Los mensajes ocultos de la final

Lo esencial queda fuera del alcance de los ojos, decía Saint Exupery. Y es que hay aficionados y deportistas a los que nadie les ha enseñado a contemplar el deporte con otra mirada distinta a la del resultado. Han permanecido en el deporte años y no se han enterado de su riqueza para circular por la vida. Nadie les ha mostrado ese repertorio de códigos que pueden hacer más confortables sus relaciones consigo mismo y con los demás. Lo digo aprovechando la marea osasunista de reconocimientos y afectos que ha provocado el fenómeno social de la Copa del Rey en la que, sí se profundiza con atención desde el punto de vista educativo, Osasuna, con la humildad a cuestas, ha enviado un mensaje con una dimensión pedagógica que ha pasado inadvertido y que recuerda el principio darwiniano de que triunfa el que mejor se adapta a las dificultades. Cierto que el deporte es un universo que admite todo lo contradictorio en lo positivo y en lo negativo desde puntos de vista tan distintos como la biomecánica, el ocio, la sociología, la educación o la industria del entretenimiento. Al tiempo que es fuente de patologías, es, a la vez, terapia curativa. La medicina detecta en el ejercicio físico desde una producción de dopaminas del placer a neurogéneis en ancianos. Incluso, cuando el fútbol deja de ser juego y se convierte en oficio, esconde una dimensión sanadora porque ayuda a sobrellevar tensiones cotidianas, a encontrar espacios de diversión y hasta sentido a las situaciones más complicadas. Al fin y al cabo el ser humano se descubre cuando se mide con el obstáculo y sabido es que la práctica competitiva exige un continuo levantarse y volver a empezar. Responde a la convicción de que el que resiste vence y, si el deporte no ha enseñado a sus practicantes a metabolizar frustraciones y a rehacerse, es que han perdido el tiempo. El ejemplo de Osasuna no debería ocultar la lección de que el deporte y la vida consisten en perder en más ocasiones que las que se gana. Sin olvidar que las derrotas y los errores se digieren mejor en positivo desde el análisis de la humildad y la autocrítica como camino de progreso. Recordemos que es un clásico en la psicología del alto rendimiento la frase de que “en el deporte se gana o se aprende” por eso el mantra de “Osasuna nunca se rinde”, escrito en el vestuario rojillo, me parece que atesora un valor humano que, en primer lugar, desata un compromiso aplicable a la vida: si luchas puedes perder, pero si no luchas estás perdido. Pero, en segundo lugar, implica una sabia renuncia de los egos personales en favor de la fuerza como grupo. Es decir, el desarrollo de una eficaz estrategia colaborativa entre diferentes por sus cualidades, cultura, origen o pensamiento. Como ya promovían los principios educativos de la Institución Libre de Enseñanza hace un siglo, mucho antes de la irrupción de la Inteligencia Artificial: “Entre todos lo sabremos todo” o, traducido al cántico de El Sadar: “Somos un equipo...” lo que significaría que, entre todos, nos hacemos mejores. Otra lección que oculta la sacudida social de la Copa es que, en una sociedad que no admite el sufrimiento, el deporte, sin embargo, enseña a convivir con el dolor como algo natural. Señalan los expertos que ante adolescentes aliados con la impaciencia y la cultura del mínimo esfuerzo, sin embargo el deportista juvenil asume que alcanzar un objetivo exige un mapa estratégico de planificación, paciencia, trabajo, voluntad, autocontrol y optimismo. También queda fuera del alcance de los ojos que, aunque el “Osasuna con alma” pueda padecer de cierto chauvinismo localista, sus tentáculos sociales producen los niveles de adhesión más altos en la sociedad navarra, pese a que no alcance, ni mucho menos, la penetración social que acompaña a otros clubes próximos. (Evidentemente que la emotividad que rodea al fútbol llega a arrebatar cualquier rigor y perspectiva racional, aunque, afortunadamente, el osasunismo no suele ser muy dado a radicalismos excluyentes, ni a compensar carencias personales con la violencia. Aunque también es cierto que una reducida parte de la grada no es muy dada a esas relaciones que suman, sino que participa de un discurso que no concita excesivos paradigmas de educación, pluralismo y fair-play). De cualquier forma lo de Osasuna viene a decirnos que el éxito no es casualidad. Vendría a ser como el triunfo del director que rueda una película sin más medios que un teléfono móvil y gana el Oscar. Los deportes de equipo te conceden la oportunidad de vencer aunque uno sea inferior. Y el fútbol proporciona momentos en los que el humilde logra hacerse poderoso. Gabriel Asenjo Doctor en Ciencias de la Información

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