La momia es conocida en el taller de restauración como el "gato real", ya que se cree que pudo pertenecer a algún faraón. Para no afectar a su conservación, no se va a proceder a desenroscar el lino, pero mediante alguna técnica radiográfica se prevé leer los jeroglíficos de la vasija junto a la que va envuelta. "Pueden dar respuesta de a quién perteneció", apunta Martinena. De esta misma forma, también se valorará la técnica de embalsamamiento y si el cuerpo tiene alguna incisión en el lado izquierdo o fue vaciado por orificios naturales. "Este gato puede llegar a contarnos desde costumbres de la época del bajo imperio, hasta los cuidados a los que era sometido o la alimentación que llevaba", explica.
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