Humanidad fragmentada

La izquierda en Occidente, sacudida en los últimos 30 años por el fracaso del comunismo, la revolución tecnológica y, más recientemente, por la recesión que se desencadenó hace diez años, se enfrenta hoy al problema de que muchos de sus votantes tradicionales han girado hacia los populismos nacionalistas, eso que, simplificando en ocasiones demasiado, llamamos ultraderecha. Una parte de ese movimiento se atribuye a las políticas de identidad que ha apoyado la izquierda. Tres libros escritos desde posiciones ideológicas diferentes llegan a conclusiones similares. Son La trampa de la diversidad (Akal), del periodista español Daniel Bernabé; El coraje de la desesperanza (Anagrama), del filósofo esloveno Slavoj Zizek, y Identity (Farrar), del politólogo estadounidense Francis Fukuyama. La idea es muy similar en los tres volúmenes, pero la tomo del de Fukuyama. Se refiere a Estados Unidos, aunque se puede aplicar de una forma general a Europa y a España: “La izquierda se ha centrado menos en la igualdad económica en un sentido amplio, y más en promover los intereses de una amplia variedad de grupos a los que se percibe como marginados: negros inmigrantes, mujeres, hispanos, la comunidad LGTB, refugiados y grupos así. La derecha, mientras, se redefine como patriotas que buscan proteger la identidad nacional tradicional, una identidad que a menudo está conectada explícitamente a la raza, la etnicidad o la religión”. El subtítulo de libro de Bernabé (“Cómo el neoliberalismo fragmentó la identidad de la clase trabajadora”) marca el tono de un análisis clásico y combativo en el que pone el acento en las condiciones económicas y reclama que los trabajadores recuperen su “identidad de clase”. Pero llega a la misma conclusión que Fukuyama: “Mientras que la ultraderecha construye grupo, eso que la gente ansía ante la fría estepa neoliberal, la izquierda trata de contentar a las especificidades, que además siempre quedan insatisfechas(…)”. Y los grupos a los que hay que contentar cada vez se hacen más pequeños. La palabra es interseccionalidad, y tiene su origen en un estudio de 1989 que descubría cómo las medidas, por separado, de la General Motors para contratar mujeres y afroamericanos no beneficiaban a las mujeres negras. (Mujeres blancas ocupaban los trabajos de oficina y hombres negros los de la cadena). En un sentido similar, después del 8-M, algunas voces empezaron a quejarse de que las reivindicaciones generales feministas no recogían la experiencia de las mujeres inmigrantes. Y esto de la experiencia es un problema. Cuando hace unas semanas Laura Berro, de Aranzadi, criticó que el alcalde Asiron se hiciera cargo del área de igualdad de Pamplona, por ser hombre, heterosexual y cis (es decir, que no ha cambiado de sexo), me preocupé. No es que me importe demasiado quién está al frente de cada departamento municipal, pero me di cuenta de que, si Asiron no puede dirigir Igualdad, yo tampoco. ¿Es la combinación de esas tres características (supongo que el que los dos estudiáramos en Jesuitas y tengamos títulos, él de doctor, yo de licenciado, por la Universidad de Navarra no ayuda) lo que nos incapacita para el cargo? ¿Bastaría que prescindiéramos de una de ellas? ¿Cuánta desigualdad tiene que haber experimentado la persona que debemos tener al frente de esa área? La diversidad se está transformando en fragmentación. Si nos dicen que somos incapaces de imaginar qué siente otro erradicaremos la empatía. A lo mejor, sin darnos cuenta, nos estamos jugando la mera solidaridad de sentirnos humanos. Hay que reconocer que hoy no es mucha. Pero a lo mejor apagamos el rescoldo. ‘Meditación XVII’ Poeta, parlamentario y, desde 1615, sacerdote anglicano (aunque se había criado en una familia católica), Johnn Donne es uno de los poetas más importantes de la Inglaterra isabelina. En 1623, cuando se recuperaba de una enfermedad, escribió una serie de meditaciones sobre su dolencia. La más famosa es la decimoséptima, que contiene este fragmento.: “Ningún hombre es una isla, completo en sí mismo; cada uno es un fragmento del continente, una parte de la tierra firme. Si el mar se lleva un trozo de tierra, Europa disminuye, como se si hubiera llevado un promontorio, o la casa de tu amigo, o tu propia casa. La muerte de cualquier hombre me reduce, porque estoy implicado en la humanidad; así que nunca mandes a preguntar por quién doblan las campanas; doblan por ti”.

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