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"Debemos estar en guardia contra quienes quieren al mismo tiempo olvidar este pasado tan reciente y homenajear a quienes salen de prisión"

Avatar del Juan Frommknecht Juan Frommknecht17/06/2022
Ver la semana pasada la esquela de las personas asesinadas por ETA en el mes de Mayo debiera hacer reflexionar a cualquiera. El lunes treinta de mayo se cumplieron diecinueve años desde el último asesinato terrorista de ETA. No fue el último atentado ni la última vez que decidieron asesinar. ETA siguió intentando meter comandos con esos propósitos en Navarra al menos hasta finales de 2008, año en el que Policía Nacional desarticuló el comando Hego Haizea en una brillante operación antes de que llegara a actuar, salvando probablemente varias vidas.
Veinte años son muchos años, pero eso no da derecho a olvidar, sino que permite realizar un ejercicio moral imprescindible; ¿Cómo actuó la sociedad ante ETA?
Es indudable que el posible éxito de toda organización terrorista depende en gran medida del apoyo que la misma tenga. Y es indudable que sus posibilidades de subsistencia dependen también, paralelamente, y en gran medida, de la oposición social que genere, y que los terroristas intentarán minimizar utilizando el miedo. Y lo cierto es que apoyo social, sobre todo en determinadas zonas, tuvo, y que el miedo funcionó.
Faltó empatía entonces y sobra olvido ahora. Esta obligación con nuestra historia reciente no va de si recordarla trae o no trae votos a uno u otro partido. No va de si interesa o no su recuerdo pensando en determinados objetivos o ambiciones. Va de una exigencia ética. Va de que es un hecho que mucha gente sufrió un gran dolor y una gran injusticia y, en una importante parte de los casos, durante un espacio muy prolongado de tiempo en el que se sintieron solas.
No importa ya si nosotros lo vivimos, o de si nos afectó más o menos directamente. Lo importante es que una barbaridad tan incomprensible ocurrió en nuestras calles y nuestras plazas hace muy poco tiempo, y la sociedad parece querer olvidar demasiado pronto. Grave error.
Cuando alguien ejercita una violencia para imponer sus ideas a una mayoría, esa violencia afecta a toda la sociedad, no solamente a quienes la sufren de una manera directa y definitiva. Y por lo tanto, la sociedad debe reaccionar con prontitud y firmeza ante esa violencia, protegiendo y amparando a quien la sufre, y eso, que en muchos casos, o hasta muy tarde, no ocurrió, es lo que es necesario recordar a quienes lo vivieron, y enseñar a quienes no lo vivieron, para evitar que vuelva a ocurrir.
Debemos ser cautos y estar en guardia contra quienes quieren al mismo tiempo olvidar este pasado tan reciente y homenajear a quienes salen de prisión por crear ese pasado de terror. Debemos ser cautos con quienes normalizan a quienes no condenan lo que nunca debió pasar y pide olvidar al tiempo lo que pasó. El presente no puede nunca ni justificar ni legitimizar la violencia pasada, entre otras cosas porque aquella violencia sigue teniendo efectos en el presente. Quien ejerció la violencia debe ejercer urgentemente su autocrítica. La sociedad que la sufrió, aunque ya no interese aquello, aunque ahora se viva mejor, aunque parezca aquello muy lejano, tiene la obligación de no olvidar. Porque aunque la mayoría vivamos hoy mejor hay una parte de la sociedad, numéricamente pequeña, pero éticamente inolvidable que sigue sufriendo ese dolor y lo va a seguir sufriendo siempre, y mantiene abiertas esas dolorosas heridas en forma de juicios no celebrados, de cargos ocupados por quienes fueron responsables de aquellos hechos, de declaraciones desafortunadas de algunos dirigentes públicos o de recibimientos como héroes a los asesinos.
ETA mató, y eso es terrible. Mató a policías, militares, Guardias Civiles, políticos y hasta a un presidente del gobierno. Pero mató también a trece personas que tomaban un café en la cafetería Ronaldo de Madrid, a niños que pasaban por las calles, a mujeres que estaban con sus maridos, a tenderos, panaderos, arrantzales, camareros, cocineros, ingenieros, trabajadores, futbolistas, periodistas, toxicómanos. Todos los muertos son iguales y esta enumeración lo ratifica: ETA atentó contra toda la sociedad, también contra usted y contra el futuro de los suyos. Caló en nuestra tierra su propaganda, la idea de que ellos, los que mataban, eran los buenos, y los otros, los que morían, lo tenían merecido. Y debemos combatir hoy en día esa idea y resarcir a quienes la sufrieron de sus efectos
El olvido consolida la falta de reflexión ética y las consecuencias que de ella debe obtenerse. El tiempo debe actuar no para difuminar los hechos y su trascendencia en una útil nebulosa, sino para poder analizar con perspectiva, libertad y rigor aquellos tiempos violentos e injustos y sacar la conclusión de que nunca más debemos permitirlo.
La obligación de no olvidar no corresponde a los partidos políticos, corresponde al conjunto de la sociedad si realmente quiere seguir siendo democrática y libre.
Juan Frommknecht Lizarraga Abogado
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