La escritora resalta el papel fundamental de los padres y la familia para que un niño sea feliz de adulto
"Se ha descubierto que las personas que se declaran felices, declaran también haber aprendido a serlo en su familia, en su primera infancia". Con esta frase resume la escritora y experta en Psicología Alejandra Vallejo-Nágera las conclusiones de un estudio realizado por el Instituto de la Felicidad de Coca-Cola. Hoy acudirá a Pamplona para orientar a los padres sobre cómo enseñar a sus hijos a ser felices. La cita tendrá lugar a las 19.00 horas en la sede de ONCE.
¿Cómo se aprende a ser feliz?
Se empieza en casa. Los padres somos la primera y más importante escuela de amor y de afecto. Cómo nos queremos entre nosotros y cómo queremos a nuestros hijos va a marcar un patrón que nos va a hacer afrontar el mundo de una determinada manera. La primera infancia marca unas huellas imborrables a lo largo de la vida.
¿La felicidad es una huella?
La felicidad no es una cuestión de suerte. Independientemente de que las circunstancias de la vida nos sean favorables, la felicidad es una conquista personal una actitud. En una misma circunstancia, ante un caso muy dramático como una enfermedad, una persona puede abordarla con energía, con optimismo y esperanza, mientras que otra tiene ganas de tirar la toalla y desaparecer. Los padres tienen una responsabilidad muy grande ahí.
¿Hasta qué punto influyen los padres en la felicidad de sus hijos?
Los padres optimistas tienen más garantías de educar a hijos que también lo sean, asumiendo que la vida no es un jardín de rosas ni un continuo parque de atracciones. Está llena de obstáculos y de reveses y hay que saber saltarlos, no sólo con energía y buena disposición, sino con ganas de obtener un futuro mejor, más satisfactorio.
Pero, ¿los niños cogen todo o sólo lo que les interesa?
Los niños son como esponjas, lo que pasa es que tenemos un componente genético innato que nos hace ser de una determinada manera. Hay niños que nacen más alegres, más espontáneos, más abiertos a la posibilidad de tener amigos y hay otros más tímidos, más retraídos, más serios, más observadores. Y es bueno que esta diferencia exista porque si todos nos dedicásemos a hablar y a expansionarnos ¿quién escucharía? La humanidad está muy equilibrada, afortunadamente. Lo que es importante es tener en cuenta qué carga genética, en lo que a conducta se refiere, tienen nuestros hijos.
¿Carga genética?
Sí. Es bueno saber qué temperamento, qué cualidades genéticas tienen nuestros hijos, y saber qué partido se le puede sacar. Porque un padre excesivamente expansivo va a preocuparse si tiene un niño tímido y retraído. Y quizás no lo va a saber ayudar ni va a saber valorar las cualidades de este niño.
¿Cómo deben actuar los padres?
Depende de cada caso. No hay claves genéricas, cada persona y cada familia son únicas. Lo fundamental es conocerse a un mismo y a las personas que nos rodean. Se trata de que cada familia diagnostique qué es lo que tiene en casa y cómo puede sacarle más partido.
¿Cree que los padres invierten tiempo en educar a sus hijos?
Los padres, la inmensa mayoría, lo hacemos lo mejor que sabemos y podemos. Queremos a nuestros hijos por encima de lo que nos queremos a nosotros mismos, hasta el punto de hiperprotegerlos. Hay que saber soltar las riendas, cortar el cordón umbilical, dejarles libres para que se equivoquen, para que tropiecen, porque de ello aprenderán mucho. Ése es quizá el punto en el que los padres fallan más.
Los hijos no vienen con un manual de instrucciones.
Si los padres no lo sabemos hacer mejor, es porque nos formamos en el cargo. Cometemos errores pero tenemos la lección de lo que nuestros padres hicieron con nosotros. Conviene pararse un momento y pensar: si yo fuese pequeña, ¿cómo me hubiera gustado que actuaran mis padres? Eso clarifica mucho las ideas.
Habla de conocerse a uno mismo y aceptarse pero ¿aceptamos más a los otros que a nosotros mismos?
Uno no puede querer a los demás si no se quiere a sí mismo. No podemos dar lo que no tenemos. Una persona que no tiene autovaloración suficiente va a ponerse demasiado en manos de otros y va a ser manipulado más fácilmente.
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Alejandra Vallejo-Nágera, en una de sus conferencias. DN
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