"No va de tecnología, va de educación"
"La tecnología puede usarse bien o mal, pero con respecto a la construcción de la moral de lo digital, creo que vamos tarde"
Y más allá diría yo, va de moral y otros valores. Decía Kant que la invención del puñal fue anterior al “no matarás”. Fue tras el invento cuando surgieron las normas morales sobre su uso. Si bien han transcurrido unos cuantos siglos desde entonces, considero que toda herramienta innovadora debería traer consigo el planteamiento de muchas preguntas, sobre lo que está bien y lo que está mal hacer con ella, para las que tenemos que encontrar respuestas. Pero en el uso de la tecnología, ¿nos hacemos preguntas?, y en ese caso ¿buscamos respuestas?, ¿puede que la moral esté demodé?, ¿estamos perdiendo la capacidad reflexiva?... Porque si no trabajamos las habilidades propiamente humanas, tal vez sí acabemos perdiendo la batalla frente a una tecnología cada vez más “inteligente”.
Voy a tratar de contextualizar esto. Hace unas semanas, tras una charla sobre redes sociales en un colegio, una madre se acercó a contarme por lo que estaban pasando en su familia al descubrir que su hijo, de 13 años, había estado acosando (ciberacosando) a una compañera. Quería que conociera su historia porque le parecía que la acción de su hijo era sorprendente e inaudita, dada la “buena educación” que le daban, y solo podía explicarla argumentando el poder destructor de la tecnología en general, y del móvil en particular.
Como éste, podría contar muchos y diversos casos, pero considero que no podemos culpar a los dispositivos del uso que hacemos nosotros. Mi opinión es que la tecnología no es mala per sé. La tecnología puede usarse bien o mal, pero con respecto a la construcción de la moral de lo digital, creo que vamos tarde. No quiere decir que ya no tenga remedio, sólo que padres y educadores debemos dejar de perder el tiempo echando balones fuera e implicarnos ya.
Aunque a veces nos parezca todo lo contrario, lo cierto es que el desarrollo psicoevolutivo de los menores juega a nuestro favor. Además de la plasticidad propia del cerebro infantil, avances en neurología nos han permitido conocer que en la etapa adolescente el cerebro cambia permitiendo la implantación de los grandes hábitos y la corrección de fallos educativos. Y debemos aprovecharlo.
La sobreprotección de madres y padres, por el temor a que los niños “se traumen”, y la falta de límites y normas, dan lugar a rutinas poco deseables que son tendencia y que pueden derivar en consecuencias, como la del niño ciberacosador u otras diferentes. Hablo de dar un móvil antes de que tenga la madurez para usarlo (“porque así sé dónde está en todo momento”) o de no acompañarle ni supervisar su actividad digital (“porque él/ella sabe mucho más que yo”). En este sentido me parece curioso cómo nadie se enorgullece de ser analfabeto analógico y sin embargo son muchos los adultos que se jactan de no tener ni idea de dispositivos y redes sociales mientras sus hijas/os usan sin supervisión Instagram, Tiktok, Twitch… Como os adelantaba en el título, esto no va de tecnología, no hay que ser informático ni experto en dispositivos. Va de educar. Educar en general y de verdad.
Nuestros hijos nos ven todo el tiempo pero a veces se nos olvida el ejemplo que somos para ellos. Si usamos el móvil mientras miramos una peli, lo ven; si contestamos whatsapp mientras nos cuentan algo, lo ven. De la misma forma, ven (y escuchan) cómo hablamos al árbitro en sus partidos y qué decimos de sus profesores estando en familia. De nada sirve que apuntemos a nuestros hijos a extraescolares para que desarrollen todos sus talentos si no hacemos que se pongan en el lugar del vecino de abajo cuando juegan al fútbol en casa. Educamos siempre. Y lo que hacen en su día a día físico se traslada también a su vida digital.
Buscamos culpables en el móvil, en la falta de control de plataformas y redes sociales, en la ausencia de regulación… Yo también creo que hay mucho por hacer en términos de seguridad y privacidad en Internet pero, ¿en serio un niño acosa a una niña por culpa del móvil?, o ¿tal vez ese niño no tiene la madurez para tener móvil ni las herramientas para usarlo correctamente?, ¿puede que nadie le haya hablado de las repercusiones de sus actos?, ¿quizás no sabe ponerse en el lugar de la persona que está al otro lado del dispositivo?; o lo que en mi opinión es mucho peor, ¿puede que le da igual lo que sienta esa persona?
Los padres de hoy tenemos fama de que no dejamos a nuestros hijos que se enfrenten a los desafíos propios de su edad (¿te suena lo de padres helicóptero?), sin embargo les concedemos total autonomía sobre el móvil (“ellos/as controlan”). Eso sí, si se equivocan y lo usan de forma inadecuada no les hacemos responsables de sus actos, la culpa es de los endemoniados móviles. Esto no va de tecnología, esto va de enseñar a ser personas, buenas personas, en la calle y en la red.
Sonia Ledesma (@sonledes)
Formadora en Educación Digital
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