En sus años de estudiante de viola y canto nunca entendió por qué se denominaba a la música clásica culta, erudita o seria, barreras, en definitiva, que creaban prejuicios. Este lunes, la pamplonesa Maitane Beaumont Arizaleta sigue sin entenderlo y piensa que el público de la música clásica “podría ser más diverso si esta se proyectara de otra manera”. De la voluntad de poder acercarla nació su libro Música: cinco puntos para hacer explotar un corazón (Editorial Temporal), que presentó en Katakrak hace unos días.
La sala de Katakrak se llenó en la presentación de su libro. ¿La música clásica interesa?
Ojalá. Creo que, aunque era una plaza difícil, jugaba con ventaja con la presentación en casa, pero también que hay interés en la clásica. Hay barreras que a veces cuesta traspasar, pero estoy convencida de que, dado el salto, te puede acercar a un mundo para mí maravilloso que ofrece gran cantidad de cosas.
¿Qué barreras cuesta traspasar?
Hay una parte de prejuicio, de creer que es una música aburrida, demasiado compleja, muy difícil, imposible de disfrutar en su totalidad a no ser que seas una persona entendida... Es un tipo de música, como cualquier otra, circunscrita en un contexto determinado y con una mística un poco elitista o aislada que hace que mucha gente no sienta que sea su música.
Habla de elitista. Usted estudió viola y canto en el seno de la Academia y nunca entendió por qué aquella música se denominaba culta, erudita o seria. ¿Sigue igual?
[ríe] Sigo sin entenderlo. Si preguntas a quienes forman parte de círculos inmovilistas y les va bien que la música clásica proyecte la imagen de superior a las demás, de música seria, de fundamento... la música clásica es un poco eso. Ahora bien: para mí es muchas más cosas y puede ser muchas más cosas. No hay más que intentar abrir puertas y ventanas a otro tipo de prácticas que hagan que sea más accesible, cercana, no tan rígida, y dar la opción a que gente muy diversa sienta interés en disfrutarla. El público de la música clásica podría ser más diverso si se proyectara de otra manera.
¿De ahí las matinés que organizaba en la sala Apolo de Barcelona?
Ahora las tenemos un poco paradas por la pandemia, pero esas matinés, como muchas otras iniciativas que he ido desarrollando como programadora y docente, están basadas en intentar buscar alternativas a la manera más reaccionaria de entender la música clásica. Para hacer música se necesitan dos cosas: una persona que toque o que cante y otra que escuche, y eso puede darse en un auditorio, pensado para que se desarrollen ese tipo de prácticas, o en cualquier otro sitio. Muchas veces no se trata de que los auditorios dejen de existir, sino de abrir nuevos espacios para que gente que no se sienta relacionada con esa pompa que a veces acompaña a la música clásica pueda disfrutarla de otra manera. Las matinés del Apolo nacieron con el objetivo de descontextualizar esas prácticas y hacer que sea posible escuchar música del siglo XVII en un sitio donde horas antes la pista de baile estaba repleta de gente.
Se planteaba demostrar por qué estaba de moda la música clásica. Para usted era un hecho, ni siquiera se lo preguntaba...
Por qué no. Todo vuelve [ríe]. La música clásica es de aquellas épocas, pero forma parte del presente en el momento en que le das vida en pleno siglo XXI, y por eso es la música del momento y está de moda. Se trataba de reivindicar por qué, si replanteamos significados o funciones de este tipo de música, puede ser una música que forme parte de nuestra vida contemporánea.
Y si un intérprete dice que “la música es una droga dura, y es legal”, gancho asegurado...
Es una frase de Rubén [Ramos Nogueira, escritor, periodista, músico y performer, que participó en la última edición, en 2019]. Tendríamos que analizar las líneas que separan la mal llamada música popular y la clásica, pero me parece interesante que haya un trasvase y puedas pasar de la una a la otra y de la otra a la una. Y esa frase es así: te engancha. Y si bien una escucha intuitiva puede hacerte disfrutar muchísimo de este tipo de música, intentar desarrollar una manera de escuchar un poco más técnica y consciente hace que encuentres cosas hasta entonces desconocidas que pueden llegar a engancharte.
Me habla de escucha más técnica y consciente. ¿Dónde se queda entonces eso de dejarse llevar por la música?
