"Qatar: el fútbol y otras diplomacias"
Los pequeños Estados (Qatar 11.500 km2), menor población (3 millones, de ellos 2,7 millones migrantes) y un potencial militar escaso logran ganar influencia y legitimidad por otros medios, máxime con dos vecinos como Arabia Saudí e Irán. El emirato qatarí ha revelado su fortaleza mediante un pragmático soft power (poder blando): mediación política; diplomacia a través del deporte, la cultura, los hidrocarburos y las inversiones y la modernización del país.
Sin embargo, la renovación de Qatar todavía está coartada. Independiente de Gran Bretaña desde 1971, la monarquía absoluta se disputa entre el clan familiar Al-Thani. El emir Tamim llegó al poder en 2013 en una maniobra contra su padre Hamad.
La diplomacia deportiva culmina con la Copa del Mundo de Fútbol. Desde 1988, esta política se ha concretado en la celebración de numerosas pruebas internacionales. La familia reinante preside varias Fundaciones, cuyos fondos han patrocinado y comprado clubes de fútbol. La medalla de oro para Qatar sería organizar unos Juegos Olímpicos.
Para demostrar las reformas, Catar ha impulsado la participación de las mujeres en el deporte. Un ejemplo: la atleta Mariam Farid en los Campeonatos Mundiales en Doha, año 2019. Además, el emirato suscribió en 2009 la Convención contra la discriminación de las mujeres. No pocas ocupan cargos empresariales y cuatro pertenecen al Consejo Consultivo. Sin embargo, las mujeres padecen la violación de sus derechos. La tradición religiosa impone que ellas sean solamente el pilar de la familia, el hogar y la educación de la infancia. Los hombres tutelan a las mujeres en el honor; los contratos; becas; matrimonios; viajes al extranjero y trabajos gubernamentales, entre muchas actividades.
En la aplicación del “poder blando” exterior sobresale Irán. Comparten el gran yacimiento gasístico South Pars-North Dome. En Catar vive el clan al-Fardan - chií como Irán - influyente y enriquecido. El emirato intermedia en la cuestión nuclear. En el conflicto palestino, el emir Hamad visitó Gaza en 1999 y Catar financia a Hamás. Al mismo tiempo, Israel abrió su oficina comercial en 1996 y sus autoridades han viajado al país decenas de veces. Alrededor de 15.000 israelíes acudirán a la Copa Mundial en Doha.
No obstante, Qatar revalida su liderazgo porque es el mejor aliado de Estados Unidos en la región, que dispone de la base de Al Udeid, con 11.000 soldados. Allí se sitúa el Comando Central de EEUU en la región.
En una dimensión más estratégica que ideológica, EEUU valora que la monarquía garantiza la estabilidad. Qatar acogió las conversaciones de EEUU con los talibán afganos. En este momento, su suministro de gas resulta esencial para no depender del ruso. También Qatar es más sólido y presentable que Arabia Saudí y el príncipe Mohamed bin Salman.
El descubrimiento del gas en 1971 ha consolidado el poderío de Qatar: tercer puesto mundial en reservas de gas, 24.072 km3; segundo en exportaciones y el cuarto productor. Con la intención de asegurar los beneficios para la dinastía y sus nacionales, Qatar ha emprendido una diversificación económica gracias a los 300 millones de dólares del Qatar Investment Authority.
Pero no todo reluce en Qatar. Mientras los nacionales qataríes son unos privilegiados, las desigualdades afectan a los migrantes. Asiáticos y africanos, ocupan los trabajos peores y viven en condiciones lamentables. Su salario mínimo no supera los 275 dólares, por 16 horas diarias de media, sin derechos sindicales ni de huelga. Están discriminados respecto a los técnicos cualificados, comerciantes y empresarios, que favorece el Estado.
En la edificación de las infraestructuras del Mundial habrían muerto 6.500 trabajadores. No se indemniza a las familias y se ha expulsado a los que protestan. La ley eliminó la “kafala”, sistema de tutela y vigilancia a los trabajadores migrantes. Pero la norma no se aplica.
Qatar consigue aventajar con el Mundial de Fútbol a sus rivales en el Golfo: Arabia Saudí, Emiratos Árabes y Bahrein. En 2017 los tres clausuraron todas sus relaciones, indignados por los pactos de Qatar con Irán y Turquía y el respaldo a los opositores: los Hermanos Musulmanes y las movilizaciones sociales de 2011, alentadas por la emisora qatarí Al Jazeera. Los qataríes reafirmaron su orgullo nacional y consiguieron un acuerdo en enero de 2021, con el apoyo de EEUU, a pesar de que el recelo mutuo no ha desaparecido.
Pero la modernización exige reformas políticas profundas, no solo la ampliación de su Consejo consultivo a 45 personas y la Constitución de 2005, que se incumple en la práctica. La tribu rival, Al Murrah, en la frontera con Arabia Saudí, está excluida, acusada de un supuesto golpe de Estado.
Las sombras de Qatar no han sido un obstáculo para que el gobierno español recibiera calurosamente al emir Tamim bin Hamad Al Thani en mayo de 2022. Parece que una obligación por las nuevas inversiones de 5.000 millones de dólares en España.
Javier Aisa Gómez de Segura Periodista especializado en actualidad internacional. Co-fundador de Espacio REDO
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