Cejudo, en la primera parte, y Kike Sola, en el tramo final, gozaron de las únicas ocasiones de un partido para olvidar
Mendilibar andaba con la mosca detrás de la oreja porque Osasuna, en Valencia, jugó durante buena parte del choque a lo que quería el rival. Pensaba, por lo que dijo en la rueda de prensa del martes, que podía tratarse de un reflejo de la bipolaridad rojilla, que le hace ser un equipo en casa y otro bien distinto -y notablemente menos fiable- en los desplazamientos. Sin embargo, hoy ha debido comprobar con toda crudeza que no es así, que este Osasuna no tiene, de momento, argumentos para imponer su idea de fútbol, la idea que Mendilibar quiere inculcar.
El técnico de Zaldibar ha reconocido en todas sus comparecencias que sabía dónde venía, que era consciente de que en Pamplona le esperaba una tarea complicada. Por lo visto frente al Deportivo, ni Hércules se enfrentó a una empresa tan ardua.
Osasuna ha entrado bien en el partido, con las dosis de empuje y brío que se le suponen a un equipo que juega ante su público, pero minuto a minuto ha ido enredándose en la trampa del Deportivo, de Lotina. Una vez más, el de Meñaka, viejo conocido de la afición navarra, ha tejido un equipo frío, blando, que permite tocar al rival, pero a cambio fía toda su labor de contención al amontonamiento de jugadores en la parcela central.
Mendilibar, buen amigo de Lotina, con toda seguridad había aleccionado a sus jugadores para que evitaran balones innecesarios a los mediocentros, pero no todos han debido entenderle. Masoud ha terminado con sus huesos en el banquillo en el minuto 38 por desobedecer esta orden, pero no ha sido el único, ni mucho menos, en empeñarse en perder balones por el carril central.
Con el equipo completamente atascado, el debutante Cejudo ha protagonizado casi todo lo salvable en la primera parte, que no ha sido demasiado: un par de tiros lejanos, una volea, algún córner demasiado corto y una buena internada de Leka que ha terminado con un pase atrás y el posterior zurdazo a la grada de Cejudo.
La segunda parte ha resultado poco menos soporífera que la primera, porque el Deportivo se ha encargado de que no hubiera pelea, ni tensión, ni intensidad. Quería el empate y, por si acaso, se ha abstenido de mostrar las garras, no fuera a ser que Osasuna sacara las suyas. Durante minutos, no se han pisado las áreas y el juego ha sido una sucesión de imprecisiones en el campo y bostezos en la gélida grada. Hasta que ha salido Kike Sola.
El de Cascante, olvidado por Camacho, ha estado ante la oportunidad de su vida para reivindicarse. Primero, con un mano a mano ante Aranzubia que no ha sabido culminar y, en la jugada siguiente, con un meritorio cabezazo que se le ha escapado lamiendo el palo. Han sido las dos mejores ocasiones de Osasuna y del partido y han venido en apenas un minuto, con el único aviso previo de un tiro lejano de Nelson que Aranzubia ha aprovechado para dibujar una palomita de alta escuela.
El público, por un momento, ha creído que Osasuna podía ganar el partido, que los rojillos iban a continuar ganando en casa lo que pierden fuera, pero la reacción ha llegado demasiado tarde. El Dépor ha vuelto a acunar el encuentro con su juego parsimonioso y sus continuas pérdidas de tiempo, para llevarse un punto que le sabe a victoria, todo lo contrario que a Osasuna. Porque, hoy, en el Reyno de Navarra, se ha jugado a lo que Lotina quería y Mendilibar ha comprobado que tiene mucho, mucho trabajo, más del que podía imaginar, por delante.
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