Lucha libre, majorettes y Pippi Calzaslargas: El ruedo más allá de los toros

No solo de toros vive la plaza. Si bien durante sus primeros años de vida, el coso pamplonés se consagró a las tardes de fiesta taurina, desde muy pronto, la plaza centenaria tuvo funciones que trascendieron a su propósito primigenio. Pamplona nunca ha sido muy amiga de los espectáculos taurinos más allá de las fechas sanfermineras. La plaza en fiestas estaba vinculada al toro, como el Sadar al fútbol durante la competición de Liga. Pero en uno y otro lugar, se han celebrado grandes espectáculos. En la plaza con mucha más intensidad, habida cuenta de que las tardes taurinas son solo nueve: un (solo fue uno) mitin político, multitud de conciertos y festivales -Dire Straits o Metallica en aquel Monster of Rock, Maná, Miguel Ríos, Mecano...-, exhibiciones de baloncesto a cargo de los Harlem Globetrotters, conciertos de La Pamplonesa, demostraciones gimnásticas y acrobáticas, skaters y punk rock, espectáculos de flamenco, boxeo, la Vuelta Ciclista a España, motos voladoras, desfiles de majorettes, herri kirolak o incluso la visita de una ya juvenil, que no infantil, Pippi Calzaslargas, con la consiguiente confusión de la multitud de niños, madres y padres que llenaban tendidos y gradas. Como recoge Javier Mangado en su libro Plaza de toros de Pamplona. Cien años a sol y sombra, ya en 1933 la plaza pamplonesa, que cumplía entonces once años de vida, fue la sede de un espectáculo de música y danza de nuestros vecinos aragoneses. Formidable Festival Artístico de Homenaje a Navarra por la Región Aragonesa. Así se tituló aquella exhibición en la que 80 personas bailaron, cantaron y desfilaron por el coso pamplonés. Diario de Navarra dio cuenta del evento con una imagen de los joteros aragoneses recorriendo el ruedo, brazos en jarras y outfit baturro. Aquel mismo año, se presentó en Pamplona el American Cirque con La motocicleta infernal, un espectáculo de adrenalina, velocidad y acrobacias, en el que, según rezaba el programa, el temerario piloto alcanzaba una velocidad de 200 km/hora, algo impensable en la época y en un recinto como la plaza de apenas 50 metros de diámetro. Más trágica fue la función que cumplió unos meses la plaza durante la Guerra Civil española. El coso se convirtió en prisión provisional para represaliados republicanos entre febrero y mayo de 1939, meses en los que a buen seguro, los presos sufrieron los embates del invierno pamplonés. EL LEÓN NAVARRO Sin salir de aquella década, el 11 de julio de 1930, es decir, en plenos Sanfermines -lo que demuestra la intensa actividad de la centenaria plaza-, el coso pamplonés acogió el Campeonato de España de lucha grecorromana. La competición enfrentó a Javier Ochoa, ‘el León Navarro’, luchador de Urdiain, frente al vizcaíno Fullaondo, con victoria del primero. Diario de Navarra recogió la victoria local, en una plaza que convocó a un “numeroso público y tras una función de circo”. Una delicia leer los exiguos periódicos de entonces, en los que las informaciones, contadas con una prosa florida y apasionada, se alternan con anuncios publicitarios, solo de texto, hoy impensables: “Las mujeres débiles, las embarazadas y las que están criando se fortifican rápidamente con el vino Ona del doctor Arístegui”. Javier Mangado recoge asimismo en su libro la exhibición de gimnasia rítmica que se celebró en 1932, organizada por la peña Los Irunshemes. En la imagen que recoge aquel evento se ve largas hileras de niños y jóvenes, hombres y mujeres, separados por sexos, y perfectamente alineados, camisas blancas y pose entre militar y gimnástica. Pamplona respondía con entusiasmo a estos eventos extrataurinos y se ve a una plaza casi llena de gente. Durante las décadas de los 40 y 50, en una España herida por la guerra y bajo el férreo control del dictador Franco, los espectáculos más habituales más allá de la tauromaquia eran los del circo -en fechas