El 16 de abril de 2008 es ya una fecha inolvidable para Alberto Undiano. Junto a su inseparable Fermín Martínez, superó con nota el reto de la final de Copa del Rey. Éste es el relato del gran día del árbitro navarro.
Llegó a casa ayer a las cuatro y cuarto de la tarde, después de esperar un avión que salió con dos horas de retraso de Barajas. Le esperaba su esposa María, que está a punto de dar a luz su segundo hijo.
Con el bolso todavía en la mano, Alberto Undiano atendía a este periódico horas después de haber dirigido su partido más importante, la final de Copa del Rey entre Valencia y Getafe, que terminó con victoria ché por 3-1. Su actuación ha sido destacada en muchos medios e ignorada, como él deseaba, por otros. En el penalti que pitó a favor del Getafe y a instancias de su ayudante, el navarro Fermín Martínez, hay unanimidad: acertó.
Alberto Undiano Mallenco, Fermín Martínez Ibáñez y el otro asistente, el vitoriano Roberto Díaz de Palomar, vivieron las horas previas a la gran cita en el hotel Miguel Ángel de Madrid. De allí se marchó al escenario del encuentro, el Vicente Calderón, y después de la final, ya a las dos de la madrugada, cenó en el asador Frontón, donde todavía queda un escudo de Osasuna, recuerdo de su anterior dueño, el navarro Miguel Ansorena. Ayer era momento de volver a casa.
En el día después, Undiano experimentaba una mezcla de sensaciones. "Da un poco de pena, ha pasado todo tan rápido... No da tiempo de saborearlo", repetía. Por suerte, le han grabado el partido. "Ya lo veré tranquilamente".
Sabemos que no puede hablar del partido ni de las jugadas polémicas, pero intentaremos contar sus sensaciones y vivencias durante este día. ¿Cuándo se levantó, qué desayunó...?
A las ocho de la mañana. Desayuné un café con leche, un zumo y algo de fruta. A las diez teníamos una reunión con los delegados, encargados de seguridad, y tuvimos que ir al Calderón. Después fuimos a pasear por Madrid y ver el ambiente para pasar la mañana tranquilamente, de relax. Luego nos fuimos al hotel a comer a las dos. Echamos la siesta y esperamos la hora del partido.
Cuando paseó con sus auxiliares, ¿le reconocía la gente?
Sí... Estábamos en la Plaza Mayor. Todavía no había mucha gente de Getafe y Valencia, pero los que nos reconocían nos decían: "¡Pita a nuestro favor!" Los típicos comentarios en buen plan.
¿Nadie se pasó con usted?
No. Nos deseaban suerte.
¿Cuándo aparecieron los nervios?
He estado en partidos en los que me he puesto más nervioso. Estaba supertranquilo porque estaba mentalizado para disfrutarlo mucho, independientemente de cómo fuera. No sabes si vas a pitar otra final, pero me lo tomé como si así fuera. Sí que es cierto que los minutos antes de salir al terreno de juego tienes un gusanillo. Además, estaba todo sincronizado para que todos salieran cuando llegara el Rey, los paracaidistas... Esos minutos se hicieron un poquito eternos.
En las horas previas, ¿hablan del partido, de su vida, del tiempo?
A Fermín lo conozco desde hace muchísimos años, pero con Roberto era la primera vez que arbitraba. Por eso tuvimos una reunión después de comer para prepararlo bien todo: si había tanda de penaltis, cómo nos colocábamos, cualquier cosa que pudiera pasar... No fue la preparación habitual de un partido de Liga sino un poquito más extensa.
¿Se le pasó rápido el partido?
Sí, y el día en general. Es como el día de tu boda o el de tu Primera Comunión, que los esperas mucho y luego se te pasan tan rápido y no te da tiempo ni a disfrutarlos. Había asistido como espectador y es muy bonito ver a dos aficiones animando sin parar. La pena es que al final sólo puede ganar uno, y al otro, después de la grandísima competición que ha hecho, se le queda una cara...
¿Le da tiempo a saborear el ambiente?
Estás concentrado, pero es un partido con connotaciones que no tiene uno de Liga. Hay mucho más ruido. La afición anima de forma mucho más constante y siempre hay alguien que protesta, porque la mitad del campo es de cada equipo.
¿Se nota que los jugadores se juegan todo a cara o cruz?
Sí. Antes de empezar, media hora antes del partido, se ve que los jugadores están más concentrados, no hay bromas, están a lo suyo. En otros partidos, los jugadores que han coincidido en otros equipos se saludan, pero en una final todo el mundo está más metido en lo suyo.
Vamos al después. ¿Se acuerda del momento de subir al palco, lo que le dijo el Rey...?
Nos felicitó a todos. No dijo nada en particular. No me acuerdo exactamente de la palabra, creo que enhorabuena. La sensación era extraña, porque había mucha gente que sólo había visto en televisión: el presidente de la Comunidad Valencia, de Madrid, el del Senado... Todo era tan rápido que no sabías quién te había dado la mano. Sí recuerdo haber visto a José Luis Díez y ver una cara conocida me tranquilizó un poco. Fue todo muy rápido, pero muy emocionante.
¿Al árbitro que le dan?
Es una especie de placa con una inscripción, con la fecha y el partido que es.
Después del partido, ¿qué hicieron?
Descargar la tensión, relajarnos, disfrutar de lo que habíamos vivido en el partido. Fuimos a cenar el equipo arbitral con el presidente del Comité de Árbitros, Sánchez Arminio, los vicepresidentes, el secretario general... Nos juntamos unos 15. También estaban mi madre y mi hermano.
Su esposa no pudo asistir.
No, estando como está, tenía bastante riesgo. Le dio mucha pena porque se lo hubiera pasado muy bien.
Se perdió el nacimiento de su primer hijo por un partido. ¿Esta vez podrá estar?
Tengo partido este sábado (Zaragoza-Recre) y la semana que viene concentración en Madrid. A ver si tengo suerte y puedo estar. María sale de cuentas el día 22.
Sin hablar de jugadas en concreto, usted tenía ganas de resaltar la labor de Fermín Martínez.
Sí. Siempre he dicho que un porcentaje muy alto de donde estoy es por mis asistentes, no sólo por los que llevo ahora. Fermín lleva conmigo once temporadas, ha pasado muchas aventuras, tardes buenas y menos buenas, pero su grado de acierto está fuera de toda duda. Esto es un equipo y, si uno del equipo falla, todo se hunde.
En el día después, ¿lee las críticas?
No te puedes abstraer de la realidad. No me vuelvo loco leyendo o escuchando lo que dicen, aunque desayunando en el hotel o en el avión le echas un vistazo a la prensa por encima y ves un poquitín la opinión sobre tu actuación.
Se puede decir que ha superado un reto más en su carrera.
Bueno, yo he hecho lo mejor que he podido y sabido. Cada uno es libre de opinar. Es una experiencia que nadie me va a quitar y voy a recordar toda mi vida. No sé si tendré más oportunidades, pero la primera siempre es especial.
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