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CINE > INDIANA JONES Y EL REINO DE LA CALAVERA DE CRISTAL

Veinte años después

Actualizada Miércoles, 28 de mayo de 2008 - 04:00 h.
  • MIGUEL URABAYEN

H AY películas que producen en el aficionado impresiones contradictorias y esta cuarta aparición de Indiana Jones es una de ellas. En primer lugar, por el tiempo de su estreno. El reino de la calavera de cristal se ha lanzado a las pantallas de medio mundo 19 años después de que viéramos Indiana Jones y la última cruzada, tercera película sobre sus aventuras.

Esas casi dos décadas de intervalo -un record en las continuaciones de Hollywood- ha creado sentimientos de nostalgia entre quienes vieron la serie en su momento y de curiosidad en los nacidos después. Como sabemos, todo empezó, allá en 1981, con la sorpresa de la extraordinaria En busca del Arca perdida, continuada tres años más tarde por Indiana Jones y el templo maldito y en 1989 por la citada en el párrafo anterior.

Dado el gran éxito taquillero obtenido con las tres (más de mil millones de dólares), era lógico que George Lucas y Steven Spielberg pensaran en dar un cuarto golpe al filón. Pero, según se dijo con frecuencia, los compromisos comerciales de uno y otro, más los de Harrison Ford, impidieron el rodaje hasta el pasado año. Fecha límite porque Ford cumplió los 65 el 13 de julio último. Sí, cierto, como vemos está en muy buena forma física pero el papel de Indiana Jones requiere no solo mucho vigor sino también la apariencia de fuerza, energía y salud. Ford aparenta todavía diez años menos de los que tiene pero eso podía cambiar pronto. Así que los tres decidieron coincidir por encima de cualquier otro trabajo y aquí está el resultado.

Otro aspecto notable es la combinación de agrado y decepción que puede sentirse ante lo muy familiar que nos resultan las nuevas aventuras e incluso buen número de sus escenas. Por un lado se tiene la impresión de reencontrar a antiguos amigos. Me refiero a Ford dentro del atuendo ya clásico de Indiana Jones e, inesperadamente, a Karen Allen como su vivaz pareja Marion que conocimos hace 27 años. Además, la música de fondo sigue siendo de John Williams apoyándose en el motivo musical que compuso para la primera película.

La decepción proviene de que esa familiaridad va resultando excesiva conforme se desarrolla la incesante acción que ocurre en 1957. Los enemigos son soviéticos en vez de nazis pero aun así todo es muy similar a las películas anteriores. Y lo peor es no encontrar en lo que vemos el gusto de antaño, a pesar de los diversos escenarios y temas del guión. El principal de esos temas (descubrir el significado de la calavera de cristal) termina de manera espectacular en las selvas de Perú. La solución del misterio, relacionada con los años en que transcurre el argumento, está muy bien presentada como no podía ser menos: Spielberg dirigió en 1977 una gran película sobre lo que aquí aparece de manera más complicada.

Posibles continuaciones

Pero hoy día hemos visto muchos efectos especiales y sus escenas no nos impresionan. De todas formas ese episodio -debía haber sido el final- es mucho mejor que el siguiente y último, inesperadamente rutinario. Quizá la terminación elegida se ha hecho para abrir una puerta a futuras continuaciones con el más joven Shia LaBoeuf como héroe substituto. O a una combinación entre él y Harrison Ford, según se hizo con Sean Connery en La última cruzada. En cualquier caso, uno mira esa posibilidad sin ninguna confianza. Lo digo porque LaBoeuf no me parece apropiado para continuar la serie, a juzgar por su trabajo aquí, incluida su primera aparición en la motocicleta como Marlon Brando en Salvaje (1953). Esos planos resultan más una caricatura que una semejanza.

Como podíamos esperar, Ford está muy justado a un papel que le cae como un guante. Lo curioso es que eso mismo se puede decir de otros personajes encarnados por él en variadas películas. Por ejemplo, Han Solo en la primera trilogía de La guerra de las galaxias. O Jack Ryan en dos de las tres obras dedicadas a ese agente especial. O Rick Dekard, cazador de replicantes en Blade Runner. O el Dr. Kimble de El fugitivo. O el detective John Book de El único testigo. O el ejecutivo Jack Trainer de Armas de mujer. Esas son para mi gusto las mejores actuaciones que ha hecho en las 34 películas realizadas desde el comienzo de su carrera en 1967. Fueron tan brillantes y naturales que permiten calificar a Harrison Ford de gran actor y explican su facilidad para convertirse en Indiana Jones.

A su lado aparece ahora otra intérprete de muy diferentes papeles. Si no recuerdo mal, esta es la primera vez que Cate Blanchett encarna a una villana. Y lo hace muy bien, casi irreconocible bajo los duros y atractivos rasgos de la agente soviética Irina Spalko. A mi juicio, es la mejor del amplio reparto que acompaña a Ford. Recuerda, en más hermosa y joven (39 años) a la implacable Rosa Kleb tal como la interpretó Lotte Lenya (65 años) en Desde Rusia con amor, la segunda obra de la serie Bond.

Volviendo a la película, cabe elogiar la ambientación y el buen ritmo que Spielberg da al conjunto, ritmo rápido sin llegar a los excesos de velocidad en el montaje que hemos visto en numerosas películas de acción de los últimos años. Ese buen hacer de los realizadores lo dábamos por supuesto y no es ninguna novedad ni en el director ni en la serie.

EN RESUMEN: NOSTALGIA Y DECEPCIÓN EN LA CUARTA ENTREGA DE INDIANA JONES. PERO FORD, LUCAS Y SPIELBERG JUNTOS SON ESPECIALISTAS EN ÉXITOS TAQUILLEROS. SI CONSIGUEN OTRO UNA VEZ MÁS, NO JUBILARÁN A SU VETERANA CREACIÓN. AUNQUE EL ARQUEÓLOGO AVENTURERO MEREZCA UN BIEN GANADO DESCANSO.


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