"Son muy pocos los que están atentos o interesados en entender lo que se está gestando en este cambio de época, no época de cambios"
La hierba florece de noche, decía Nietzsche en su libro Así habló Zaratustra”. Es decir, que las grandes cosas, los grandes cambios en la vida suceden en silencio lejos de los focos, de las noticias y de los aplausos. Los grandes cambios llegan como pisadas de palomas, delicadas, sutiles, inapreciables y suaves.
Las grandes cosas tienen que esperar. Requieren de tiempo y de un ritmo que no es el que dicta el vertiginoso curso de un mundo incierto, impreciso y confuso que estamos viviendo. La espera es clave en los grandes proyectos. Exige paciencia y saber regar los brotes verdes que van germinando poco a poco. Pienso que cuando sean miles los brotes verdes que nos rodeen, la espera pasará a llamarse esperanza. Lo que tanto nos hace falta hoy, ¿no?
Estoy convencido que los cambios importantes de la vida se incuban discretamente, en paz, no en medio de la avalancha de información en la que navegamos, en que cada uno de nosotros es diariamente una caja de resonancia de ruidos mal sonantes y basura comunicacional de toda índole. Pienso que tal vez sea hora de bajar el volumen de los altavoces y estar atentos a lo que nos sugiere el silencio, y a los signos de cambios que ni sospechamos ni adivinamos, absorbidos por el griterío y las prisas muchas veces insoportables.
Son muy pocos los que realmente están atentos o interesados en entender lo que se está gestando en este cambio de época, no época de cambios. La hierba florece de noche. Nuestro mundo no es el mismo que el de ayer, pero su novedad no se reduce a lo tecnológico o a lo virtual, no, no. Eso es solo lo más obvio. Para ir al fondo de este cambio hay que acercarse a los que están haciendo este nuevo mundo, aquellos que hoy son islas, pero que mañana formarán un archipiélago, los jóvenes estudiantes y profesionales. Todos los días estoy con ellos y todos los días descubro en ese espíritu joven lo que se está creando, soñando, viviendo ya de otra manera. Eso debiera alimentar nuestras esperanzas y ecualizar nuestra natural tendencia a la queja ante todo lo absurdo, ante todo lo vulgar, mediocre, todo lo que tiene tanta resonancia, tanto micrófono y tanta portada de periódicos, revistas y telediarios.
La pregunta del millón es, ¿dónde se están tejiendo estas ideas, estos pensamientos aún un tanto ocultos que moverán al mundo en los próximos años? Sostengo que evidentemente no se están tramando en los lugares donde solo reinan las ideas hechas que no responden al nuevo mundo que está a punto de romper su caparazón. De esos sitios difícilmente saldrá algo nuevo. Es en la universidad donde se encuentra la tierra fértil para alimentar el pensamiento crítico, la reflexión profunda, las ideas nuevas que aporten valor y sentido trascendente y transformador al estudio, a las relaciones, al trabajo. Claro, ello implica tener el coraje para desaprender y, sobre todo, para desprendernos de nuestras certezas gastadas, de nuestras tablas de salvación envejecidas y consumidas por el tiempo y por las nuevas necesidades del mercado y de los profesionales.
Es en la universidad donde germinan las revoluciones o las evoluciones que siempre llegan como pisadas de paloma, sigilosas y progresivamente. Porque hoy más que nunca requerimos de un período de intenso silencio para volver a pensar de nuevo y entender lo que viene. Un proceso de transformación positiva para servir mejor a los jóvenes y a la sociedad en general, para ayudar a construir un mundo más humano, más solidario, más sostenible y mejor, con ardiente paciencia y con pasión de botánico, con una lupa que permita ver lo grande en lo pequeño. Es la revolución de la ilusión y de la esperanza, y todo esto que se está forjando en las universidades tiene buen olor a futuro que nos puede devolver el alma al cuerpo.
La hierba florece de noche y el proceso de la fotosíntesis consta de dos partes. En el día, las plantas utilizan los rayos del sol para almacenar energía. Por la noche, utilizan esa energía para convertir agua y dióxido de carbono en azúcares, que luego utilizan como alimento.
Como la hierba, los grandes y trascendentes proyectos crecen de noche y sin que nadie los vea crecer, en silencio. Los líderes de estas aventuras profesionales deben transformarse en espíritus inquietos, osados, con valor y con coraje, que aprendan de los errores, aprendan de las personas, de los ejemplos, de las acciones, de los gestos y de los silencios. Deben convertirse en faros que iluminen la compleja navegación de los buques que les corresponda liderar desde el servicio y la generosidad, con ideas innovadoras, con creatividad, con cohesión y consistencia, para enfrentar las turbulentas y amenazadoras aguas en que se navega actualmente.
Roberto Cabezas Director de Fundación Empresa y Career Services de la Universidad de Navarra.
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