'Sobredosis' de familia

Cuando era pequeña, el 8 de enero era un día muy triste para mí. Probablemente, el peor del año. Vuelta al colegio, con el uniforme y la bata perfectamente limpios y planchados, toda la tarea terminada en los blocs de cuatro anillas dentro de la mochila de los Osos Amorosos, y, quizá escondida, alguna muñeca o juego de mesa para presumir con las compañeras, solo ese día, en el recreo. Vuelta a la rutina, a las clase y adiós a la Navidad. A esos días que resultan tan mágicos en la infancia. Jornadas de abuelos y primos. De cabalgatas y roscones. De turrones y villancicos. De películas infantiles en el salón de actos de los Maristas o de alquilar cintas en el videoclub para ver una tarde de lluvia o nieve con las vecinas en el sofá. Pero ahora, cuatro décadas más tarde y con tres hijos a mis espaldas, tal día como hoy estoy felicísima. Como unas pascuas. Bueno, ahora diréis que qué pereza los madrugones, que otra vez vuelta al trabajo (los que habéis disfrutado de las vacaciones) y las extraescolares de los hijos, que hay que ponerse a régimen inmediatamente porque el verano está a la vuelta de la esquina, que qué estrés comprar ese abrigo que tenéis fichado en las rebajas o que, ¡Dios mío!, la cuesta de enero es cada vez más empinada. Pero no os pongáis dramáticos. Hoy es un gran día. Los niños (por fin) vuelven al colegio y la vida, a la bendita rutina y a la normalidad. Puede que sea aburrida... Pero ya no aguanto más 'saraos' navideños (a saber, desayunos, comidas, meriendas, cenas y vuelta a empezar) ni a niños estresados por la llegada de los Reyes Magos o aburridos porque no saben a qué ni con quién jugar. Sí, sí, cuesta trabajo comprenderlo con dos habitaciones llenas de libros, juguetes y juegos de mesa, hermanos, amigos y primos... Pero a lo que voy, la Navidad ha estado muy bien. Han sido dos semanas de tiempo compartido con la familia y los amigos, de conciertos de villancicos, espectáculos musicales, parques de atracciones y comer como si no hubiera un mañana. Entrañable (y lo digo en serio). Pero ¡ya basta! Como repetía mi abuela: "Lo poco agrada y lo mucho enfada". Regresemos al día a día, antes de que desarrolle una intolerancia (o incluso una alergia) a esta 'sobredosis' por exposición al roce familiar y al maratón de eventos sociales. En el fondo, y compartiréis conmigo, los niños, donde mejor están es en el colegio. ¿No estáis de acuerdo? Ah, bueno, ya os oigo a algunos protestar. Que 'pobrecitos, otra vez a madrugar y a pasar frío por las mañanas a bajo cero', que en casa también aprenden mucho... Sí, sí, no lo dudo. Pero creo que, como ocurre al final del verano, en estas fechas nuestros retoños están ya un poco 'pasados de rosca' y necesitan horarios (no acostarse todos los días a las tantas), menos anarquía en las comidas (ya basta de zampar, en cualquier momento y lugar, hasta peladillas y turrón del duro) y disciplina (vuelta a las tareas y a estudiar). Reconozco que soy un poco señorita Rottenmeier pero a mí (perdón, a nosotros) nos funciona muy bien está dinámica del orden y concierto. Y en dos días y antes de que acabe la semana, todo ha vuelto a su ser y los niños están como la seda. ¿Y qué me decís de las dietas? No hago más que recibir chistes por 'wasap' de que ya empiezan los 'Juegos del hambre' o de que si como un polvorón más, Google maps me va a etiquetar como rotonda. Pues sí, hoy es el día de empezar a cerrar la boca y no abrirla hasta el verano. Yo ya he rescatado algunas dietas que guardo en el ordenador pero que nunca cumplo y que nos hemos propuesto seguir en familia a partir de hoy. Veremos lo que duramos. Quizá el horno se estropee en unas semanas de tanto usarlo y se nos ponga cara de pechuga de pollo a la plancha y lechuga de guarnición. O no. Quién sabe. ¿Y qué opináis de las rebajas de enero, esas en las que Joaquín Sabina, huyendo del frío, halló una 'morena, bajita, que no estaba mal'? Durante muchos años me ha tocado cubrir la información sobre el inicio de estas ventas y he visto entrar, desde el interior de los grandes almacenes donde estábamos parapetados los periodistas, a una tribu, sobre todo de mujeres de todas las edades, corriendo escaleras mecánicas arriba, en busca de ese chollo de abrigo o de vestido. Así que, sí, confirmo que las imágenes de avalanchas que salen en la tele son reales. Aunque quizá se hayan convertido en un teatrillo sabiendo que las cámaras, fotógrafos y plumillas estamos ahí dentro. Todos los años tenía que entrevistar a la primera señora que entraba, que siempre era la misma. Y lo peor es que no buscaba nada concreto sino que quería 'curiosear'. ¿Y para eso madrugaba? En fin. Tanta manía les cogí a las rebajas que intento no acercarme demasiado. O, por lo menos, no el primer día. Así que, espero unas semanas para encontrar algún súper chollo, que igual no necesitaba pero que ¡hace tanta ilusión decir lo poco que te ha costado que no te puedes resistir! De la cuesta de enero, prefiero no hablar. En nuestro caso, y con tres hijos pequeños, cada vez hay que coger más aire para comenzar la ascensión y llegar a la cima el día 31. Empezamos la Navidad con la 'extra' y con mucha alegría pero ahora... Seguiremos haciendo agujeros en el cinturón porque siempre surgen imprevistos. Que si se estropea la lavadora, que si el mayor rompe el abrigo o el pequeño tiene las deportivas con agujeros de tanto chutar penaltis y goles en el parque o en el patio del colegio... Por eso, es mejor volver a la rutina, en la que también se gasta menos que todo el día de 'sarao' en 'sarao' y de reunión en reunión por la calle o en casas ajenas. Y eso que, cuando era pequeña el 8 de enero era para mí el día más triste del año. Siguió siéndolo también de adolescente y cuando estudiaba en la universidad, con los exámenes cuatrimestrales de febrero a la vuelta de la esquina y cientos de folios por memorizar. Lo fue también cuando empecé a trabajar y los primeros años de casada, cuando aprovechábamos los primeros días del año para viajar. Pero dejó de serlo cuando me convertí en madre y acumulé-acumulo 'sobredosis' de familia.

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