Díaz señala que, poco a poco, fueron abriéndose camino en el mundo del arte y considera que fueron valientes. “Empezamos de cero, no nos conocía nadie. Nos metimos en algo que nos encantaba y queríamos hacer, pero no sabíamos muy bien como movernos”. Hasta que la aceptación de Pello Azketa de exponer en la galería les abrió muchas puertas. “En aquellos momentos era un artista muy popular, su nombre estaba en la calle. Que viniera a exponer en Ormolú generó confianza entre los artistas”. Sus esfuerzos no decayeron cuando surgieron las primeras complicaciones y comprobaron que no fueron bien recibidas en el sector. “Éramos dos mujeres en un mundo de hombres. A la galería vino gente a meternos un poco de miedo. Al principio fue desagradable, no tenían ninguna confianza en nosotras. Ha costado demostrar que podíamos ser válidas para este trabajo. Es lo que nos pasa siempre a las mujeres, que hay que estar toda la vida demostrando que podemos hacerlo”. GENERAR CONFIANZA Las galeristas reconocen que nunca hubieran pensado llegar al nivel de aceptación que tiene la galería y consideran que las dificultades les hicieron más fuertes. “Estábamos tan contentas con lo que hacíamos que no mirábamos para fuera. Si la gente habló mal, no lo sabemos, nosotras tiramos para adelante. Poco a poco, pintores que no venían fueron acercándose a la galería”. La confianza en si mismas y la buena relación personal entre ellas hizo que Ormolú fuera creciendo hasta conseguir una media de 10 muestras anuales, lo que suma 240 exposiciones en sus cerca de 24 años de actividad. “Esto ha sido una carrera de fondo de las de verdad, hemos ido aprendiendo por el camino, pasito a pasito. Aunque te guste el arte, el trabajo de galerista es muy específico, un mundo un poco agresivo. Acercarse a los artistas ha sido una labor de hormigas y nos ganamos su confianza. Hemos hecho verdaderos amigos y se han creado vínculos importantes”. Maite Díaz y Maite Cengotitabengoa han sabido moverse en el sector del arte, un mundo que en ocasiones resulta demasiado ambicioso. Lo han hecho, según explica, con un trabajo constante, delicado, sin levantar la voz, sin disputas ni enfrentamientos. Y es así como se han ganado la confianza del público y de los artistas. “Nunca hemos matado por vender, lo que hemos aconsejado en todos aspectos de Ormolú ha sido lo que pensábamos de verdad, sin pensar en vender lo más caro. Y si creíamos que algo no se debía hacer, lo hemos dicho. No ha sido postureo, somos así”. Ambas se sienten satisfechas de la implicación con la que han vivido su trabajo y consideran que tiene que ver con su carácter y su manera de entender las relaciones humanas. “Lo damos todo, no sabemos hacerlo de otra manera. Nos implicamos emocionalmente sin querer. De todos los artistas que han pasado por aquí, solo hemos tenido algún problema con una o dos personas”. Ahora, cuando faltan pocos días para su despedida, “las Maites”, que así les gusta que les llamen, sienten orgullo por todos los artistas que han querido exponer en la galería. “Casi todos los que empezaron con nosotras han ido repitiendo cada dos años, además de introducir gente nueva. Ver que artistas que han pasado por aquí luego han triunfado es un orgullo”. SU EXPERIENCIA En su andadura por la senda del arte, no todo ha sido un camino de rosas. La crisis económica de 2008 hizo mucho daño a una galería que, a pesar de todo, fue capaz de resistir. “Tardó en llegar la crisis, pero cuando vino, nos golpeó muy duro. Pudimos sobrevivir a duras penas, pero lo conseguimos. Nuestras parejas nos han apoyado siempre y eso es muy importante”. Compartir casi 24 años de vida en el mismo trabajo, viéndose todos los días, no ha sido difícil para ellas. “Estos 24 años han sido fugaces, un instante”, señala Maite Cengotitabengoa, que apela al respeto como la base del éxito. “Somos amigas, pero siempre hemos trabajado desde el respeto y hemos tenido un saber estar entre nosotras”. Por su parte, Maite Díaz confiesta que ha sido muy fácil trabajar juntas y que su relación trasciende también a lo personal, una razón por la que disfrutarán de unas vacaciones juntas en Nueva York el próximo mes de mayo. “Todo lo que ha pasado aquí es positivo, lo mire por donde lo mire. Ha sido muy fácil trabajar juntas. Podemos opinar diferente, pero no hemos reñido nunca. Somos como hermanas”. El cariño que están recibiendo estos días de los clientes y artistas remueve sus emociones y hablan orgullosas de los vínculos conseguidos con ellos. “Lo que estamos recibiendo nos lo llevamos en el corazón. Nos llegan mensajes al móvil, también en redes sociales, estamos un poco desbordadas. Cuando la gente te dese lo mejor, te escribe y te dice cosas tan bonitas, el tsunami emocional es fuerte”

El adiós de las fundadoras de Ormolú

Maite Díaz y Maite Cengotitabengoa cerraron su taller de restauración de muebles hace 24 años para adentrarse en el mundo del arte. La jubilación de una de ellas cierra una etapa profesional en la que han gestionado 240 exposiciones

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