La prueba donostiarra, en la que Chente García estuvo en la fuga buena, estuvo marcada por la lluvia
Carlos Barredo, el ganador de la Clásica de San Sebastián, debutó en profesionales con el equipo Liberty Seguros de Manuel Saiz. Cumplió un sueño. Cuando le dieron su calendario de la temporada 2004 cumplió otro: correr las clásicas.
Le llevaron a las mejores, sin ninguna responsabilidad, para que aprendiese el oficio. Era un ciclista peleón, de los que creaba buen ambiente, de los que nunca ha olvidado donde se formó y la oportunidad que le dieron.
Estaba en el mismo grupo que Contador, Luis León, Rojas, que era un poco más joven, Navarro, Jesús Hernández. La última gran generación que ha dado el ciclismo de este país. Corredores bien cuidados, a los que enseñaron el oficio, a los que llevaron a los mejores escenarios del ciclismo mundial para que adquirieran experiencia.
Seis años, un gran triunfo
Barredo llegó al Boulevard con Kreuziger. Su sinceridad resultó aplastante: «Si no me hago el "grajo" no ganó», explicaba. ¿Qué es el grajo? Racanearle un poco a Kreuziger, dejarle que diese relevos muy largos, guardar fuerzas para la llegada. «Me ha salido bien», sentenció.
La Clásica se jugó en distintos momentos. Hubo instantes en los que dio la impresión de que una escapada de 18 corredores que se formó en el kilómetro 40 podría llegar a meta. Menos mal que algunos equipos comenzaron a trabajar detrás, entre ellos el Quick Step.
Jaizbikel se convirtió en un tobogán que conducía directamente al hospital. Se puso muy peligroso. Aprovechó el parón del grupo de los mejores, de las miradas entre Valverde y Pozzatto: "Arranqué y le cogí a Kreuziger". Hubo unos segundos, siete, de parón. No hizo falta más.
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Carlos Barredo celebra su victoria en el Boulevard donostiarra. REUTERS
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