‘El Quijote’... ¿una novela negra?

El escritor santanderino Julián Ibáñez, de quien los críticos dicen que ha sido “el más negro de los negros”, defiende una idea con la que siempre se queda solo: para él “la novela negra, la novela hard boiled [la del detective endurecido], son los libros de caballería antiguos”, ya que, añade, “el esquema es exactamente igual”. Este lunes lo ejemplificó, lanzando al auditorio de Baluarte, al de la primera mesa redonda de Pamplona Negra, una pregunta para la que tenía respuesta: “¿Qué es El Quijote? Es un señor que sale a rescatar a una doncella. Ese es el argumento, y a partir de ahí nos olvidamos de la doncella porque nos interesan las puertas que abre, las cosas que le ocurren. Va en su viejo automóvil, que resulta que es un caballo; con su revólver en la guantera, que resulta que es una lanza, y tiene un ayudante, como hay en muchas novelas negras, que es Sancho Panza”. Esta mirada de Ibáñez al siglo XVII y a la obra de Cervantes tenía su motivo precisamente en el tema de la mesa redonda, el origen de la novela negra -el hard boiled nació en la revista Black Mask y se considera Cosecha roja, de Dashiell Hammett, de 1929, la primera novela negra- con dos de sus exponentes en España: Ibáñez y Andreu Martín, de 82 y 72 años, respectivamente. El primero, que comenzó a publicar en los años ochenta del siglo XX, ha escrito una treintena de novelas y es creador del buscavidas Bellón y de obras de novela policiaca juvenil. Del grupo formado en los ochenta por Vázquez Montalbán, Juan Madrid o González Ledesma, compartió escenario con otro de aquellos, Martín, psicólogo de formación y escritor de profesión, guionista de cómic y de cine. Escritor de novela negra para adultos y para jóvenes (estas últimas son las más prestadas en las bibliotecas navarras), ha publicado más de cincuenta novelas autoconclusivas además de la serie del detective Ángel Esquis y la de Asesinatos en clave de jazz. Fue este quien se remontó a la explicación de Vázquez Montalbán sobre el boom de la novela negra en los años ochenta: “Era una reacción de libertad, de escribir lo que nos daba la gana, en un mundo literario en el que lo que predominaba era el estructuralismo que venía de Francia”. “Vázquez Montalbán escribió Tatuaje”, prosiguió Martín, “para escribir lo que estaba prohibido, para poder denunciar lo que queríamos”, un movimiento al que, por ejemplo, se sumó Juan Madrid “hablando de la ultraderecha que está invadiendo las calles de Malasaña en aquel momento, siendo combativo, revolucionario, protestón”. “Cuando empezamos con ese ímpetu”, recordó Martín, “éramos conscientes de que íbamos contra la corriente oficial, que la novela negra estaba mal vista, que casi teníamos que justificarnos por escribir novela policiaca. Dio lugar a una euforia histérica que nos hacía decir que no había nada más que novela negra, que era la única que denunciaba”. Un boom histérico el de los ochenta -“una valentía por nuestra parte por tratar de imponer una cosa nueva en el mercado”- que decayó en los años noventa y que ha resurgido poco a poco, “sin fanatismos ni histerias”. “Ha ocupado el lugar que necesita dentro del ámbito cultural”. Venían de hablar Martín e Ibáñez de la novela enigma y el hard boiled. El catalán entiende “el hard boiled como una derivación de la novela inicial, la novela enigma”, que para él comenzó con Edgar Allan Peo y Los crímenes de la calle Morgue. “Me cuesta hacer un corte entre la novela enigma y la hard boiled porque en el fondo, cuando empieza esta última en el caso de Hammett, la estructura formal parece una imitación de lo que era una novela enigma: también en el hard boiled hay un enigma, también hay que resolverlo y también los autores tratan de solucionarlo dando un final lo más sorprendente posible”. ENIGMA O 'HARD BOILED' A Martín siempre le ha parecido que la novela negra “nace como una especie de réplica contra la novela enigma”. “No es una nueva forma de narrar el crimen, sino contra la anterior”. En su opinión “es una evolución lógica”. “La novela enigma era evidentemente racionalista y positivista, y la novela negra, como reacción, más loca, menos positivista. Creo que las dos tendencias se pueden fusionar”, señaló Martín, en referencia “al racionalismo de la novela enigma con el retrato de la sociedad en la que vivimos (la novela negra)”. No compartió su argumentación Ibáñez. Para él, el hard boiled y la novela enigma “son totalmente diferentes”, señaló Ibáñez, que contó cómo de joven, cuando cayó en sus manos Cosecha roja, le impactó. “Esto es lo mío”, se dijo de la novela de Hammett en cuanto a sus gustos como lector. Para Ibáñez, la novela enigma “es un juego”: hay que descubrir al culpable y el autor hace que el lector huela el rastro. “Es divertido”, añadió. Junto a ellos, la canaria Carmen Nieto, asesora fiscal y gestora tributaria, que escribe relatos y que ha firmado su primera novela negra, 9 corto. Ella sí que diferenciaba entre ambas. Para ella, la novela policiaca es la que, tras leerla, “duermes tranquila” y el hard boiled, la que no te deja dormir. “Como decía Julián, en la novela policíaca hay un crimen y al final casi siempre se resuelve, encuentras al asesino y está todo en orden, la sociedad queda en paz. Pero en la novela negra es más inquietante. A veces el asesino se conoce en la primera página, pero lo que se refleja es por qué se produce ese delito, cómo la sociedad lo ampara y cómo a veces ese delito queda impune”. Opinó Martín que “la novela enigma se ha analizado mal”. “Creo que es el género más difícil del mundo, que es muy difícil escribir la novela enigma pura”. Por eso, añadió, “gran parte de la obra de Agatha Christie es mala: se ponía desafíos cada vez más difíciles -Diez negritos-. Con las que le salieron bien hizo obras maestras”.

‘El Quijote’... ¿una novela negra?

Dos de los considerados padres de la novela negra, Julián Ibáñez y Andreu Martín, abrieron Pamplona Negra hablando del origen de este género con Carmen Nieto, que en 2021 publicó su primera novela negra

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