Ninguno de los 16 aparatos que participaron en la acción fue derribado sobre territorio japonés
MÁS de un miembro del gobierno japonés debió estar preocupado el 18 de abril de 1944. Porque el mismo día de 1942, la aviación norteamericana había conseguido bombardear la capital de su imperio. Y el 18 de abril de 1943 una emboscada aérea derribó el avión del almirante Isoroku Yamamoto, respetado jefe de la Marina nipona y principal estratega de la ofensiva aeronaval iniciada con el ataque a Pearl Harbor.
MÁS de un miembro del gobierno japonés debió estar preocupado el 18 de abril de 1944. Porque el mismo día de 1942, la aviación norteamericana había conseguido bombardear la capital de su imperio. Y el 18 de abril de 1943 una emboscada aérea derribó el avión del almirante Isoroku Yamamoto, respetado jefe de la Marina nipona y principal estratega de la ofensiva aeronaval iniciada con el ataque a Pearl Harbor
Que los dos hechos ocurrieran el mismo día y mes fue obra del azar pero podía temerse una insistencia en esa fecha por un enemigo que a pesar de sus derrotas iniciales se había revelado en los dos años anteriores como hábil y tenaz, algo que los mandos militaress japoneses no habían previsto. Voy a recordar en dos artículos las curiosas circunstancias que presentaron ambos sucesos. Este es el primero.
El bombardeo de Tokio el 18 de abril de 1942 fue único en la guerra del Pacífico por su finalidad. No trató de hacer daño a la industria japonesa -los aviones eran solo 16 y pequeña su carga de bombas- sino de golpear su moral. También se trataba de levantar la norteamericana, muy maltrecha por la serie de victorias de los nipones, mirados hasta entonces por los estadounidenses con un claro sentimiento de superioridad.
Pero en tan solo cuatro meses los despreciados japoneses habían derrotado a los norteamericanos, a los ingleses y a los holandeses, apoderándose de islas o territorios del Pacífico administrados por las tres potencias. Ante esa situación, el Presidente Roosevelt había pedido en marzo a los jefes del Ejército y de la Marina que consiguieran un éxito bélico. Era necesaria una muestra de que los Estados Unidos podían responder al desafío nipón.
La idea
Y aquí aparece el primer hecho curioso de la operación. La idea de bombardear Tokio no fue de ningún militar de alta graduación sino del capitán Francis S. Low, un submarinista integrado en el cuartel general del almirante King, jefe de la Marina de los Estados Unidos
La idea del capitán Low iba acompañada de la forma adecuada de realizarla. Dado que los norteamericanos no tenían en aquellos momentos ningún bombardero capaz de alcanzar las islas japonesas, proponía que aviones del Ejército despegaran de portaviones, una vez entrenados los pilotos. Su plan implicaba una estrecha colaboración de la Marina y el Ejército, hasta entonces servicios muy separados e incluso rivales.
La original propuesta fue bien acogida por los altos mandos de ambos Servicios militares y empezaron los preparativos. Se eligió al más reciente portaviones, el Hornet, para navegar hasta 640 kilómetros de Japón, distancia a la que despegarían los bimotores B-25 elegidos para la operación, a pesar de ser un modelo nuevo. Es decir, y este es el segundo punto curioso, tanto los bombarderos como el portaviones que los iba a lanzar entraban en combate por primera vez, algo muy arriesgado para una operación tan nueva y complicada.
El entrenamiento
Los 16 Mitchell (así se llamaba a los North American B-25) estarían dirigidos por el teniente coronel James H. Doolittle, primer piloto que hizo un vuelo a ciegas, solo por instrumentos. Vuelto al servicio militar poco antes del comienzo de la guerra, Doolittle dirigió los intensivos entrenamientos de los pilotos -todos voluntarios- que se habían presentados sin conocer el objetivo de su misión.
La operación era de máximo secreto dada la superioridad japonesa en el Pacífico y el hecho de que la flota norteamericana arriesgaba dos de sus portaaviones, la mitad de los que entonces tenía en el Pacífico. El Enterprise escoltaría al Hornet para protegerlo ya que los Mitchell transportados en el puente, sujetos con cables, impedían los despegues de sus propios cazas (por su tamaño, los bimotores no cabían en los hangares interiores del buque).
