Maika Makovski: "Un concierto es algo incomparable al resto de la existencia"

A Maika Makovski (Palma de Mallorca, 1983) le suele salir un disco para dentro y el siguiente para fuera, uno más introvertido y a continuación otro más cañero; y el más reciente, MKMK, es de estos últimos. La sala Zentral de Pamplona será testigo de ello este viernes. Esta artista que canta, toca la guitarra, el piano, los sintetizadores y la batería, volverá a desatar allí su ciclón musical. -En este verano con tantos grandes festivales y conciertos al aire libre viene a tocar en una sala de Pamplona, ¿es algo diferente? Bueno, no voy a una sala, voy a la sala Zentral, que para muchos es la mejor de España. Yo espero que la gente de Pamplona también lo vea así porque la verdad que justifica hacer conciertos ahí dentro durante todo el año. -¿Se olvida del clima y de la hora? Sí. Realmente es una sala que está muy bien parida, tiene un sonido estupendo, las dimensiones son muy armónicas... es un gusto tocar ahí. Puede sonar a peloteo, espero que no, pero cada vez que me dicen que tengo que tocar en la sala Zentral de Pamplona es una gran alegría. -Encima lo dice alguien que disfruta tanto en el directo, ¿ése momento concreto es la razón de dedicarse a la música? Sí. Yo considero que el escenario es mi profesión. Después hay muchas cosas más, están los discos, las promos que podamos hacer, está la carretera... pero donde yo verdaderamente me he forjado y soy feliz es encima de un escenario. Y la razón por la que lo hago. Yo podría escribir canciones en mi casa y estar tan pancha, pero los conciertos son mi felicidad. -¿Disfruta tanto como parece? En salas parecidas a Zentral, o en condiciones parecidas, sí. También te digo que no en cualquier situación voy a disfrutar igual que cuando no hay obstáculos técnicos. Cuando sí que hay obstáculos técnicos intento olvidarme, hacer un clic en el que confío mucho en mi técnico de sonido, confío que todo está sonando bien fuera, aunque yo dentro no esté escuchando muy bien mi voz o otros instrumentos. -Tiene que terminar los conciertos con un subidón que tardará mucho en calmar. Totalmente. ¡No sabes cuánto me cuesta dormirme después de un concierto! Es algo incomparable al resto de la existencia. Si el público está frío tú puedes dar el 100%, pero el día que responden con su 100% también lo que se genera ahí es una multiplicación, un 100% por 100%. -Habrá estado estos años como un león enjaulado, entonces. Lo bueno que le saco a la pandemia es que me ha regalado otra vez la conciencia de lo que estoy haciendo, de mi profesión. Cuando llevas siete discos girando sin parar a veces tiendes a darlo por hecho. Por supuesto lo das todo cuando subes al escenario pero echarlo de menos me ha hecho apreciarlo más, y valorarlo, lo ha elevado al estatus de ritual religioso. Presentar el disco por redes sociales ha sido una tortura. Sobre todo un disco tan enérgico y tan directo como éste, tener que presentarlo a través de una pantalla es un despropósito. -Además toca con una banda potente y con un disco que suena setentero, muy enérgico. Sí que es verdad. No puse el foco en los años 70, pero me hubiera podido quedar a vivir en el año 78, aunque en realidad yo no hubiera nacido aún; año tras año viviendo en el 78. Para mí ya estaría hecha para entonces casi toda la música esencial que escucho en mi vida. Es normal que haya cogido un poco de ese sabor. Es un disco conscientemente de rock. -¿Cómo se formó la banda? Son músicos que he ido viendo a lo largo de varios años y de los que me he enamorado. Curiosamente al juntarnos ha surgido una química brutal, de manera que el primer concierto que dimos estábamos sonando a banda consolidada. Quizá está mal que lo digo yo, pero es la verdad. Estábamos sonando contundentes, engrasados, como hubiera querido sonar durante toda mi vida. -Por cierto, que ganó el premio MIN al mejor álbum de rock con este disco y apareció en la gala que se hizo en Pamplona disfrazada de anciana, ¿Fue una gamberrada, una apuesta...? ¡Pues no sé a qué te refieres! Yo fui vestida... muy normal, de rojo y negro [risas]. -Serán estos años, que han pesado mucho. Sí, yo creo que nos han pesado a todos un poco de más [risas]. La verdad es que me lo pasé muy bien esa noche. Nos juntamos con dos eminencias pamplonicas, estaba allí con Iñigo Cabezafuego y con Olaia Bloom, de las Mani-Las, y fue una noche para recordar [risas]. Está bien que descentralicen un poco el tema de los premios. -Sí, en Pamplona se organizó en un gran pabellón como el Navarra Arena. Yo lo viví con ilusión. ¿Sabes que estuve a punto de irme a vivir a Navarra? -¿Y eso? Pues porque hubo una época que yo tenía muy clara que estaba harta de Madrid, lo tenía clarísimo. Y pensé: ¿dónde tengo mis mejores amigos? En Cataluña los tengo muy buenos, pero Cataluña estaba fuera de la ecuación. Entre el País Vasco y Navarra ahí tengo yo mucha calidad en cuanto a amigos. Estaba entonces Oskar Benas buscando también casa. Él tocó muchos años conmigo, toca también con Atom Rhumba, ha tocado con Fermin... Si ves sus ilustraciones sabes quién es. Es un culo inquieto y siempre está cambiándose de lugar, pero al final no cuajó la idea de ir con él. Me vine a Mallorca. -Por cierto, Cabezafuego le ayudó también con un merchandising poco convencional. Hemos hecho varias cosas que tienen que ver con cuidar del medio ambiente lo máximo posible. Ya sabemos lo que contamina la industria de la moda. Como Cabezafuego se ha decido hacer serigrafía 100% ecológica, le lancé la idea de que viniera a hacer serigrafía a la sala Hell Dorado en Vitoria y que la gente se trajera sus propias camisetas de casa. Fue increíble, la verdad. El problema que plantea eso es que si no eres Coldplay o U2 es muy difícil llevarte a alguien con sus trastos de gira, con lo justos que vamos en la furgoneta. Además que él probablemente no pudiese.Al final concluimos en comprar camisetas de segunda mano y que las serigrafiara ÉL como si fueran camisetas de merchandising normal. Salió cada una de su padre y de su madre. -También intentó quitarle el plástico a los discos pero algo que parece tan sencillo no lo es tanto, ¿no? Quién me iba a decir que iba a dar tantos problemas quitar un simple plastiquito. Se negaron a venderlo los mayores vendedores de discos de este país, la Fnac, El Corte Inglés y Amazon. No querían venderlo porque no tenía el plastiquito éste de un solo uso. Al final accedieron a venderlo en la Fnac pero tuvimos varios problemas porque lo estaban retractilando sin nuestro consentimiento, porque no habían informado bien a los trabajadores y estos se pensaban que era un error que viniera sin plástico... Está siendo toda una batalla. Creo que vale la pena hacerlo, no por mi disco, sino porque se empiece a hablar de esto. De esto y de muchas otras cosas en la industria discográfica que podrían mejorar y dejar menos huella de carbono, menos plástico residual y cosas con las que sinceramente me parece que vamos muy tarde. -¿Cómo se siente en esa industria musical que tiende cada vez más al postureo? Estamos de lleno metidos, ya hace tiempo que se empezó a observar el fenómeno de carreras que parecían estar fundadas por fotografías chulas y ropa y una cara bonita o un sentido de la moda X, en lugar de por la música, que es lo que verdaderamente nos cura el alma y nos da la felicidad. El problema de las redes es que nos hacen más infelices, no es otro. -¿A qué se refiere? Se crea una insatisfacción personal por comparación con el otro y luego una dependencia y una serie de cosas que no aportan nada bueno. Y yo pienso que voy hacia lo que me hace bien, que es la música. No lo hago para reaccionar, tengo unas redes que intento cuidar también, por supuesto, pero intento cuidarlas y transmitir lo que me parece que es positivo para mí, espero que lo sea también para los demás. -El programa de música La Hora musa que presentó en Televisión Española tuvo un final un poco abrupto pero ¿con qué se queda de aquella experiencia? Me llevo muchísimas cosas. Primero de todo, aunque no lo parezca, siendo yo una persona tímida me llevo haber superado la prueba. A nivel profesional ha crecido mi empatía con los compañeros, al ver cómo trabajan entre bambalinas, escucharles de otra manera, desde la perspectiva del que acoge y es hospitalario y quiere que todo salga bien. Y luego un montón de personas que he podido conocer a las que admiraba o a las que no sabía que admiraba y aprendí a admirar o llegué a admirar por conocerles. -También reunía a Love of Lesbian con Raphael, por ejemplo, ¿quería hacer comunidad? Sí, es verdad que no nos podían acusar de favorecer ningún estilo concreto porque teníamos toda la paridad de género posible, y hemos tenido bandas de metal, rap, rock, pop y de todo.

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