sanfermineras- y también las prácticas deportivas. Como se sabe, en 1959, se instaura la todavía vigente Feria del Toro, la consagración del cornúpeta frente al torero, frente al bípedo implume -Platón dixit-, otro elemento que dota de singularidad a la plaza pamplonesa. BALONCESTO Y PIPPI Saltamos a la década de los 60. Occidente se prepara para una revolución cultural y contracultural que al final de aquella década voltearía los valores del “mundo libre”. En la España franquista llegan tímidas brisas de libertad. Y en Pamplona, en 1962, se organiza en la plaza de toros un partido de baloncesto entre los Harlem Globetrotters y los American Giants, partido que tenía mucho de show y algo de pugna interracial. Diario de Navarra informaba del evento con una espectacular imagen, firmada por Galle, de los baloncestitas brincando en una plaza repleta de espectadores. “Después de unas maravillosas exhibiciones por parte de los negros (los Globetrotters), que fueron muy aplaudidos, estos se adjudicaron el trofeo que entregó el señor Irujo”, decía el pie de foto. Años 70. La moral pacata oficial se relaja en el tardofranquismo. Javier Mangado recoge con detalle la visita de un grupo de majorettes de Toulouse en aquellos Sanfermines. Las bailarinas desfilaron para el público de la plaza pamplonesa, con las gradas poco nutridas. Volvieron al año siguiente desde Burdeos y en 1973, se apostó por la cantera navarra, con bailarinas tafallesas. Y si de libertad se trata, uno de sus exponentes en el mundo televisivo infantil era Pippi Calzaslargas, personaje travieso, bondadoso y anárquico, que protagonizaba distintas aventuras a lomos de su caballo blanco con pintas negras, ‘Pequeño tío’. La serie se rodó en 1968, con la joven actriz Inger Nillson en el papel de Pippi Långstrump, aunque no llegó a España hasta 1974. Un año después, en 1975, la ya no tan niña Inger Nillson, que ya tenía 16 años, llegó a Pamplona para recorrer la plaza con un caballo similar al de la serie. La expectación fue enorme. La década de los 70 se cierra con los fatales hechos de 1978 y la muerte por un disparo de la Policía Armada del pamplonés Germán Rodríguez. Otro episodio trágico que comenzó en la plaza de toros, con el fondo de los años de plomo de ETA, y que dejó 55 heridos, siete de ellos por disparos que fueron atendidos en la efermería de la plaza. HIJOS DEL ROCK`N`ROLL A partir de los años 80 se instaura la música como el evento protagónico de la plaza de toros. España ha entrado de lleno en la democracia y en Madrid se vive la Movida como un caldo de cultivo de modernidad. Enrique de Cía Ameztoy, más conocido como William, padre de la radio musical en Navarra, recuerda con especial nostalgia el concierto que ofreció Miguel Ríos en 1982, en los tiempos del rotundo Rock & Ríos, show que desbordó la plaza de toros de Pamplona la noche del 24 de junio de 1982. “Rock and Ríos puso en el universo de los templos del rock a la plaza de toros de Pamplona. Se confesaron 24.000 entradas vendidas, pero hubo un momento en el que se abrieron las puertas para la gente que había quedado fuera y aquello fue historia; nunca antes ni después hubo tal ceremonia rockera. Miguel Ríos, con una banda poderosísima y unos medios hasta entonces desconocidos para la música española, daba la bienvenida a los hijos, a los padres, a los abuelos del rock and roll... Porque todos estuvimos allí”, rememora el locutor. Y así entramos en los 90. Jokin Zamarbide es unos de los más veteranos promotores musicales de Pamplona, ahora desde la empresa -con su hermana Ana- In&Out. 7 de septiembre de 1997, Barricada en la plaza de toros. “Teníamos programado en Plaza de Los Fueros en San Fermín el día que asesinaron a Miguel Ángel Blanco. Fue decisión de Valentín Redín, en aquel entonces programador del Ayuntamiento de Pamplona, posponer el concierto a septiembre y celebrarlo en la Plaza de Toros con invitaciones hasta agotar el aforo. El