Hablamos de la música clásica como si toda la escrita desde la Edad Media es la misma, y no, y es muy distinto acercarte a un música hecha en el Barroco o a la de nueva creación, de hoy. Dejarse llevar es para mí intentar dejarte coger de la mano de quien la haya escrito o la esté interpretando y, de manera desprejuiciada, explorar el camino que te muestran. No podrás poner nombre a las cosas que te encuentres, algo que tampoco necesitas para disfrutarlas, y, a no ser que tengas un corazón de piedra, escuchar cierto tipo de música debe hacer que el estómago se te caiga al suelo. Ahora bien, si además puedes ponerle nombre a esas cosas, el tipo de escucha es de hacerlo de manera mucho más analítica, experiencia que abre la puerta a que la disfrutes de otra forma.
“Si no tienes el corazón de piedra...”. Si nos vamos al lado contrario, ¿qué le hace estallar, como dice el título de su libro?
Los compositoras y las compositoras juegan con la materia prima de que disponen -básicamente, los sonidos y los silencios- y desarrollan una técnica que les permite utilizar todos los elementos de la música, los puntos del libro: piensan qué hacer con el ritmo, qué tipo de melodías diseñar, sobre qué acordes, qué estructura, piensan a través de qué marco componer... Un objetivo es que tengan la capacidad de hacer que tú te emociones y esa música te traspase, que el corazón pueda estallar.
Pero el acercamiento a esa escucha consciente se deja en manos del público porque no se ha inculcado desde la niñez.
Hay varias maneras. Una, replanteando por qué hay quien no entiende que la clásica sea para él o para ella. Además, buscar contenidos extramusicales. Y cuando ya apelamos al sonido o al silencio, hay una parte muy autodidacta: que tengas las ganas, la motivación, de intentar conocer qué esconde la clásica. Es una música compleja que requiere cierta formación para entender en la totalidad qué significa sonoramente. La música es una asignatura obligatoria en la Educación Primaria y Secundaria, pero un poco testimonial bajo mi punto de vista, sin la importancia que se da a otras materias. Así que o te buscas la vida como oyente o vas a cursos que puedan mostrarte las maneras de acercarte a ella o lees libros pensados para dar pistas a estas cuestiones.
Cuando dice que es compleja, ¿porque requiere formación?
Porque, si atendemos a los elementos de la música, muchas no están hechas con cuatro acordes, o hay piezas muy largas: una sinfonía puede durar cuarenta minutos, una hora, más tiempo, y es complejo y difícil porque no estamos acostumbrados a pararnos en esta vida de redes sociales e inmediatez en la que se desplaza tan rápido de una pantalla a otra.
¿Qué significa para usted música clásica?
Es un mundo fascinante que forma parte de mi vida diaria desde hace muchísimos años. Un mundo increíble, con el que todavía sigo aprendiendo y con el que sé que no voy a cansarme nunca de encontrar cosas nuevas. Es la banda sonora que me acompaña.
Antes me ha dicho mundo maravilloso, ahora fascinante... ¿Por qué?
[ríe] Porque creo que te lleva a sitios -me lleva a mí y estoy convencida de que a otra mucha gente también- que te hacen sentir cosas que otras no. Te lleva a descubrir emociones que es difícil encontrar a través de otras cosas.
¿Cuándo sintió que eso pasaba en usted?
Desde bien pequeña. Tuve la suerte de que mi madre y mi padre me apuntaron a una escuela de música, y recuerdo que en cuanto escuché el violín [luego estudió también viola] me quedé atrapada por ese sonido.
DNI
Maitane Beaumont Arizaleta, de 39 años, nació en Pamplona el 7 de julio de 1982 -“debí escuchar algo en el Riau riau de la tarde anterior y me dije que era la mía”, ríe-. Maestra por la Universidad Pública de Navarra -obtuvo el premio extraordinario fin de carrera- y titulada superior en Música por el Conservatorio Superior de Música de Navarra, vive desde hace 14 años en Barcelona, donde es profesora del Departamento de Lenguaje Musical y Materias Teóricas del Centro Profesional del Conservatorio del Liceu, donde desde hace unos años es jefa de estudios, y profesora asociada de Didáctica de la Expresión Musical en la Universidad de Barcelona. Ha trabajado como consultora y creativa para diferentes proyectos editoriales sobre educación musical y ha impartido numerosos cursos de formación para formadores. Ha desarrollado su faceta como intérprete actuando en espacios y festivales diversos, como Macba (Barcelona), Mapping Festival (Ginebra), Queens Museum of Art (New York City), Danse-Cité (Montreal) o International Street Theatre Festival (Cracovia). Ha trabajado también como creadora y directora artística de diferentes ciclos de conciertos, como el (What’s the story) Morning Glory de la Sala Apolo de Barcelona.