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120 aniversario

Catalina Palacios y Ángel Pescador: un arcoíris abierto a la lectura en Tudela hace cuatro décadas

"Un periódico es señal de que el pueblo lee". Lo dice una mujer que se hizo librera hace 5 años a la luz de la sabiduría cultivada desde 1986 en la librería arcoíris.

Ampliar Catalina Palacios Romero, la primera de la derecha, asumió la gestión de Librería Arcoíris, de Tudela, en 2018. Su  fundador fue Ángel Pescador Martínez, en la imagen, delante de su hija, Ana; y de su mujer, Margarita Garijo Fernández. “La última semana de febrero de 1986”, arrancó la trayectoria del pozo de sabiduría habilitado en la calle Camino  Caritat.
Catalina Palacios Romero, la primera de la derecha, asumió la gestión de Librería Arcoíris, de Tudela, en 2018. Su fundador fue Ángel Pescador Martínez, en la imagen, delante de su hija, Ana; y de su mujer, Margarita Garijo Fernández. “La última semana de febrero de 1986”, arrancó la trayectoria del pozo de sabiduría habilitado en la calle Camino Caritat.EDUARDO BUXENS
Actualizado el 17/03/2023 a las 08:11
Ya lo dice Andrés Zardoya, “la lectura ayuda a razonar”. Catalina Palacios Romero parafrasea a una institución en la docencia del colegio Griseras, que ayudó a ensanchar la mente “a media Tudela” en la Educación Primaria, que antes fue tildada de básica. La invitación a leer y releer la propia vida para ayudarla a comprender con juicio crítico y razón planea como un rayo de luz abierto a las entendederas que es, desde “la última semana de febrero de 1986”, la Librería Arcoíris, en la calle Camino Caritat.
Abrir su puerta es como bucear en un océano de aventuras y aprendizajes, dejados por escritos para la posterioridad por los autores de un mar de libros apilados. En sus aguas halló buen puerto su hoy gestora para saciar la siempre admirada y bien intencionada inquietud de ensanchar el bagaje intelectual y cultural.
Cualquiera pudiera pensar que en un mundo, cada vez más impaciente por las novedades transmitidas a la velocidad de Internet, una persona se animase a regentar el pozo de la sabiduría que es una librería. Y en ello se empeñó hace cinco años Catalina Palacios, que nació hace 63 “en un pequeño pueblo de Málaga”, y que personifica el entusiasmo por leer y por mantener viva la afición por la lectura.
En tal propósito, cuando se le interpela por la trascendencia que ha podido tener y tiene Diario de Navarra para la Comunidad foral, repara en la importancia que para las personas posee estar informadas de cuanto acontece en su entorno. “Un periódico -observa- es señal de que el pueblo lee. Conocer las noticias de lo que ocurre y también de los pueblos de alrededor es algo muy importante. Es lo que me gusta de los periódicos provinciales”.
En su invitación a ensanchar miras con el faro de la lectura, Catalina -Katy como responde a amigos y conocidos- dice que “con la persona que lee se puede conversar”. A ella -asegura- le encanta escuchar relatos que han sido escritos “Que me cuenten su historia, que me hablen del escritor, del por qué ha escrito lo que ha escrito. ¿Cómo pudo, por ejemplo, Federico García Lorca escribir La Casa de Bernarda Alba?”. Responde a la incógnita reflexiva con una respuesta madurada: “Porque pudo convivir con las mujeres a las que amaba”.
Como amante de los libros, que dice ser con la boca pequeña de quien completó sus estudios básicos pero que se afana con aprender cada día, incorpora y conjuga en su vocabulario de la vida el verbo escuchar. “Hay gente -afirma- que sabe de pájaros, de monte, de pan... Me encanta escuchar. Es un aprendizaje”. Es un arte.
Hasta la Librería Arcoíris llegan clientes que buscan respuestas a los acontecimientos de la víspera en informaciones y análisis pormenorizados de los diarios. Y otros que tratan de encontrar un libro con el que entretenerse o ampliar conocimientos en disciplinas que atrapan su curiosidad y seducen su ilusión.
El fondo recopilado incorpora donaciones de particulares que, antes que deshacerse de un volumen, optaron por darle una segunda vida a través de Arcoíris. “A todo el que quiera limpiar su casa y decida desprenderse de sus libros, le digo que no lo haga, que no los tire”. Contiene el depósito una segunda línea, con últimas novedades de editoriales que no exigen del vendedor su adquisición por adelantado. La fórmula contraída facilita el pago conforme se va produciendo la venta.
LA ETAPA DE LA FUNDACIÓN
El mostrador ofrece a la dispensadora de novedades “un trato muy directo y cercano” con el cliente. “He conocido a gente a la que he ayudado a salir de la tristeza por el fallecimiento de un ser querido. Me han preguntado hasta cómo se hacen unas lentejas”. La labor excede del límite comercial para centrarse en un plano más humano como bien que distingue al comercio de cercanía en una ciudad o pueblo.
Catalina ha incorporado en su círculo de relaciones a un antiguo trabajador de artes gráficas que mantiene vivos sus habilidades y conocimientos al palpar un volumen y saber cómo sanar la herida que sangra un trozo de papel.
La confianza adquirida es similar a la que Ángel Pescador Martínez, de 66 años de edad, cultivó con habituales de la misma librería en los treinta años que estuvo al frente desde su fundación. Fue él, junto a su mujer, Margarita Garijo Fernández, quienes escribieron los primeros capítulos de una historia que da para pensar en la importancia de disponer a mano un lugar en el que reposar la mirada y degustar el sabor interior que destilan las palabras.
El negocio comenzó a dibujarse en la mente de ambos con un giro de trazo en el modo de labrarse el porvenir. “Pensamos en un kiosco” cuando en noviembre de 1985 ella causó baja en su antigua dedicación. “Vista la cercanía de un colegio, Griseras”, con la potencial clientela en demandantes menudos de libros de estudios, Ángel y Margarita abrieron Arcoíris.
“Tuve clientes muy buenos, de periódicos y de libros”, rememora el artífice de la fundación. De los vínculos fijados, nacieron relaciones que son duraderas. Hoy cuando se cruza en la calle, responde a los saludos afectuosos recibidos de quienes se sintieron acogidos y satisfechos con sus compras. En tiempos de bonanza, había domingos en que el matrimonio no daba abasto con el trajín de compradores del periódico. “Igual se llegaban a vender 250 ejemplares de Diario de Navarra”. Todo un logro y acontecimiento, visto desde la actual perspectiva, condicionada por la era de Internet. El trabajo detrás del mostrador era exigente, con jornadas de mañana y tarde en semanas sin descanso. Hoy Catalina se permite la licencia de acotar la atención de “7.45 a 14.30 horas, de lunes a domingo”.
Un repaso a los primeros capítulos descubre formas de trabajo, hoy impensables. “El repartidos dejaba los periódicos de madrugada. La verdad es que nunca le llegué a conocer. En 1986, recogían la devolución de ejemplares una vez cada dos o tres meses. No como ahora”. La secuencia de anécdotas desempolva el año de obras de la calle Camino Caritat que obligaba de recoger los periódicos en una gasolinera cercana. Los automovilistas que se acercaban aprovechaban para adquirir un ejemplar. La etapa de suscripciones generó cierto reparo en Ángel y su mujer por la competencia directa creada con su actividad.
Dice el fundador de la librería que el Diario de Navarra “representa al lector de Navarra. Es el periódico que se ha leído desde hace muchos años y el que más ha influido”. Palabra
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