Aburrocracia digital
- Javier Eransus Archel
Son las nueve de la mañana y tú, que vas de moderno, intentas tramitar la Tarjeta Sanitaria Europea por la vía rápida de manera online. No sabes dónde te metes. La página web de la Seguridad Social te solicita la Cl@ve Permanente y el DNI electrónico de los que, por supuesto, no dispones. Para conseguirlos, rellenas más formularios de lenguaje farragoso y solicitas citas en otras saturadísimas instituciones con sus correspondientes plazos. Es la burocracia que se muerde la cola. Cuando te das cuenta, llevas más de quince ventanas abiertas sin haber avanzado un solo paso en tu objetivo.
Impaciente, telefoneas al número que te facilitan en un recoveco perdido de la web. Al otro lado del teléfono, un robot te indica que puedes volver a intentarlo cuando las líneas dejen de estar saturadas. A las doce y media del mediodía, y veinticinco llamadas después, asumes que no vas a lograr hablar con ningún funcionario de carne y hueso, y llegas a cuestionarte si eres un inútil. Te niegas a rendirte y lo pruebas al día siguiente. Y al siguiente. Y al siguiente. Pero como el día de la marmota, la historia se repite. Sin poder hacer nada para evitarlo, acabas uniéndote al 80 % de españoles que intenta hacer un trámite con la Administración y termina desistiendo. Te preguntas cómo tú, nativo digital, no eres capaz de solucionar online una gestión tan sencilla. Y te imaginas a tus padres y abuelos en la misma situación. Con la burocracia digital, llegada supuestamente para facilitarnos la vida, los mayores de cincuenta años están abocados a depender de sus hijos o nietos para cualquier trámite. Así aumenta la brecha digital y el desapego hacia las instituciones, que se ven como un obstáculo para la vida cotidiana. Al final, me fui a Italia sin la Tarjeta Sanitaria Europea. Burocracia 1, Javier 0.
Javier Eransus Archel, estudiante de 4º de Periodismo de la Universidad de Navarra.