aforo se llenó y el éxito del concierto todavía resuena en el graderío del coso”, cuenta Jokin Zamarbide. En los antípodas musicales, pero en aquel mismo año, la plaza de toros acogió el concierto de Julio Iglesias. Fue el 30 de junio de 1997. “Llegó en su avión privado y desde el aeropuerto nos desplazamos directamente a las Pocholas donde tuvo lugar una comida con autoridades del Gobierno de Navarra y dirección de Caja Navarra, patrocinadora del evento junto a Diario de Navarra”. Según explica Zamarbide, el concierto se suspendió por la lluvia la víspera, el 29 de septiembre. “Julio Iglesias me pidió los teléfonos de todos los directores de los medios locales para comunicarles, personalmente, el aplazamiento del concierto al día siguiente. No se devolvió ni una sola entrada”, asegura. Un año antes, en 1996, Alejandro Sanz provocaba suspiros de amor entre sus fans gracias a su disco Más. El 5 de septiembre congregó a 15.000 fans en la plaza de toros en un concierto que empezó con una hora de retraso. “El coche de Alejandro Sanz tuvo dificultades para salir de Donostia por un embotellamiento causado por un accidente y arrastraba una hora de retraso. Desde la organización y acompañados por motoristas de Policía Foral, nos desplazamos hasta el peaje de Zuasti para poder escoltarlo a gran velocidad hasta la plaza de toros con el fin de que el público esperara lo menos posible”, recuerda Zamarbide. A principios de los 90, Mecano, la quintaesencia del pop español de los 80, seguía llenando salas y locales. La plaza de toros acogió el concierto de presentación del disco Aidalai el 7 de septiembre de 1991, fecha -el día y el mes- que daba título a una de las canciones del álbum. 1997, la plaza de toros se llena de skaters y de bandas de punk rock gracias al Warped Tour Vans Festival, que volvió a repetirse un año después. “Vinieron las más relevantes bandas europeas y americanas -13 por festival- de punk-rock, como Bad Religion, Pennywise, The Specials, Ice-T, Dikers, Suicidal Tendencies… Fue una producción muy compleja por el número de bandas que rotaron por el escenario (el back Stage era caótico) montaje de puestos de merchan y productos VANS. A pesar del esfuerzo no llegamos a media entrada”, se lamenta Jokin. Y en el ámbito de la canción ligera, los mexicanos Maná actuaron en tres ocasiones en la plaza de toros, en 2000, 2003 y 2007. “Enorme montaje de catering, cocinas, cocineros, camareros... Fiestas interminables after-concert en patio de caballos, ríos de tequila y locura desatada hasta el amanecer”, describe Zamarbide. El promotor pamplonés recuerda una anécdota de cierto realismo mágico que parece salida de Juan Rulfo. “ En uno de sus conciertos, una tarde que amenazaba tormenta había unos ‘chamanes’ que participaban en el montaje. Clavaron dos cuchillos cruzados debajo del escenario para que no lloviera en la plaza de toros. Sorprendentemente funcionó porque fuera de la plaza de toros cayó una buena tromba y en el recinto apenas cuatro gotas que refrescaron al sudoroso público sin afectar al buen desarrollo del concierto”. Fueron muchos más los eventos musicales que acogió la plaza de toros. Desde el festival Womad, impulsado por Peter Gabriel y que llegó a Pamplona con Mike Scott, de The Waterboys, Remmy Ongala, o Santiago Auserón, líder de Radio Futura; el memorable Monsters of Rock, con Metallica y Iron Maiden, entre otros, la actuación Serrat y Sabina -“y su contagioso sentido del humor”, según Zamarbide-; el concierto en solitario de Sabina; Manu Chao y Fermín Muguruza, Extremoduro, Shakira, Luis Miguel, Ricky Martin, La Oreja de Van Gogh... Y una suspensión llorada por los fans amantes de OT en la primera edición, en 2003. “Fue un gran disgusto para público y organizadores”... Como se ve, la plaza da para mucho más que los toros, un espacio ‘redondo’ (guiño, guiño) para los eventos más variopintos.

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