A mi manera
¿La vida de la plaza no va de toros y toreros?
Los toreros y los toros están en el centenario de la plaza de Pamplona al estilo sugerido de los libros de ‘Dónde está Wally’. Se sabe que están pero van de incógnito

Publicado el 12/06/2022 a las 06:00
La vida consiste en una carrera de relevos en la que un tipo que eres tú entrega el testigo a otro que también eres tú y este a un tercero y a un cuarto. Todos son el mismo. Eres tú. Es una cuestión de tiempo que nos transforma. Caemos en la niñez creyendo por un falso cálculo muy de chavalín que vamos a ser de una determinada manera. De repente un día ese niño se mete en la habitación y al amanecer es otro. Ha crecido varios centímetros, tiene un atisbo de bigote, le aparecen los granos, la voz se le ha puesto de barítono y no saluda ni a mamá ni a papá. Hay detrás de su mirada un recuerdo del niño que fue. Pero sus respuestas son evasivas. Si preguntas qué haces dice “nada” y si la cuestión es con quién has estado replicará “con nadie” aunque fueran veinte en el parque de Yamaguchi haciendo botellón. A los padres cuesta asumir esta evolución como se hace raro interiorizar que en el centenario de la plaza de toros el vídeo y la revista que la homenajean apenas dejen espacio a los toros y los toreros. La plaza por la que han pasado las estrellas de la tauromaquia se ha hecho mayor, centenaria, y como el niño que alcanza la adolescencia y busca nueva identidad ha preferido decantarse en su edad adulta por una metamorfosis en la que el toro cuando sale lo hace con un protagonismo de incógnito. Ni siquiera como secundario. Está ahí, se intuye pero su presencia es al estilo de “¿Dónde está Wally?
La vida es una carrera de relevos en la que el adolescente sustituye al niño e incorpora aprendizajes camino de la edad adulta. La suma de momentos alcanzará la madurez y llegará el anciano que poco tiene que ver con el niño que fue. Detrás de la plaza que cumple cien años están recuerdos de tardes de fiesta y corrida que parecen olvidarse en un tiempo, el de hoy, en el que todo está puesto en cuestión. ¿De qué va la vida? La vida de la plaza de toros quiero decir. Uno pensaba que iba del apartado de las reses, de los toriles, de ganaderías, picadores y banderilleros, de andanadas que piden oreja y rabo y de toreros por la puerta grande. La plaza se ha hecho mayor. Tiene cien años y cuando se pone a memorizar subraya su valor arquitectónico y cultural, las emociones fiesteras del público y las grandes actuaciones musicales y eventos. También. Pero frente a esta memoria frágil sugiero recordar a esta plaza tan anciana que su historia, su vida, la de la plaza, va de toros y toreros. Salvo que se pretenda difundir que lo de meter seis morlacos y tres tipos vestidos de luces que los lidian cada tarde desde hace un siglo es lo de menos para los casi 20.000 espectadores que acuden al coso en Sanfermines a diario.
ETIQUETAS