"'Frenar la desigualdad está en tus manos', nos dice Manos Unidas este año, dejándonos perplejos"
Frenar la desigualdad está en tus manos”, nos dice Manos Unidas este año, dejándonos perplejos, porque sabemos las grandes necesidades de muchos países y no entendemos que en nuestras manos esté la posibilidad de frenar lo que casi parece imposible. Pero esas enormes necesidades están llenas de mínimas necesidades que nos vendría bien conocer de cerca. Hace un tiempo conocí a una religiosa misionera que trabajaba en Bolivia, estaba pasando unos días en Pamplona y por eso pude hablar con ella. A su regreso me escribió. El papel que para ello utilizó era una tira de unos seis u ocho centímetros y se excusaba por ello: hasta el papel nos falta, decía. Así que escribía con una letra diminuta, apenas distante una línea de otra, para contar muchas cosas en tan poco espacio. Y hablaba también de esta escasez otra misionera. Daba clases, y decía que por las noches sus alumnos se dedicaban a borrar con miga de pan lo que habían escrito en la escuela, para poder volver a utilizar aquellas hojas al día siguiente. ¿Cómo podrán salir adelante gentes que recortan el espacio en blanco de cualquier papel para escribir una carta, o apartan una miga de su pan para reutilizar la página donde hicieron multiplicaciones o dictados? Consternados miramos nuestras manos tras la voz de Manos Unidas recordando que son muchas las necesidades pero muchas las manos que pueden dar. Basta con que nos privemos de alguna de las cosas que disfrutamos para frenar la desigualdad. Mi parroquia unida a otras de las cercanías quiere sacar adelante un proyecto de desarrollo integral de 14 comunidades en Jocotan (Guatemala): proyectos familiares, explotación agrícola, suministro de agua, educación, etc. Se necesitan 94.881€ que entre todos podemos reunir los días 11 y 12, en que Manos Unidas nos tenderá las suyas. Si lo conseguimos, es posible que en ese apartado de educación entren los niños que borran con miga de pan la hoja de papel de sus ejercicios escolares. Al pensarlo siento que de pronto una sonrisa asoma a mis labios. ¿A que merece la pena?
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