Camino Paredes, ex directora general de Cultura y experta en arte, retoma la serie de reportajes en los que se adentra en el trabajo diario de los mejores pintores navarros. En esta ocasión indaga en la obra de José Ignacio Agorreta (Pamplona, 1963)
EN ocasiones, hay ausencias que acentúan sin pretenderlo todo aquello que la intención subraya. No obstante, de las ausencias se obtiene fortaleza y por qué no, confirmación y contundencia. Agorreta es un pintor de silencios, de ausencias, de renuncias y de empeño.
Sorprende en él su locuacidad y la parquedad que emana de cada pieza pictórica por él concebida. Contrasta el estatismo inmutable en el que se ven atrapados los elementos constructivos que protagonizan sus producciones y el movimiento vitalista que impone. tanto a sus ritmos de conversación como a su mirada en continua tensión observadora, conmueve la desconcertante atmosfera atemporal en la que se ven atrapados sus motivos, apenas visionados, apenas fortalecidos en una agónica pérdida de reminiscencia actual, colisionando con la historia de su determinación, de su gran voluntad pictórica. Ésta le ha acompañado siempre: "Desde niño encontré en el dibujo y los colores una satisfacción que ninguna otra actividad me proporcionaba. Siempre ha seguido siendo así, en ninguna etapa de mi vida me he alejado de los pinceles y guardo en mi memoria la imagen de muchos de los cuadros infantiles, por lo que ahora deduzco con qué pasión tuve que entregarme a ellos, para que tantísimos años después cierre los ojos y los vea perfectamente. Por todo esto mi relación con la pintura ha sido natural, no ha sido una actividad a la que me haya acercado con curiosidad, ni ha sido una actividad intelectual que haya satisfecho. No. Siempre ha estado ahí, no hay una vida anterior a empezar a dibujar".
Completa dedicación
Tal vez por eso, la dedicación de José Ignacio al arte ha sido y es plena, completa. Instalado en su estudio de Barañain, con la minuciosidad del alquimista da forma a lo que sus recónditos planteamientos le sugieren, haciendo ciertas estas aseveraciones de Félix de Azúa que a él tanto le identifican, su mirada: "No puede ver lo universal, sólo lo particular; es ciego para lo que de general pueda haber en lo particular, porque de lo particular sólo ve lo singular. Pero incluso de lo singular ha de verlo desde una individualidad única, original e irrepetible".
De ahí que en su estudio sólo encontramos un espacio de esencialidades, limpieza, orden, luz, claridad, recogimiento, siendo un lugar que aísla, que recoge, introspectivo. Nada del exterior parece penetrar cuando cierra la puerta salvo la luz intensa que se filtra imperiosa por el lucernario superior. Su estudio es un lugar para la concentración y el trabajo en soledad.
En ese aparente aislamiento, Agorreta ha ido construyendo una gama de trabajos en los que los ojos ven lo que están habituados a ver. La mirada interior, aquella que percibe lo que imagina ver. ¿Qué es real, qué soñado, qué rememorado? Agorreta nos da enigmas, nosotros debemos descifrarlos o simplemente persuadirnos de que la pintura es una ventana abierta al mar interior que nos recrea el alma.
Agorreta ha evolucionado con cierta rapidez, de sus primeras obras expresivas como fogonazos rasgados y musicales a las obras actuales, minuciosamente concebidas, exigentemente elaboradas, que dejan entrever la intensidad por ser ligeramente enigmáticas hay una distancia radical. Contemplar sus trabajos con detenimiento no nos detrae de sentir el aire dramático que susurran en la levedad pretendida de su técnica de superposición que, añade y elimina en un meticuloso proceso aparentemente imperceptible. En ellas, el abandono, la soledad, la nostalgia, lo deshabitado, todo lo distraído de la aparente realidad, perfilan el boceto de un ritual permanente y estancado, alguna vez, sometido al albur de ser invariable en su estatismo lejano, lo que singulariza y evoca.
Asombro
De todo este abandono, fábricas huidas, rincones de herrumbre, elementos corroídos, farolas sin luz, de todo ello, probablemente junto a la impresión de desamparo nos llega un principio de asombro: "Soy lo que pinto y pinto lo que soy. Por lo cual, supongo que de una manera inconsciente todas las exposiciones que veo, las lecturas, las películas, las conversaciones que mantengo.todo afecta a las decisiones que, finalmente, tomo en un cuadro. Yo no reconozco una influencia inmediata de nadie, no porque reniegue de ellas, todos tenemos algo de otros y sería de una prepotencia ingenua pretender lo contrario, sino porque no alcanzo a identificarlas".
Considero que lo cierto es que la introspección, el mirar hacia adentro, son los signos que conforman su lenguaje vital y estético, presencias que son de recorrido cadencioso, marcan su cuaderno de viaje, desde Pavese, los escritores de relatos cortos norteamericanos, Cheever, Carver, Ford, Munro, pasando por Miles Davis o Ry Cooder, Giacometti, Vermeer, Kiefer, Goya, Morandi, Rothko o Fray Angélico y Tápies. Todos estos registros miden su presencia en el mundo, y fruto de ello, su obra pictórica, distraída, deambulando entre las soledades de su estado natural: "Mis cuadros son una prolongación de mí mismo y, por lo tanto, hablan de mí".
Tanta soledad, tanto desalojo, no impiden probablemente por la textura de sus atmósferas y la calidez de su cromatismo, que cuando contemplamos sus trabajos, sintamos el calor de la acogida, el bienestar de la soledad buscada, deseada, el sabor dulce de una pintura que no agrede, que no chirría, porque es la consecuencia lógica que depara la ausencia de ruido, el aislamiento que no se ve perturbado, toda una reivindicación en definitiva del silencio..
Diariodenavarra.es no se responsabiliza ni comparte necesariamente las ideas o manifestaciones depositadas en las opiniones por sus lectores La discrepancia y la disparidad de puntos de vista serán siempre bienvenidos mientras no ataquen, amenacen o insulten a una persona, empresa, institución o colectivo, revelen información privada de los mismos, incluyan publicidad comercial o autopromoción y contengan obscenidades u otros contenidos de mal gusto.
Diariodenavarra.es se reserva el derecho a decidir las noticias que admiten comentarios de los lectores.
Atención: Tu petición no ha sido procesada correctamente. Comprueba que has rellenado todos los campos obligatorios correctamente y vuelve a intentarlo.
(*) Todas las opiniones que tengan rellenados estos campos pueden aparecer publicadas en el periódico impreso
José Ignacio Agorreta, en su estudio de Echavacoiz norte, en Pamplona. JOSÉ CARLOS CORDOVILLA
© DIARIO DE NAVARRA. Queda prohibida toda reproducción sin permiso escrito de la empresa a los efectos del artículo 32.1, párrafo segundo, de la Ley de Propiedad Intelectual