Cuando salía de clase siendo una niña corría a casa para cantar, a veces lo que escuchaba en la radio y, en otras ocasionados, acompañada por la guitarra que tocaba su padre que era un gran aficionado al flamenco. A lo largo de su infancia y su adolescencia, primero en Linares (Jaén) y luego en Ávila, tejió un vínculo muy estrecho con el cante y la música. Un hilo invisible que no se rompió cuando llegó a Madrid, donde empezó a despuntar acompañando a otros artistas en los tablaos hasta que emprendió su carrera en solitario en la que tuvo que trabajar duro por ser mujer en un estilo musical dominado por los hombres.
Así es Carmen Linares, la artista andaluza que se ha ganado el reconocimiento de la gran dama del flamenco tras cuatro décadas dedicadas a ofrecer un cante con personalidad, llevar la poesía al flamenco y rescatar el trabajo de mujeres cantaoras para que no quede en el olvido. Considerada una de las voces más importantes del género, Carmen Linares estrenó en febrero del año pasado 40 años de flamenco, un espectáculo que tuvo que cancelarse debido a la pandemia, que volvió a los escenarios en octubre y que resume su carrera en solitario. Y ese viaje por la música flamenca, el folclore andaluz y la poesía llega esta noche al Festival de Teatro de Olite, en la que será la primera actuación en el escenario de La Cava (22 horas).
Abre un festival de teatro con un espectáculo de música, en el que también hay danza. ¿Le sorprende?
Tiene encaje perfectamente. En el espectáculo está muy presente la poesía, con versos de García Lorca, Miguel Hernández o Juan Ramón Jiménez, que creo que es lo que han valorado. Además, es un espectáculo de trayectoria y Luis F. Jiménez, el director artístico del festival, tenía muchas ganas de que mostrara el espectáculo. Estoy muy contenta con estas decisiones, con que incluyan la música en estos festivales. Además, me apetecía mucho volver a Navarra donde estuve hace muchos años con Manolo Sanlúcar en Estella.
Cuarenta años es toda una vida dedicada al flamenco. Si repasa esas décadas, ¿hay más satisfacciones, responsabilidades o decepciones en su carrera?
En realidad son 50 años en escena y 40 como artista solista. Pasé por tablao cantando para el baile y luego recorrí medio mundo acompañando con mi voz a compañías de danza. El flamenco tiene una base, unas raíces y pilares muy importantes y creo que, cuanto más sepas del flamenco, mejor. Eso te servirá a desarrollar tu arte. La vida es así, un continuo aprendizaje sin renunciar nunca a las ganas de aprender y desarrollarte. Es toda una vida de trabajo, estudio y dedicación.
Ha cantado desde que era una niña y recibió su primer premio cuando tenía 16 años. ¿Cómo alimentó esa afición por el cante jondo en aquellos años?
Mi padre siempre me alimentó esa afición. Yo hacía mi vida normal, iba a la escuela, luego más tarde a los estudios de mecanografía porque era lo que hacíamos las jóvenes en aquella época. Pero el flamenco siempre estaba en mi vida. Cantaba en casa lo que escuchaba en la radio, con mi padre que tocaba la guitarra, el ambiente familiar invitaba a cantar. Mi padre era trabajador de Renfe y de Linares lo destinaron a Ávila donde, con 13 años, íbamos a una peña flamenca que había en la ciudad. Un nuevo traslado de mi padre me llevó a Madrid con 16 años y fue cuando tomé contacto con artistas.
Pertenece a la generación formada por Camarón, Paco de Lucía, Enrique Morente, Manolo Sanlúcar, José Mercé y Tomatito. ¿Le resultó difícil abrirse camino en un mundo tan masculino en los años 70?
Era un mundo de hombres, pero también había cantaoras importantes en ese momento. Yo era muy jovencita y aprendí de ellas. Ha habido mucho machismo y sigue habiendo, eso no está erradicado, pero yo en el flamenco no lo he sentido en mi persona. Había más machismo en las propias familias que en los escenarios o tablaos. En aquellos años, las familias no querían que sus niñas se dedicaran al flamenco porque no estaba bien visto que una mujer fuera artista, veían peligro, desconfianza, les parecía criticable por los demás. Pero en mi caso fue al revés, mi padre se venía conmigo a los espectáculos, siempre estuvo ahí. En cuanto a los artistas de mi generación, actuábamos en el tablao y aprendíamos los unos de los otros. Nunca encontré trabas por su parte.
El cariño con el que habla de su padre es innegable. ¿Llegó a ser artista por él?
Eran unos años más grises y herméticos, pero mi experiencia personal se salió un poco de la norma. Siempre sentí su apoyo porque mi padre amaba el flamenco y estaba muy orgulloso de que a su hija le gustara cantar. Siempre me decía: Dios te ha dado unos dones para que hagas algo. Otra persona que me ha apoyado es mi marido, Miguel Espín, ha sido muy importante en mi vida. Tenemos tres hijos y para que yo desarrollara mi carrera, me ha ayudado en todos los aspectos. He tenido mucha suerte.
Grandes poetas como Miguel Hernández, Juan Ramón Jiménez o Federico García Lorca han sido una inspiración para sus obras. ¿Por qué ese interés por combinar poesía y flamenco?
El cante flamenco siempre se había hecho con letras populares, que son maravillosas. Pero Enrique Morente musicó a Miguel Hernández y me acerqué más a la poesía. E incorporar los versos al cante fue una aportación novedosa. Fue un camino nuevo, muy bonito y estoy convencida de que el flamenco se ha nutrido de estos autores. Ha salido ganando el flamenco y también la poesía porque si la poesía es cantada llega mucho más al pueblo. A mí, personalmente, el contacto con la poesía me ha llevado a otro mundo, ha tenido otro color diferente. Me he puesto al servicio de los poetas. No ha sido cantar a poetas por cantarlos, sino que lo hemos adaptado al flamenco y si no era posible, se han hecho composiciones nuevas. Ese es el camino, trabajar por hacer entender distintos ámbitos, para que todo resulte fluido y natural.
