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Opinión

Programa Erasmus: ¿motor de identidad europea?

Ampliar Isabel Larraya
Isabel Larraya
  • Isabel Larraya
Publicado el 21/03/2023 a las 15:59
Volvemos a los paseos por la Taconera, a los “juevintxos” en la calle Estafeta, a ir al Sadar cada dos semanas para animar a Osasuna. Volvemos a ver a los amigos de toda la vida, a tomar un pincho de tortilla en algún bar en San Nicolás. Volvemos para contarles todas las historias que hemos acumulado estos meses. Volvemos a Navarra después de un tiempo de Erasmus.
Y es que volver a Navarra reconforta porque significa volver a coexistir con lo conocido, cuando ya ni siquiera sabemos definir qué es lo que de verdad conocemos.
Y el volver reconforta de una manera extrañamente confusa. Realizar un Erasmus te cambia de una manera que pocas otras experiencias lo hacen. Para ti, tu casa, tu pueblo o tus amigos se congelaron en el tiempo el día que te fuiste. Y, sin embargo, tú has desarrollado una parte de tu personalidad que no sabías que existía. Y ahora, al volver a casa, toca pensar cómo encajar esta nueva parte de tu personalidad en tu rutina aquí, en Pamplona. Nunca hubieras pensado que pasear por la plaza del Castillo y ver de nuevo el Ayuntamiento te iba a despertar tantas emociones.
Todos estos sentimientos los asumes como parte de un proceso de adaptación después de haber vivido una experiencia que te ha enriquecido tanto —no solo académicamente, sino personalmente—. Porque, después de apenas salir de casa, toca buscarse la vida en un país con un idioma diferente, en el que no conoces a nadie, con una cultura que no es la tuya. Buscar alojamiento, contratar un seguro médico, inscribirse en el consulado o embajada. En esos primeros momentos del Erasmus te acuerdas de lo bien que se vive en tu casa, en Navarra, de cómo echas de menos a tu gente, del aire que se respira en Pamplona, de poder ir el fin de semana al pueblo. Quizás no fue tan buena idea venir, piensas al principio.
El Erasmus, para aquellos que no tuvisteis la oportunidad de optar a ello, es un programa de la Unión Europea que, entre otras cosas, busca que los universitarios puedan cursar un semestre o dos de sus estudios en un país diferente a aquel en el que cursan la carrera. En Navarra, como europeos que somos, optamos también a ello. El objetivo: apoyar el desarrollo educativo de los universitarios europeos contribuyendo así al empleo de calidad y a la cohesión social. Y quizás os preguntaréis, ¿se cumplen de verdad esos objetivos?
He aquí mi respuesta tras un semestre en Budapest: se cumplen en el momento en el que yo, ciudadana española, estoy en clase con un amigo polaco, un alemán, un finlandés y un serbio hablando sobre la situación política de nuestro país, discutiendo las costumbres nacionales que tenemos, haciendo nuestras las costumbres del otro. Se cumplen en el momento en el que precisamente esos amigos vienen a visitarme a Navarra y descubren lo que en sus palabras fue “una joya desconocida”. Se cumple en el momento en el que, cuando esos países son noticia, ya no los siento ajenos, sino que los conecto con nombres y apellidos concretos.
A medida que pasa el Erasmus, va cambiando poco a poco tu visión en algunos temas. Entre otros, sobre el proyecto europeo. Cruzas andando fronteras que conectan dos países; sigues utilizando la misma moneda y el mismo idioma (que, además, no es ni tu primer idioma ni el de ellos); coges un avión llevando solamente contigo el DNI que en dos horas te deja en otra capital europea. ¿Sería esto posible si no fuera por la Unión Europea? Empiezas a pensar que, después de todo, no somos tan diferentes entre nosotros. A pesar de que ellos cenen tres horas antes.
Quizás no fue tan buena idea venir, pensabas al principio. Ahora que has vuelto, recuerdas con añoranza esos primeros momentos del Erasmus. Te das cuenta de que algo en tu forma de pensar ha cambiado durante estos meses, una nueva parte de ti que surge y no reconoces. Porque ahora eres el sentido del humor de tu amigo griego; la manera de entender el mundo de tus amigos polacos; la positividad y temple que transmiten tus amigos alemanes; las nuevas aficiones que tienes gracias a tu amigo francés.
Todos somos parte del mismo proyecto europeo, al que ahora te sientes más unido que nunca. Pero, eso sí, cómo echabas de menos Navarra.
Isabel Larraya es socia de Equipo Europa Navarra
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