La parte más importante del entrenamiento de los pilotos consistió en aprender a despegar del puente del Hornet, reducido por los Mitchell situados en la parte de popa del navío. En un aeropuerto militar se marcó la distancia exacta de que iban a disponer los 24 pilotos elegidos (8 de reserva, para asegurar que habría 16 a pesar de bajas por accidente o enfermedad). Doolittle estaba seguro de que los Mitchell podrían despegar del puente porque se habían hecho pruebas con dos aparatos, pilotados por expertos, que se remontaron desde el Hornet sin grandes dificultades.
La realización
El Hornet, con dos cruceros y cuatro destructores, salió del puerto de San Francisco el 2 de Abril para reunirse el 12 con el Enterprise y su escolta que estaban en Hawai. Desde el punto de encuentro, la flota -16 navíos en total, incluidos 2 petroleros- navegó hacia la línea de lanzamiento. Pero antes de alcanzarla tropezó con uno de los barcos de vigilancia japoneses, el Nitto Maru, que tuvo tiempo de transmitir un aviso al Cuartel General de la Marina nipona antes de ser hundido rápidamente por los cruceros.
Ante esa posibilidad, el almirante William Halsey al mando de la operación naval ordenó el despegue de los aviones aunque la distancia a Japón iba a superar en 400 kilómetros a la prevista. Eso suponía que los bombarderos no iban a llegar a sus objetivos por la noche, evitando así a los cazas nipones. También, que el vuelo de los aparatos para alcanzar China (los Mitchell no podían aterrizar en ningún portaviones) sería nocturno, cambiando el plan acordado con esa nación, invadida en parte por los japoneses.
El avión de Doolittle fue el primero en despegar, a las 8.20 de la mañana, contra un viento de 40 nudos y mar revuelta que obligó a tener en cuenta el cabeceo del Hornet para que los aviones llegaran al extremo del puente coincidiendo con la posición elevada de la proa. Los otros 15 Mitchell le siguieron con intervalos de 4 minutos y a las 9,20 todos estaban volando hacia Tokio y otras cuatro ciudades. Dos horas más tarde, una vez sobre los objetivos, apenas encontraron cazas nipones. La sorpresa fue casi total.
Y eso constituye el tercer punto curioso de la operación. Porque los japoneses sabían que portaviones enemigos se aproximaban a sus islas. Sin embargo, calcularon que los bombarderos atacantes no llegarían hasta el día siguiente por suponerlos aparatos navales, de corto radio de acción. Por tanto, necesitaban que el portaviones estuviera más cerca de lo que estaba en la mañana del 18. No se les ocurrió que fuesen bimotores capaces de volar más tiempo y más lejos.
Las consecuencias
Ninguno de los aviones fue derribado sobre Japón y 15 llegaron a China donde las tripulaciones saltaron en paracaídas o hicieron aterrizajes forzosos. Uno de los Mitchell se desvió del rumbo, aterrizó en Vladivostok y su tripulación de 5 hombres fue internada por los rusos. Los japoneses capturaron a 8 tripulantes en China, los trataron muy mal y ejecutaron a 3 de ellos.
Dado que los 16 aviones se perdieron y que el daño inflingido a la industria nipona fue ligero, podía considerarse al primer bombardeo del Japón como un fracaso. Pero no lo fue porque el objetivo buscado se logró con amplitud. Los mandos militares imperiales sufrieron un fuerte sobresalto ante el ataque, tanto que no informaron a sus ciudadanos de que había ocurrido, y retiraron de los frentes de combate varios escuadrones de cazas para proteger a Tokio y las grandes ciudades. Más importante, el almirante Yamamoto cambió su estrategia y planeó ocupar la isla de Midway, de donde creía que la flota enemiga había partido. Tal suposición condujo en junio a la batalla aeronaval de ese nombre, decisiva victoria norteamericana.
Ante la pérdida de todos sus aviones, Doolittle pensó que sería degradado pero al regresar a su país fue visto como un héroe y recibió la Medalla del Congreso de manos del Presidente Roosevelt. Ascendió durante el resto de la guerra, llegando a mandar a la 8ª Fuerza Aérea de Estados Unidos basada en Inglaterra. Murió en 1993, a los 97 años. Los demás participantes también obtuvieron condecoraciones.
Aquel primer bombardeo de Japón puede verse como un fracaso táctico o un triunfo estratégico Y este es el cuarto punto curioso de aquella arriesgada operación.
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