En la memoria de Maurice Cling siguen muy presentes los 8 meses que pasó en aquel campo de exterminio nazi. Allí fueron asesinados sus padres y su hermano mayor. Ayer, a sus 79 años, recordó en Tudela cómo sobrevivió a aquel horror
Sus padres fueron gaseados el mismo día que llegaron al campo de concentración de Auschwitz (Polonia) procedentes de París, donde habían sido arrestados. Cuatro meses después, su hermano mayor también fue asesinado. Con 15 años recién cumplidos, aquel niño francés se encontraba solo en el más importante campo de exterminio nazi. Su misión durante los ocho meses que allí permaneció fue sobrevivir..., y lo logró.
Ayer, a sus 79 años, Maurice Cling rememoró aquellas trágicas vivencias durante un curso celebrado en la UNED de Tudela.
¿Cómo se produjo el arresto de su familia?
Nací en París en el seno de una familia judía. Mi padre, un inmigrante rumano, combatió en la Primera Guerra Mundial y fue herido en 1915. Le condecoraron y naturalizaron francés. El 4 de mayo de 1944, en plena Segunda Guerra Mundial, mi familia fue arrestada por medio del régimen colaboracionista de Vichy. En la lista de personas a arrestar estaba el de mis padres y mi hermano, pero no el mío. Mi madre consideró que lo mejor era que todos fueran juntos a donde nos quisieran mandar, y por ello me vinieron a buscar al colegio. Ese día cumplía 15 años. Una semana después, fuimos deportados a Auschwitz.
¿Qué ocurrió a su llegada al campo de concentración?
Mi hermano y yo fuimos separados de nuestros padres. Ellos iban en un vagón cuya línea férrea llevaba directamente a las puertas de una cámara de gas. Allí mismo fueron gaseados. Con este método, los responsables del campo ahorraban mano de obra y tiempo en su labor de exterminio.
¿A dónde fue usted y su hermano?
Los nazis seleccionaban a las personas que podía trabajar y, a las que veían débiles, enfermas o sin habilidad las asesinaban. Los dos pasamos la primera criba pero, a los cuatro meses, me separaron de mi hermano. Luego supe que él también había sido asesinado en la cámara de gas.
¿Sabía lo que estaba pasando?
No. Se oían rumores, pero nada era seguro. No entendía alemán, ni polaco, ni judío. Había muy pocos franceses y, además, los soldados eran expertos en confundir a los prisioneros para que nada se supiera.
¿Cómo se sobrevive a esa situación?
Me prohibí a mí mismo elucubrar sobre la suerte que había podido correr mi familia. Eso me podía hacer caer en una depresión y a ser considerado no válido por los nazis. Con 15 años, no podía entender qué pasaba a mi alrededor y, por ello, centré todos mis esfuerzos en cumplir los trabajos forzados a los que nos sometían y llegar vivo al día siguiente.
Y lo logró.
El Ejército Rojo liberó el campo y me evacuaron a Dachau. Tras la llegada de las tropas americanas, fui liberado en el Tirol. Tenía que retomar mi vida. Era joven y debía salir adelante. Sabía que Dios castigaría a los asesinos. Retomé mis estudios en París y trabajé como profesor de instituto y, luego, en la Universidad de París XIII. Ahora, cuando ya soy mayor, es hora de analizar lo que allí ocurrió y por ello me dedico a difundir lo que supuso esa barbarie.
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