"Silencio, por favor. Torea Andrés Roca Rey"

El problema de haber dejado el listón siempre alto es que, cuando se regresa, las expectativas también se vuelven demasiado altas y es fácil decepcionar si no se cumplen. Algo así podría decirse que es lo que se vivió el miércoles en la plaza de toros de Pamplona. Los que en principio eran tres protagonistas de la tarde se disolvieron en una sola figura. Ya lo avisaban desde el tendido de sol con una pancarta: “Silencio, por favor. Torea Andrés Roca Rey”. El matador peruano, recién salido de una baja, llegó a Pamplona despertando la envidia de los espectadores de Burgos, Teruel y Soria (allí no pudo torear). Era el más esperado, y con diferencia, de toda la presente feria. Llegó apurando la hora, apenas 5 minutos antes del paseíllo, y con su primera faena aunó, como nadie hasta el miércoles, a los tendidos de sol y sombra. “¡Tú sí que vales!”, le gritaron, a la vez que se agitaban banderas peruanas y se coreaban sonoros ‘olés’. Sin embargo, el diestro flaqueó en el momento final, al entrar a matar, y después con el descabello, que intentó una decena de ocasiones. “No tengo fuerza”, se desquitaba, impotente, el joven torero intentando rematar a su primer toro. A partir de ahí, vaciló la firme unidad que había logrado en la plaza, y con su segundo toro (que brindó al público), con el que también tuvo problemas para matar, solo se recobró ya en parte. Pese a su corta edad (22 años), el limeño se ha granjeado ya el favoritismo de la plaza, donde hasta el miércoles siempre había salido por la puerta grande. “Hay veces que dicen que los valientes superan el dolor, y a veces se supera. Pero por más que hagas infiltraciones hay veces que no se puede”, señaló en referencia a su reciente lesión. “Tengo fe en que lo del brazo, hombro y espalda se solucione pronto. Te preocupa porque te gusta torear, te gusta dar de lo mejor ti, pero cuando sientes que te falla la fuerza…”, expuso. FAENA PARA UNA AHIJADA El riojano Diego Urdiales, director de lidia y primero en llegar a la plaza, ejecutó por su parte una buena faena con el primero de su lote, pero falló al matar. Con el segundo tampoco tuvo suerte. Dijo que era toda una responsabilidad su presencia en un ruedo al que atribuía “una personalidad muy peculiar”. Brindó su primer toro al público y el segundo a su ahijada Inés por su cumpleaños. Al término de la tarde, confesó que acababa de sufrir una lumbalgia que lo tuvo en cama una semana. Pero su balance fue positivo: “Me he sentido bien. Ha sido una semana difícil, pero la tarde ha sido muy positiva. Era difícil estar aquí, y gracias a gente que me ha ayudado he podido hacerlo”. El torero Pablo Aguado, presente en la plaza, rompió una lanza en favor de su compañero: “ Ha pegado un muletazo como solo él sabe”. Tras varias esperanzas rotas, el público atisbó un repunte con la llegada del quinto toro: Falúa. Un morlaco de 520 kg que el francés Sebastián Castella consiguió dominar. Los tendidos, en agradecimiento, vitorearon y aplaudieron al matador para pedir las dos orejas, aunque finalmente se llevó una. En su primera faena, el diestro se había mostrado más deslucido. La segunda la brindó al público. “Había que tirar de raza. He podido disfrutar al rato. En distancia larga, para dejarle aire, y en pitón contrario se redujo y pude estar más a gusto”, repasó sobre la faena de su triunfo. “Una oreja sabe a poco pero a mucho. Pamplona es una burbuja dentro del mundo de toro y, por supuesto, hay que disfrutarlo”, sentenció. DE AZUL Y ORO, LOS TRES Los tres diestros habían previsto vestirse el miércoles igual, de azul y oro. Un aspecto que conocieron sus mozos de espadas en el apartado y que se resolvió como se suele hacer con estas cosas: tuvo prioridad el torero con mayor antigüedad de alternativa, el riojano Diego Urdiales. Su traje de luces, diseñado por Carmelo Bayo, contaba, curiosamente, con motivos de racimos de uvas, en clara referencia a su tierra y sus vinos.

"Silencio, por favor. Torea Andrés Roca Rey"

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