En el Civivox de San Jorge se revivió ayer el ambiente sanferminero con las piezas populares que interpretó La Pamplonesa. El público recordó el 6 de julio en pleno mes de diciembre
LAS localidades de la sala de espectáculos del Civivox de San Jorge no fueron suficientes para los nostálgicos de San Fermín, que acudieron ayer por la mañana al centro cívico a disfrutar del concierto pedagógico de La Pamplonesa.Con la intención de revivir los buenos momentos de la festividad navarra, el público agotó las 220 invitaciones, que comenzaron a repartirse a las 10.30, en tan solo 10 minutos.
Aún así, algunos se quedaron a escuchar tras las puertas cerradas del salón de actos.
La Pamplonesa consiguió sumergir a la asistencia en el jolgorio sanferminero a través de temas populares como Ánimo, pues, La Dominguera y el Riau-riau.La música se alternó con la comedia: entre pieza y pieza, Rubén Velasco Azcona, miembro de la banda, simulaba una retransmisión radiofónica sobre las actividades de sus compañeros en el primer día de las fiestas. En una pantalla sobre el escenario se sucedieron imágenes de la Plaza del Ayuntamiento en plena efervescencia. "Queríamos que la gente aprendiera de forma amena cómo participa nuestra banda en los Sanfermines", explicó Velasco, coautor del guión del espectáculo junto con Carlos Pérez Cruz y Álvaro Díaz Urtásun, también músicos de La Pamplonesa. La banda, que alegra con sus música las calles de Pamplona en Sanfermines desde los años veinte, aprovechó su actuación para rendir un homenaje póstumo a su miembro más insigne, Manuel Turrillas, compositor de buena parte de su repertorio musical.
La recreación de la fiesta fue fiel hasta el punto que contó con la intervención de Coletas y Napoleón. Durante el concierto los kilikis recorrieron la sala golpeando las cabezas de los niños. El momento más emotivo de la representación lo protagonizó el grupo Raíces Navarras al entonar la jota Al glorioso Sanfermínbajo una imagen del santo. "Se trata de una oportunidad única para muchos", dijo Fernando Falces Sola, uno de los joteros. " El 7 de julio, cuando esta jota se canta en la plaza del Concejo, el lugar está tan abarrotado que hay quien no puede acercarse a escucharla", señaló.
Desde las butacas el público acompañó los temas con palmas mientras coreaba las tonadillas. Algunos, pañuelo rojo al cuello, incluso se arrancaron a bailar en mitad del pasillo. "Después de 68 años, todavía me emociona escuchar a esta banda", decía Ángel Carausán Eneriz. "Las canciones me recuerdan a mi juventud". Elisa Vela Macaya y su marido, Alfonso Larraya Goyeneche, aguantaron de pie durante todo el espectáculo con sus hijas Ainhoa, de un año, y Silvia, de tres, en brazos. Las pequeñas parecían pasárselo tan bien como sus padres e incluso se atrevieron a besar a a los kilikis. "Es una buena manera de que los niños aprendan cuáles son nuestras tradiciones", comentó la madre.
El ayer director de la banda, Jesús Garisoáin Iribarren se lamentaba de las limitaciones que la falta de espacio impone al proyecto pedagógico de La Pamplonesa: "Nos hubiese gustado involucrar a más colectivos en nuestra representación para que fuera más completa. Faltan los dantzaris, los txistularis, los gigantes... Nuestra idea podría haberse desarrollado mejor en un auditorio más grande". Sin embargo, La Pamplonesa consiguió convencer ayer a su público de que ya falta un poco menos para San Fermín.
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