K INGSBRIDGE es la localidad inglesa en la que transcurre Los Pilares de la Tierra y su continuación, Un Mundo sin Fin, de Ken Follet. Allí se alza una imponente catedral similar a las fortalezas medievales, mejorada en la segunda entrega con una torre que lucha por ser la más alta de Inglaterra. No les voy a destripar el final, se compran el libro, pero la verdad es que el viejo Sadar me recordó ayer a la catedral mentada.
Tres de tres. Llevamos nueve puntos de nueve posibles en los últimos encuentros en casa. Así se fragua una salvación, le pese a quien le pese. Y lo mejor de todo, contra un equipazo que marcha cuarto en la tabla. ¿Se puede pedir más? Pues claro.
Si en la novela de Follet hay un prior, su papel bien lo puede adoptar Ziganda como amo y señor. Y al conde de Shiring, el malo maluco de la peli, le podemos poner hoy en día el apellido de Sola. No por la maldad, sino porque se convirtió en la pesadilla para las mermadas huestes de Aguirre. Por fin hemos encontrado al jugador desequilibrante que decide los partidos.
Y ya que hablamos de Inglaterra, ¿no podrían los rojos acogerse a la media inglesa (victoria en casa y empate fuera) para alegrarnos un poco?
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