Su disco Antología de la mujer en el cante, publicado en 1996, es una referencia en el mundo del flamenco. ¿Es una voz reivindicativa de la mujer flamenca?
En mis actuaciones realizaba muchos cantes que eran de mujeres. Reuní a todas ellas en un trabajo discográfico porque quería hacer un reconocimiento por todo lo que estas cantaoras han aportado al flamenco. Fue un trabajo de investigación intenso, encontré documentación importante tanto de las mujeres que habían creado cante como de las que lo había recreado. Con este disco se vio la mujer ha sido muy importante en el cante, que ha estado siempre ahí, con presencia y personalidad. Mientras no exista la igualdad a todos los niveles, no sólo laboral, hay que seguir llamando la atención con esto. Esta antología significa para mí un antes y un después en mi carrera. Ese trabajo ahí queda para el flamenco, para que se conozca lo que hicieron las mujeres por este arte.
¿Qué hay de verdad o leyenda en que uno nace flamenco?
Con el flamenco se nace, pero también hay que cultivarlo. Tienes que nacer con unas condiciones que te da Dios, la naturaleza o en quien uno crea. Ese don natural que hay que tener pasa por tener unas condiciones de voz, de sensibilidad, corazón, sentimientos, inteligencia, cabeza. Son muchas cosas. Pero luego eso hay que cultivarlo, uno no nace enseñado, tienes que preocuparte por aprender y avanzar. En el flamenco tenemos una discografía y unas raíces muy profundas que te abren el camino. Lo primero, es acogerte a las raíces. Después el desarrollo y donde creces es en el contacto con el público. Actuando es donde más se aprende pues el escenario es la mejor escuela. Lo importante son las primeras experiencias, el primer contacto, eso que has vivido y de quién has aprendido. Debes dar tu vida por el flamenco y dedicarte a este arte en cuerpo y alma.
Dama del cante flamenco, leyenda viva del flamenco... ¿le gusta que le llamen así?
El flamenco es mi profesión, pero también me ha dado muchísimo en mi vida. Me ha permitido expresarme como artista, pero también como persona. Me ha ayudado a conocer mundo y encontrarme con gente muy interesante. Me ha permitido realizarme en muchas cosas. Pero yo también le he dado mucho porque me he tomado mi profesión con mucha seriedad e intentado siempre llevar el flamenco a la máxima altura. En todos estos años hay mucha dedicación y mucho compromiso con este arte, tus trabajos discográficos y tu público. Es estar ahí, al servicio del flamenco y llevarlo con categoría.
El flamenco, que hunde sus raíces en la historia, la cultura, el arte o el sentimiento, ¿también evoluciona?
El arte tiene que evolucionar siempre, no solo el flamenco, sino cualquier expresión como la literatura o la pintura. Todo evoluciona. Eso es sano para el flamenco, tiene que ir con la vida, con la situación que estamos viviendo. No se puede cantar lo mismo ahora que hace 100 años, eso es insostenible. No es lógico. El flamenco está anclado a sus raíces, está muy bien estudiar esos pilares pues hay mucha documentación, discografía y también tradición oral. Pero después, hay que llevarlo al momento actual y proponer un cante y un baile acorde con los tiempos. Y para conseguirlo, lo mejor es hacerlo acorde a tu propia personalidad. Y eso ya es evolución, algo muy sano y necesario.
Además del cante jondo, el flamenco también se adentra en las fusiones o la experimentación con otros sonidos. ¿Es bueno para el género?
Me parece perfecto, hay distintas formas de expresión y debemos respetarlas. El artista tiene que tener libertad para expresar y hacer el flamenco como él lo siente. Todo lo que aporte está bien. Ha habido fusiones maravillosas, si están bien hechas, claro que aportan. Luego ocurre que salen cosas buenas y otras no tan buenas, pero lo que queda es porque ha sido bueno y es positivo.
Los puristas no estarán de acuerdo con estas nuevas propuestas más rompedoras.
Hay que respetarlos como hay que respetar a los que piensan lo contrario. Soy una persona que intento comprender a la gente. Hay flamencos puristas y creo que tiene que haberlos. Pero también hay que respetar al artista que quiere evolucionar, dejar su sello, su personalidad y su impronta en el flamenco. El mundo cambia y la música también. El flamenco es un arte vivo, y todo lo vivo evoluciona. El buen flamenco es el que llega al alma, el que llega directo al corazón porque transmite el dolor, la pena, la alegría o el amor. Es la vida misma y el sentir de un pueblo.
DNI
Carmen Pacheco Rodríguez, Carmen Linares, nace en Linares (Jaén) en 1951 y allí vivió hasta los 13 años, cuando su padre fue destinado a Ávila y después a Madrid. En los años 70 comenzó a trabajar en los tablaos de Madrid y en los años 80 actuó en festivales junto a Enrique Morente, Camarón, Carmen Mora y los hermanos Juan y Pepe Habichuela. Inició su carrera en solitario y cuenta con más de 30 trabajos, entre discos propios y colaboraciones. También ha actuado con orquestas sinfónicas en Nueva York, París, Buenos Aires, Tokio y Sidney. Es Premio Nacional de la Música (2001) y Medalla de Oro de Bellas Artes (2006), entre otros galardones. Está casada con Pepe Asín y el matrimonio tiene tres hijos